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CAPÍTULO CUATRO:
La traición.

—PARIS...—

Me despierto al oír una voz llamándome desde la lejanía, estoy tumbada en mi hamaca dentro de mi tienda. Tal vez he oído algo mal, tal vez es otra pesadilla.

—Paris...—Suena casi como un canto angelical, como la voz de mi madre.

"Paris, mi niña." Es lo único que llega a mi cabeza cuando pienso en ella.

—Paris...—Vuelo a escuchar y me levanto de la hamaca frunciendo el ceño.

—Paris...—Llego a la conclusión de que es un canto.

Salgo de la tienda con confusión y duda, miro a mis lados, buscando quien le llama.

Un viento me azota y mueve mi pelo en una dirección.—Paris..—La misma dirección de dónde viene la voz.

Giro mi cabeza sabiendo lo que me voy a encontrar, el muro, el laberinto.
Es de noche pero las puertas están abiertas, no hay monstruos ni los chicos están despiertos.

—Paris...—

Prometí que no desobedecería, prometí que me conformaría con degollar cerdos.

—¿Quién me llama?—Pregunto, el viento me vuelve a dar, esta vez desde la espalda, de nuevo guía hacia el muro.

—Paris...—

—Puedo escucharte.—Pero no quiero seguirte, no puedo hacerlo. No estoy buscando problemas, no soy ese tipo de chica.—Deja de molestarme.

Ojalá estas voces que viven en mi cabeza se fueran, son como susurros que existen conmigo todos los días y al caer la noche, se apoderan de mis sueños. Pero esto no es un sueño, estoy aquí de verdad, estoy dentro del muro.

—Paris...—

Empiezo a caminar.—Solo estás en mi cabeza.—Le digo, me siento patética al hablar sola. No te escucho, no te escucho.

El laberinto me está llamando pero todo lo que he conocido hasta ahora está aquí dentro, tal vez este es mi lugar después de todo.

—Paris...—Me doy cuenta de lo que me he acercado al laberinto, todavía estoy bastante lejos de él pero me asusta haber caminado sin control por un momento,

—¿Qué quieres?—Pregunto con desesperación. Ya ni siquiera puedo dormir, no puedo vivir con esta voz en mi cabeza.—¿Me intentas distraer?—Para que peque y cometa un error, es lo único que me puede brindar ese muro.

Una brisa más suave me mueve solo el pelo esta vez.—Paris...

Tal vez esa voz tan solo sea yo, que dentro de mí misma sé que no quiero estar aquí y me conozco lo suficiente para saber que no estoy satisfecha con lo que tengo. Conque quiero salir ahí fuera. Mi lugar no está aquí.

Cada día que pasa es más difícil, siento pesadez al levantarme y la curiosidad que intenté apagar desde el día en que llegué sigue aquí, no se ha ido. He intentado evitar mencionar el laberinto o incluso mirarlo, como si no existiera, como si no fuera lo único que impide que sea libre.

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