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CAPÍTULO NUEVE:
La nueva.

HUIR DE LOS PROBLEMAS no es siempre la mejor solución, pero ahora estoy literalmente corriendo para alejarme del refugio donde he dejado a Newt. He llegado a la rápida conclusión, que seguramente se haya creado gracias a mi miedo, de que los sentimientos tan solo nos hacen débiles así que debería esforzarme en olvidar lo que acaba de pasar, seguramente Newt lo haga también.

Estoy convencida de que él ni siquiera siente algo por mí, solamente ha pensado que ha sido un buen momento para besar a una buena chica con una buena estructura facial. Estoy segura de que Newt no ha dado su primer beso, me gusta pensar que yo no he dado ninguno todavía. A mí me lo dieron, yo no lo di de vuelta, ni siquiera lo quería en primer lugar.

Camino con rapidez hacia el bosque, veo a Thomas esperando.—He vuelto.—Le digo acercándome, él asiente.

—¿Qué hacías?—

Agradezco que Minho aparezca en ese momento con los demás corredores, quienes habían dimitido esta mañana, supongo que a Minho se le da bien convencer a la gente, a Thomas también. Otra cosa en la que debo mejorar

—¿Somos suficientes?—Pregunta, miro a Thomas, esperando a que responda.

Él asiente y nos mira.—Vale, vamos allá.

Empezamos a correr hacia el laberinto, me limito a seguir a los demás con paso rápido y a guardar silencio, es mejor así, no me gusta hablar mucho en estas situaciones. El laberinto ahora es diferente con la luz del día, me da otra vibra. Sigue dando miedo, pero no me recuerda a la terrible noche que hemos pasado aquí.

Legamos hasta donde Thomas y yo matamos al lacerador, está aplastado por los muros. Ver las patas metálicas del monstruo me hace recordar al momento donde Thomas y yo nos tuvimos que esconder juntos, no hemos hablado de eso ni un solo momento.

—Es asqueroso.—

—Eh, hay algo ahí dentro.—Dice Thomas, entrecierro los ojos. Tiene razón.

—¿Aparte de una tortita de lacerador?—El comentario de Winston me hace sonreír.

Thomas y yo miramos a Minho, quien se acerca al lacerador triturado.

—Alto, alto, alto. ¿Qué haces?—Pregunta uno de los chicos.

Minho mete la mano y frunzo el ceño en asco. De repente una de las patas del lacerador se mueve y todos nos asustamos, arrastramos a Minho hacia detrás.—¿No dijisteis que estaba muerto?—Pregunta Fritanga.

—Dejar de quejaros, habrá sido un reflejo.—Comento, como si no me hubiera asustado yo también.

—Eso espero.—Me responde Winston.

—Venga—Thomas le da un golpecito a Minho.—Intentemos sacarlo.—Coge la pata del lacerador.—Cogerlo todos, vamos.

Me acerco confundida y imito a los demás, me agacho y cojo de la pata, estoy detrás de Thomas.—¿Listos? A la de tres. ¡Una, dos, tres!—Frunzo el ceño como los demás cuando todos hacemos fuerza mientras estiramos, jamas creí que acabaría estirando una pata de lacerador.

La pata se desprende y yo me aparto antes de que Thomas se me caiga encima, quien ayuda a Fritanga a levantarse porque también se ha caído.—¿Todo bien, Fritanga?

El otro le coge la mano y se levanta.—Sí, gracias hermano.

Minho se acerca de nuevo al lacerador y de la carne que se ha desprendido, coge una parte donde se encuentra lo que buscábamos. Como está revuelto en carne, Minho separa el cachivache del cuerpo, lo acompaña un sonido asqueroso. Frunzo de nuevo el ceño con asco.

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