8

42 4 0
                                    

CAPÍTULO 8:
El laberinto.

DESDE EL ACONTECIMIENTO donde casi pierdo la vida en el cual Stan me quiso matar, he dejado de hacerlo, pero normalmente siempre pensaba en cómo moriría.

Cuando digo "siempre" me refiero desde que llegué al Claro, porque no sé si antes de todo esto mi muerte era una de mis primeras preocupaciones, ojalá que no, a veces pienso que debía de ser tan arrogante que mi muerte no me importaba y eso fue lo que hizo que cometiera tal crimen y me encerraran aquí.

Pero me solía gustar pensar que mi muerte sería bonita, floreada y tranquila, acompañada una voz de algún ser querido despidiéndose de mí con palabras de amor, diciéndome que todo estaría bien, que pasaría a un lugar mejor, y así me iría felizmente de este mundo. Recientemente me he dado cuenta que me desagrada bastante (mucho) estar sola, pero irónicamente es de la manera en la que más paso el tiempo. Ser Casera de sangre hizo que me encerrara en la Casa sangrienta y por consecuencia, en mí misma. Estoy sola la mayor parte del día cuando trabajo, estoy sola en mi corazón todos los días.

Pero ahora mi destino parece haber cambiado, miro a los tres chicos. Tal vez mi muerte no será bonita, floreada ni tranquila, pero al menos no moriré sola, que es lo que más me aterra en el mundo.

—Espera, ¿qué?.—Pregunta Thomas, salgo de mis pensamientos. Los dos nos acercamos a Minho y Alby. Frunzo el ceño en desagrado al ver el estado del último.—¿Qué le ha pasado?

—¿A ti qué te parece? Le han picado.—Miro a Minho.

—¿Qué le ha pasado en la cabeza?—Vuelve a preguntar Thomas.

—Hice lo que se tenia que hacer.—Responde, dejarlo inconsciente, supongo.

Me sobresalto cuando el laberinto ruge. Thomas se pone de pie.—Venga.—Coge a Alby de un brazo.—Ayudarme a levantarle.

Voy a hacerlo, pero Minho pasa de largo.—Tenemos que irnos, el laberinto está cambiando.

Frunzo el ceño.—Minho.—Le llamo, él y Thomas me miran.—Él es la razón por la que estamos aquí encerrados, no podemos dejarle y ya está.

Minho hace el gesto de acercarse a ayudar pero le freno.—Estas agotado, descansa. Thomas y yo nos ocupamos de Alby.—Él asiente y entiendo su cansancio, me llevo sintiendo así desde hace semanas, incluso ahora. Creo que en algún punto vomitaré.
Empezamos a caminar pero no sé a dónde, solamente seguimos a Minho, como si nos estuviera llevando a un sitio seguro, como si aquí dentro hubiera algún sitio seguro.

—Vamos a parar.—Dice Thomas y yo suelto un suspiro de liberación.

—Vamos a sentarle.—Minho, quien ahora nos ayudaba llevando los pies de Alby, me ayuda a acomodarlo en la pared.

Los tres escuchamos otra vez los sonidos extraños, deben ser los laceradores. Me pregunto como son y qué se sentirá al morir asesinado por uno de ellos, supongo que no me faltará mucho para descubrirlo.

Minho parece ponerse nervioso de repente y se levanta.—Esto no va a funcionar, tenemos que irnos. ¡Tenemos que irnos!

—¿Qué dices? Tenemos que hacer algo, tenemos que esconderle.—Thomas señala a Alby.

—¿Dónde?—Pregunta alterado.

—Y yo que sé. Pensar, chicos. ¿Enserio no hay ningún sitio a donde llevarle?.—Miro a mi alrededor, pensando en algo.

Ni siquiera detengo a Minho cuando se abalanza sobre Thomas y le balbucea palabras llenas de miedo. Miedo, todos a ahora lo tenemos, pero a mí me despierta, no me bloquea como a él. Sigo buscando con la mirada, tiene que haber algo, tiene que haber algo.

mad link - newtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora