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CAPÍTULO DIEZ:
El gran terror.

NO TENGO NADA QUE agradecerle a este lugar salvo las personas que he conocido aquí dentro. El Claro me ha vuelto alguien que jamas creí ser cuando llegué aquí por primera vez. Soy desconfiada, violenta y lo más cerca posible a un monstruo. Sigo siendo Paris pero ya no queda nada de la que solía ser antes.

A ratos me gusta ponerme a pensar y abrazar mis piernas buscando razones de por qué tuve que ser yo la que tuviera que pasar por esto. Por qué no enviarían a otra chica conmigo, o a otra chica antes, o a otra chica después, por qué solo a mí.
Ahora tengo a Teresa, aún así, no somos lo que creo que éramos antes de entrar aquí, porque según Thomas, yo les traicioné. No sé qué tipo de traición tuve que cometer para acabar así, pero yo no soy una persona traidora, a decir verdad soy bastante leal así que me parece que algo gordo debió ser.

Mientras que corro junto a Minho y Thomas en el laberinto me quedo atrás todo el tiempo a propósito, no quiero ponerme delante, no solo porque sea Minho quien nos guía, sino porque no confío tanto en mí misma. Me gustaría poder volver a tener confianza. En todos.
Reconozco tener un ápice de ella en Newt, Thomas y Minho, pero no sé qué pensar de los demás, no sé qué pensar de mí ni siquiera.

A veces pienso en si mi madre tenía ya planeada conmigo una vida y por culpa de los que me metieron aquí no pudimos cumplir nada de lo que dijimos. Me pregunto si está viva todavía, me pregunto dónde y cómo está mi padre.

Escucho la voz de Minho como un eco que resuena en mi cabeza, viene el recuerdo de las canciones que no dejan de soñar cuando duermo y a veces cuando estoy despierta también las oigo. "El laberinto lleva a la verdad" me dice y aquí dentro estoy, buscándola. "No vayas lejos, morirás." Me dice también y aquí dentro estoy de nuevo, arriesgándome. No sé si es buena idea no haberles contado nada sobre los sueños extraños de mi madre y de todo lo relacionado con esa nana siniestra.

Pasamos por unos muros con unos números, veo el cinco y me hace recordar la representación de laberinto que tiene Minho en el Claro.
Nos acercamos a la siete que parece abierta, Thomas se gira a mirarme.—¿Vas bien?

Asiento.—¿Vas tú bien?—Me burlo de vuelta, como si siempre se tuvieran que preocupar si estoy bien.

Asiente, sin notar que es una broma.—No te quedes atrás.—Me coge den brazo cuando Minho frena en la entrada de la sección siete y empezamos a caminar, Thomas me coloca a su lado.

—Qué raro.—Dice Minho, recuperando el aliento.

—¿El qué?—Pregunta Thomas.

—La siete no tenía que abrirse hasta dentro de una semana.—

Empezamos a caminar y abro los ojos en sorpresa al encontrarme enfrente grandes finos muros de metal en una posición peculiar, ¿qué es esto?.

—¿Dónde cojones estamos?—Pregunta Thomas.

—Las llamamos aletas.—Minho sigue caminando y nosotros le seguimos por detrás, al rato se gira a mirarnos.—Aceleremos el ritmo.

Mientras corremos a trote frunzo los ojos en una línea viendo algo en el suelo.—¿Hay algo ahí?—Pregunto, captando la atención de ellos dos, que siguen mi mirada hasta encontrarse con el objeto al que me refiero.

Nos acercamos y Minho agarra lo que ahora identifico como una camiseta vieja manchada de sangre totalmente.

La reconozco.—¿Ben?.—Pregunto, aún que no sé si podría ser la de Stan, pero tengo el recuerdo de su partida en mi mente, su camisa era gris, no beige de tirantes.

"Ojalá estes maldita de hoy en adelante con tus manos manchadas de mi sangre."

Minho, quien está agachado junto a Thomas, se levanta y me mira mientras deja de nuevo la camiseta.—Sí.—Suspiro.—Un lacerador lo habrá arrastrado hasta aquí.

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