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Lo besé. Yo lo besé.

¿Por qué lo hice? No tengo ninguna razón o excusa, pero debo conseguir alguna.

De todas formas no me puedo quejar, Ian besa muy, —y lo digo en serio— muy bien.

Me separé lentamente de él pero no me alejé del todo, nuestros rostros quedaron muy cerca.

No había música, no había ruido, podía escuchar claramente los latidos de su corazón, sentía que todo a mi alrededor había desaparecido.

Todo lo que tenía frente de mi era su mirada, podría quedarme hipnotizada en ella por horas.

El fuerte sonido del claxon del auto que estaba detrás retumbó lo suficiente para provocar que me apartara del todo.

Los autos empezaban a avanzar y solo nosotros estábamos allí, en pausa.

Ian suspiró y encendió el motor para continuar el camino.

El alboroto me hizo recordar que era lo que estaba pensando segundos antes, una excusa.

Estoy ebria ¿verdad? Bebí bastante en el club y por eso lo besé, no puedo coordinar bien mis pensamientos, esa es la razón... o quizá no.

Di un largo suspiro, —Sobre lo de antes —me quedé en silencio esperando que Ian me estuviera escuchando—, estoy ebria así que —me lo pensé por un segundo—, no, no estoy ebria, estamos ebrios así que nada de lo que acaba de pasar será recordado mañana y si no es el caso de todas formas nada de esto pasó.

Le sonreí en el corto instante que giró para mirarme.

—Por esta razón es que sigo creyendo que eres muy despistada —soltó.

Enarque las cejas ¿qué cree que dice?

—Estás loco, soy muy centrada —me crucé de brazos—, y el hecho de ser centrada me aporta madurez y habilidad para no ser despistada como dices.

—Mónica, sabes que todo lo que bebí esta noche fue agua y refresco ¿no? —rió, su risa de escuchaba un poco ronca— Por alguna razón estoy conduciendo ¿no crees?

Sentí como mis mejillas rápidamente se calentaban debido a la vergüenza.

—Entonces, al menos, yo si estoy ebria —dije.

—Espero que no —dijo él con una bonita sonrisa lo cual me hizo dudar.

...

Me revolvi entre las sabanas levantandome de un solo movimiento.

Estaba teniendo esa especie de sueños lúcidos, sabía que me encontraba en un profundo sueño y era consciente de que tenía algo por recordar.

Clave mi mirada perdida en el balcón.

¿Decirle que estabas ebria, Mónica? ¿A caso tienes quince años? De todas formas  creo que si estaba ebria, solo por esa razón haría esta clase de ridiculeces.

Lo recordaba todo. Si, habían muchas cosas de la noche de ayer que eran como pequeñas lagunas, pero lo importante lo recordaba.

Mi única misión era olvidar esa parte y claramente no lo logré.

Tomé aire para dar un suspiro pero en consecuencia tosi levemente, llevé la mano izquierda a mi pecho. Puse mala cara al instante, era esa sensación, ese pequeño fastidio en tu garganta con el cual sabes perfectamente que te vas a enfermar.

Me volví a tirar en la cama cerrando los ojos, vaya forma de comenzar el día.

—¡Mónica! —el grito de mi tía desde la planta baja me hizo levantarme y bajar hasta la cocina, claro, de la forma más lenta posible— Son las dos de la tarde, ya es hora de que te... —me miró confundida al a travesar el umbral que separaba la sala de la cocina— Te ves terrible.

Bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora