Granada

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Me cuesta conciliar el sueño. Todavía tengo recuerdos que me asaltan cuando menos lo espero. He dejado de sentir nostalgia, pero pienso que nada va a tener la suficiente intensidad, que nada va a ser tan auténtico como lo que viví con mi anterior pareja, que nada ni nadie va a estar a la altura de aquello que puso mi vida patas arriba. Es como si algo dentro de mí se hubiera roto para siempre y no hubiera nada capaz de recomponerlo.
El amor de mi vida pasó por mi vida, pero se fue, la dejé ir, no supusimos cómo hacerlo, ni siquiera sé cómo llamarlo.
Ya no siento dolor, el daño quedó atrás, pero soy incapaz de abrir mi corazón de nuevo a nadie. Y caigo siempre en las comparaciones odiosas.
He conocido a otras personas, pero soy consciente del muro que construyo desde el primer día, y sé que si no bajo la guardia, nadie va a poder saltarlo. Me mantengo infranqueable. Inconmovible. Fría, como un glacial en mitad del polo norte.
En los últimos años, me he dejado llevar en alguna pasión que otra, pero sólo han sido eso, fuego de una o dos noches, que acaba por extinguirse por la falta de interés de mi parte.
No quiero a nadie ululando por mi vida, no quiero volver a caerme y tampoco quiero volver a sufrir por amor.
Esta conversación que he tenido en los últimos meses muchas veces con mis amigas, siempre acaba con la misma frase, "Moni, un día llegará alguien a quien no puedas decirle que no". Sé que no va a ser así, y lo sé, porque tengo la certeza de que el amor de mi vida ya fue.
Tampoco es que esté cerrada en banda a nada, pero volviendo a lo mismo, siento que no ha habido nadie que me despierte realmente interés. Y eso ha sido así, al menos, hasta esta noche.

Cojo de nuevo la tarjeta de visita de Nayla, y caigo en la cuenta de la forma tan sutil que ha tenido de llegar a mí. Sonrío al recordar la forma en la que se ha hecho pasar por una fan más, y sé que no ha sido ninguna casualidad que fuera la última de la cola.

El sueño me vence sin que me de cuenta, y despierto con la vibración de mi teléfono en la mesilla. Es Elena. Descuelgo.

— Buenos días, Moni. - También se acaba de despertar.
— Buenos días. ¿Qué hora es? - Le pregunto.
— Once menos diez. Me va a estallar la cabeza. - Me dice. A mí todavía no me ha dado tiempo a ubicar en qué estado se encuentra mi cuerpo.
— Yo todavía no sé dónde estoy. - Me río.
— ¡Ostras, tía! No tenemos edad de trasnochar con gente joven. - Se ríe y yo con ella. — ¿Desayunamos en cuarenta minutos? - Me pregunta.
— Está bien. Nos vemos abajo. - Le digo.
— Nos avisamos. — Me dice.
— Oye... hemos quedado a comer con Nayla. - Le digo.
— ¿Cómo que "hemos quedado"? - Se ríe.
— ¿Sí? ¿No? - Me río con ella.
— Si te apetece, me parece bien. Pero quiero subir al Mirador de San Nicolás antes de que nos vayamos. - Me dice.
— Claro que sí, quedé con ella a las tres.
— ¿Que quedaste con ella? ¿Y eso cuándo fue? - Me pregunta jocosa.
— Ahora te cuento que se nos va la mañana. - Le digo.
— Venga, va. No tardes. Hasta ahora.
— Hasta ahora.

Salto de la cama, y me voy a la ducha. Estoy terminando de desnudarme cuando escucho la música que proviene de teléfono atenuarse al entrar un mensaje.

"Espero que hayas dormido bien. Hace un día espléndido en Granada" - Recibido de Nayla junto a una fotografía en el que se ve la Alhambra.

Desbloqueo el teléfono y me acerco al balcón leyendo el mensaje. Lanzo una fotografía al paisaje, se la envío y en el pie de foto pongo:

"Y tanto que sí. Qué maravilla. Buenos días" - Enviado.
"Tu amiga escogió un buen lugar" - Recibido.
"Buenos días. ¿Todo bien?"- Recibido.
"Todo bien. Estaba por entrar a la ducha. ¿Qué tal has dormido? - Enviado.
"Poco, pero bien. Vete a la ducha... No quiero entretenerte"- Recibido.
"Disfruta de la mañana. Te veo luego"- Recibido.
"Hasta luego" - Enviado.

Cuando empieza a caerme el agua caliente sobre la cabeza. Vuelvo a escuchar un mensaje entrante, pero ya no puedo verlo hasta salir. Me doy la ducha rápido y salgo.

Te reías como nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora