Tamare

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Me abraza fuerte. Sin ningún tipo de calzado, es cuatro dedos más alta que yo.
El agua caliente se escurre por nuestros cuerpos mientras nosotras, nos tomamos un tiempo sólo para sentirnos. Sus manos acarician mi espalda y me deja besos en el hombro, yo me escondo en su cuello y la beso, el agua que recupero de su piel, calma momentáneamente mi sed.
Me suelta unos segundos para recogerse el pelo en un moño, su cabello es color azabache y muy liso. Las vistas de su cuerpo con los brazos arriba me dejan sin aliento. Dibujo sobre su pecho perfiles mientras me mira y sonríe.
He caído en sus redes, sabía que lo haría, hacía mucho que nadie me llamaba tanto la atención, y mucho menos, despertaba mi interés.
Cuando acaba de recogerse el pelo, me coge la cara entre las dos manos, y me besa. Un beso que podría haber hecho arder al mundo entero, pero que allí, bajo la ducha, las únicas que hervimos somos nosotras.
Me abrazo a su cuerpo, presa del éxtasis que me provocan sus labios. Siento sus manos descender por mi espalda y aferrarse a la carne de mi culo. Me aprieta contra ella y un leve gemido se le escapa.

— Mónica... – Dice casi en un susurro escondiendo en mi cuello.

Retrocede un paso hasta dar con la espalda en la pared y se deja caer en ella. Tira de mí hacia su cuerpo, quedamos fuera de la caída del agua. Abre un poco las piernas dejando espacio para pegarme a ella. Nos besamos con ansia.

Hace una semana que llegó a mi vida, y ni siquiera sé cómo hemos llegado hasta aquí, pero sí sé que Nay me gusta mucho. Es ella, sus formas, su discreción, sus movimientos, la delicadeza con la que me trata. Absolutamente todo lo que empiezo a ver, me encandila.

Hacemos el amor en la ducha de mi casa. Cuando desciendo la vista y la veo de rodillas entre mis piernas, perdida en mi sexo, no sólo percibo el placer que me provocan sus movimientos, sino que mi cerebro reacciona a un placer mental que casi tenía olvidado. No sólo mi cuerpo goza, mi mente acaba de incendiarse con tan sólo mirarla.

— Nay...

Pronuncio su nombre como si ella pudiera salvarme del abismo al que me arroja cuando su boca me come insaciable. Levanta la vista hacia mí y me mira a ras de mi cuerpo. Mis piernas a penas me sostienen, cuando se da cuenta, asciende lamiendo mi piel hasta toparse con mi boca. Me besa fuerte exterminando la poca razón que me queda. Mete una mano entre mis piernas y me acaricia, siento sus dedos entrar en mi cuerpo, me penetra con una cadencia torturadora. Gimo sobre su hombro. Desliza sus dedos entre mis labios y centra sus movimientos sobre mi punto más sensible. Una sacudida de placer me atraviesa hasta estallar en mi cerebro. Acelera el movimiento. Me tenso queriendo recuperar mi fuerza inútilmente. Hace un poco más de presión y eso hace que un orgasmo devastador imposible de detener me deje temblando contra la pared sostenida por su cuerpo. Me abrazo a su cuello, y ella a mi espalda.
Tengo el latido del corazón fuera de órbita. Se retira mínimamente después de unos minutos, estira el brazo y coge la toalla del perchero, la envuelve en mi cuerpo con un mimo que no recuerdo haber percibido antes y vuelve a abrazarme.

— Vete a la cama pero sécate el pelo un poco. – Me dice al cabo de un rato de permanecer abrazadas y en silencio. La miro. — No tardo... - Dice después.

Salgo de la ducha haciendo aún un sobre esfuerzo por mantener el equilibrio, cojo una toalla pequeña y la envuelvo en mi pelo. Ella se mete debajo de la ducha. Salgo del baño todavía sacudida por el tsunami que acaba de arrasarme.
Soy incapaz de pensar en otra cosa que no sea el bienestar arrullador que me invade.
Deslío la toalla de mi cuerpo, la dejo caer al suelo, me meto en la cama y me cubro con la sábana. Escucho el agua de la ducha correr. Recupero mi teléfono de la mesilla, la pantalla se ilumina y el centro de notificaciones me informa, con decenas de alertas, que llevo toda la tarde inoperativa. Abro whatsapp y voy a la conversación con mi cuñada.

Te reías como nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora