No te vayas

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Caigo rendida a su boca. Tomamos distancia varias veces para recuperar el aliento y volver a besarnos. Hace mucho que alguien no me besa así, o tal vez sea, que yo no lo he sentido de la misma manera. Estamos muy cerca la una de la otra, pero apenas nos hemos rozado. Me arden las palmas de las manos del deseo.
Se separa de mí un poco, y me sujeta la cara entre sus manos. Me acaricia con las yemas de los dedos de los pulgares que están a la altura de mis mejillas. Puedo ver el fuego en sus pupilas. Se han dilatado hasta reducir sus iris a una línea dorada. La profundidad que encuentro en ellas, me atrapa. Inclino la cabeza hacia su mano, presa de sus caricias. Eleva una de sus comisuras en una leve sonrisa y me mira con una expresión indescifrable para mí.

— Eres hermosa, Mónica... - Dice con un tono que araña su voz. Sonrío, me zafo de sus manos y vuelvo a su boca.
— Me moría de ganas de besarte... - Digo casi inaudible sobre sus labios antes de besarla de nuevo. Sonríe en mitad del beso.

Recuperamos la postura en el sofá sin alejarnos. Iniciamos una conversación en la que ya sí hablamos de nosotras, de la primera impresión, de cómo se esperó hasta el final en Granada. Intercalamos risas y besos en una combinación adictiva.

— Te hubiera besado allí mismo... – Dice. — Pero me temo que habría acabado presa... - Sonríe.
— Tampoco es eso... - Le digo riéndome. — Yo me hubiera quedado contigo un rato más... - Le confieso. Se inclina hacia mí y me deja un beso leve en los labios.
— ¿Por qué no lo hiciste? - Me pregunta.
— No lo sé, quizá lo pensé más de la cuenta.
— A veces está bien darle una vuelta más a las cosas pero, otras no. - Dice.
— Tienes razón... Oye... ¿y cómo se te ocurrió ir a la firma? - Le pregunto curiosa.
— Unos días antes, me llamó, Paco de ECI, para reservar la mesa y ahí me enteré de que ibas a estar en Granada. Di una vuelta por tus redes y me puse al día... - Sonríe. — Y al día siguiente fui a comprar tus libros... - Concluye.
— Es decir... que no me habías leído antes... – Le digo expectante.
— Noo, eso no es verdad... - Se ríe. — Porque sí que te había leído, pero no lo recordaba. Tengo un ejempla de "La luz de Candela" de cuando salió, y sí recordaba que fue un libro que me gustó mucho pero no había caído en ti. - Intenta explicarme dándose cuenta de que se está liando.
— Que no habías caído en mí... - Repito su frase al borde de la risa.
— Quiero decir... - Hace una pausa... — Me estoy metiendo en un jardín... - Dice y se ríe.
— A ver cómo sales... - Le sigo la guasa, cruzo los brazos sobre mi pecho, y me echo en el respaldo del sofá mirándola atentamente.
— A ver... que sí que había leído ese libro y El tiempo. Todo. Locura, y los tenía en casa, pero no había prestado especial interés a la autora...
— Es decir... a mí... - Me acerco mucho a su boca.
— Eso es... - Dice antes de intentar besarme. Cuando se acerca, me alejo, pero mantengo la postura.
— Todavía no has salido del jardín... - Digo con intención.
— Mónica... - Se queja e intenta acercarse de nuevo...
— No... no... a ver cómo es eso... de no prestarle atención a la autora de un libro que te gusta... - Sonrío cerca de sus labios.
— Ahora me gusta más la autora que los libros... - Dice y la dejo alcanzar mi boca.

Siento sus ganas de mí en cada beso. Cuando siento su lengua rozar mis labios, me enciendo, los abro mínimamente y la rozo con la punta de mi lengua. Nos besamos intensamente, invadiéndonos las bocas. La mezcla de nuestras salivas, lejos de sofocar nuestro incendio, lo alborota. Después de unos minutos besándonos con ansia y sin ser capaces de vencer la última frontera que nos separa, recuperamos la postura. Coge su copa y da un sorbo pequeño.

— Voy a tener que irme. – Dice aún con la voz tomada por la intensidad de nuestros besos. La miro unos segundos.
— No te vayas. — Digo finalmente sintiendo el eco de mi voz en la profundidad de mi garganta.

No me responde, sólo sonríe y me acerca su boca de nuevo, la beso sin reparos y sin pudor alguno. Estoy sintiendo el deseo bramar en mis entrañas y eso es algo que hace mucho que no ocurre.
Me sujeta por la nuca mientras su lengua invade mi boca y baila con la mía. Rompo el espacio que nos separa y me subo a horcajadas sobre ella. No quiero que se detenga, no quiero parar, quiero arder con ella.

Te reías como nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora