Madrid

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Se mantiene en su posición. Me resulta inevitable mirarla de vez en cuando. Los últimos veinte minutos se me hacen eternos. Mi teléfono se ilumina y veo un mensaje suyo entrar. La miro y sonríe. Desbloqueo rápidamente y leo.

"¿Te espero aquí o prefieres que lo haga en otro lugar?" - Recibido.
"Quédate, no me queda mucho"- Enviado.

La veo leer el mensaje y como el rostro se le ilumina con una sonrisa que le ocupa toda la cara.

"No tengas prisa" - Recibido.

Vuelvo a bloquear la pantalla del iPhone, la miro y asiento como respuesta. Elena se me acerca por la izquierda.

— ¿Ocurre algo? - Me pregunta.
— No... nada... Está Nay ahí. - Le digo justo antes de que otra persona se aproxime a la mesa.

Continúo con las firmas. Veo a Elena dirigirse a ella y saludarla. Se queda un rato con ella en el que charlan animadamente y finalmente, las veo cruzar por detrás de mí y colarse en la trastienda.

— Moni... quedan diez personas... - Es Elena que ha vuelto a mi lado. La miro y asiento. — Estamos dentro. - Dice finalmente.
— Está bien. - Le respondo y se va.

Agradezco infinitamente el gesto, y no tener que saludarla delante de nadie.

Cuando la última persona de la fila, me entrega su libro, siento un cosquilleo en el estómago. Después de firmarlo, se lo entrego y nos hacemos una fotografía. El personal de la tienda me entrega varios ejemplares para la venta firmada. Mientras los firmo, Elena sale de nuevo a mi encuentro.

— ¿Todo bien? - Me pregunta sonriente.
— Sí, todo bien. - Le digo garabateando el último ejemplar.
— Ve a por tus cosas, ya recojo y nos vamos.

Tardo una fracción de segundo en soltar el bolígrafo y seguir sus indicaciones. Cuando accedo a la trastienda, Nay está hojeando un libro.

— Hola - Digo tímida acercándome a ella.
— Hola, ¿ya? - Me pregunta a la vez que nos saludamos con dos besos.
— Sí, ya está. ¿Qué tal el viaje? - Le pregunto sintiendo como mi torrente sanguíneo se precipita veloz por mis arterias.
— Bien... me gusta conducir... - Dice esbozando una sonrisa preciosa.
— A mí también, la verdad. - La miro una milésima de segundo de más y me mantiene la mirada. Siento cómo mis mejillas se llenan de rubor. — En cuanto acabe Elena, nos vamos. - Le desvío la mirada. — ¿Qué leías?
— Estaba mirando lo último de Luis García Montero. - Me señala el libro.
— Es durísimo y hermoso a la vez. - Le digo en alusión a "Un año y tres meses".
— Casi todo lo hermoso lo es. - Dice y vuelve a coger el libro. — ... "pues todo se me olvida si tengo que aprender a recordarte". - Lee y me mira cerrando el libro.
— Tremendo... - Es todo lo que atino a decir colocándome mi chaqueta.

Elena entra como un obús, dejando en el aire una conversación a medias. ¿Por qué piensa que todo lo hermoso es duro?, me hubiera gustado preguntarle.

— ¿Nos vamos? - Nos pregunta.
— ¿Salgo yo primero? - Pregunta de repente. Las dos la miramos, y Elena me mira a mí.
— No, salimos las tres. - Digo convencida.

Nos despedimos del personal de la tienda y finalmente alcanzamos la Gran Vía. Hay un trasiego abundante de gente.

— Te acompañamos. - Le digo a Elena.
— Anda... que no... iros tranquilas, si tengo el coche ahí mismo. - Dice convencida mientras me besa a mí primero y después a Nay. – Pasadlo bien. Mañana te llamo, vamos a hacer Sevilla y Málaga, pero no sé si será la semana que viene o la siguiente.
— Vale. Iré al gim por la mañana.
— La leyenda del fitness... - Dice riéndose.
— Oye... - Le reclamo y nos reímos con ella.
— Avísame cuando estés libre... mañana, pasado o el domingo... no hay prisa... y a ti espero verte pronto. - Le dice finalmente a Nay. Le sonríe y aunque su piel la camufla, se sonroja.

Te reías como nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora