VI. Tarea

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Kagome aceptó la propuesta de Moroha para llegar hasta la playa donde el imponente barco celestial se encontraba anclado.
El tamaño era descomunal, no perderse dentro sería imposible pero su hija parecía saber lo que hacía.
Abriendo de par en par la puerta del aposento principal cual fue el asombro de encontrarlo vacío.

—¿Se fue?— sorprendió la más joven estudiando cada rincón con la mirada —No, me lo hubiera dicho.— murmuró para si misma despreocupándose

—Kirinmaru tenía heridas profundas ¿adónde podría ir en ese estado?— Kagome opinó que la vida del yokai era algo simple contrariando el poder que ejercía

—No se marchó, no dejaría a Rion sola mucho menos ahora.— intuyó la chica del moño

Claro, como no recordar que durante su estadía en el navío Kirinmaru encontraba consuelo en el silencio del trono.
Sin ninguna palabra Moroha corrió las puertas pintadas que daban a la sala.

Majestuoso, herido, silente.

Una bestia herida, recluida en su dolor, aquello fue lo que ella contempló cuando comenzó a entenderlo. Ahora y aquí, las situaciones se tornaban extrañas.

¿Cómo tratas a un desconocido que conoce tus secretos?

—De verdad buscas la muerte, deberías descansar.— reprochó ocultamente Moroha entrando

—No puedo quedarme quieto únicamente por heridas superficiales, si los humanos vinieran a buscarme ¿que derecho tendría a ser llamado rey celestial si no demuestro un poco de decoro?— contestó él aferrándose a su trono

—¿Debo reír o debo aplaudirte?— jugó con las palabras la princesa acercándose

El Daiyokai notó la presencia de Kagome entrando tras su hija, que aura potente desprendía el simple movimiento de caminar.

—¿Oh? La sacerdotisa de Shikon. ¿A que debo el honor de la visita de tu madre?— le preguntó a la azabache

—Fue mi idea que viniera conmigo, puedes culparme.— las manos de la cazadora abrieron el kimono del señor de las bestias con total libertad

Kagome resintió un poco la acción ya que normalmente no confiaría en él. Había tanto que enseñarle, sobre todo sería bueno hablarle sobre las actitudes ante personas o demonios como Kirinmaru.

—Resguardaré a mi hija cada vez que pueda, ahora que la tengo a mi lado no la abandonaré.— aseguró la severa sacerdotisa

—¿Piensa culparme por apartarme de ella? Señora, tiene que bajar y encontrar a Sesshomaru si desea hallar a quién la separó de su hija.— la sarcástica voz de este demonio resonaba por cada centímetro de la madera

—Detente, no vine aquí para provocar una guerra entre ustedes.— murmuró incómoda la muchacha observando las heridas sangrantes en ambos hombros

—Moroha insistió en venir muy a pesar de nuestras opiniones.— aclaró la humana fijando su atención a otro lado

—Te estás exponiendo demasiado.— susurró de regreso el yokai mientras la chica rebuscaba en su kimono rojo

—No puedo evitarlo, tenía que venir.— aclaró sacando un pequeño sobre de papel el cual rompió con sus uñas

El polvo fino se componía de distintas hierbas, sal purificadora, un poco de corteza del árbol sagrado con el fin de eliminar el efecto de Colmillo Explosivo.

Había cambiado, tal vez algo en la fisionomía, sus garras o también el poder que corría en sus venas se había diversificado. Esos rebeldes mechones negros como la noche misma se alargaron, de haberlo acariciado sus dedos sabrían exactamente cuanto creció. Guardando las apariencias se limitó a sonreír satisfecho de sentir su tibia presencia nuevamente.

Cuarto demonio, cuarto corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora