XI. Niebla

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Caía la tarde casi la noche cuando las aldeanas se colocaron al resguardo de las murallas mientras Moroha salió con sus instrumentos de trabajo de la casa común.

—¿Crees poder soportarlo?— le preguntó Moroha a la anfitriona entregándole a Myoga entre sus manos

—Descuide, cuidaremos bien de él.— asintió Niya despidiéndola

—Tenga cuidado ahí fuera, ama.— pidió la vieja pulga

—Vamos Ichiro, como fuiste tú quien me metió en este lío es justo que me acompañes a surcar los peligros.— aclaró la chica colgando a Kurikaramaru de su cintura

—Debería haber cerrado el pico.— renegó en un susurro el muchacho

—Consideralo un entrenamiento, cada vez que lo intentes mayores serán las posibilidades de mejorar tus ataques.— Moroha contó flechas antes de llevarlas a su espalda

—Si no puede empuñar una espada dudo mucho que salga vivo de esta tarea.— opinó Kirinmaru colocándose al lado de la cuarto demonio

—Maldición...— susurró el joven samurái hastiado por la poca fe puesta en él

—Deja de asustarlo, para eso estoy aquí y si no vas a ayudar no hables con tanta soltura.— aconsejó ella encaminándose a la salida del pueblo

—¿Que sucederá si la aparición es demasiado peligrosa?— tembló Ichiro abrazándose a su katana

—Descuida, a mi lado no debes temer.— sonrió la arquera

"Es una promesa compleja, ¿cómo está segura de poder vencer a lo que sea que le espera?" Dudó Kirinmaru sin decir palabra alguna

—Oh, por cierto, ¿en verdad crees que es buena idea pelear con tus heridas abiertas?— le preguntó inmediatamente luego de la idea

—He peleado en peores condiciones, no es por mí por quien debes preocuparte.— murmuró el Daiyokai cruzándose de brazos

—Bien, si así lo ves... en marcha.—

La cazarecompensas fue la primera en salir tomando la delantera.
El aire se sentía bien, normal para la hora del atardecer.

La última vez que la atacaron fue por arriba, observando al cielo preparó una flecha apuntando hacia el mismo.
Luego de un momento de espera aún se guardaba silencio y el cielo del atardecer caía con calma a los brazos de la noche.

—¿Hum? No percibo nada.— dijo la cazadora bajando el arco

—Tal vez nos presintió de alguna manera.— explicó Kirinmaru observando tras su hombro

La calma aparente guardaba el disfraz de la gran serpiente negra que salió del suelo levantando una nube de tierra consigo.

—¡Maldición! Nos emboscó.— renegó ella elevando el arco pero la serpiente pasó por su costado a gran velocidad golpeándola con la cola cosa que la hizo caer al suelo.

—¡Señorita Moroha!— exclamó Ichiro corriendo a ayudarla pero al pasar por completo el cuerpo del demonio expelió una espesa niebla oscura que dividió el espacio.

—Maldita...— gruñó el Daiyokai observando a la serpiente doblar su cuerpo para enfrentarlos de cara

El demonio animal no dudó en abrir las fauces escupiendo la misma niebla, volviendo a separar el suelo.
El soberano del alba cubrió su rostro con el brazo antes de recibir la fuerza de la corriente disipando el humo.

El cielo antes nocturno ahora era una horrible pintura púrpura que imitaba a la perfección los días de tormentas.
A la izquierda, un muro inexistente de niebla blanca, a la derecha otro de niebla negra.

Cuarto demonio, cuarto corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora