La niebla se levanta,
revelando mi cadáver
en la montaña
Matsuo Bashō─ Kentaro, Moa y Ando ─
(Territorio Tokugawa, Japón, año 1598)
1
Había llegado la media tarde. El sol ardiente brillaba con fuerza en el cielo; ni un soplo de viento se paseaba entre los árboles del bosque, pero al menos la sombra de sus copas pobladas les daba a los tres viajeros un poco de resguardo ante la impiadosa luz solar. Viajeros que llevaban más de 10 días de caminata en las montañas.
Moa, como era su costumbre desde que se unió a la aventura, caminaba varios pasos por delante de sus compañeros. Pero esa tarde de calor sofocante no hubo mariposas ni melodías alegres para musicalizar el viaje. Se volvió hacia los dos muchachos, bañada en sudor y agobiada por el aire caliente del monte. ¿Podemos descansar un momento? —preguntó, inclinando la cabeza hacia abajo en señal de petición y reverencia, con un tono de voz que revelaba su extenuación.
Ando se detuvo, pero Kentaro siguió caminando con la mirada fija en lo profundo del bosque. A unos cuantos pasos se detuvo, como si hubiera sentido algo que lo llamaba desde la densa vegetación.
—¿Sensei, está usted bien? —preguntó Ando con voz temblorosa.
Kentaro pidió silencio con autoridad, levantando la mano abierta hasta la altura del mentón. Unos instantes después, su mirada se volvió intensa y preguntó —¿Lo escuchan?
Moa recorrió con la vista los árboles, Ando observó en una dirección y en otra, pero ambos permanecieron sin poder dar una respuesta. El único sonido proferido en ese lugar era el abrumador canto de las cigarras.
Moa finalmente inquirió —¿Qué cosa?
Una sonrisa enigmática se dibujó en el rostro de Kentaro, se acercó con rapidez hasta Moa y la cargó sobre sus brazos.
La muchacha del susto lanzó un grito. El joven samurái comenzó a correr con ella en brazos, siguiendo el mismo camino que antes. Ando, sin entender lo que sucedía, se puso a correr detrás de ellos, siguiendo les el paso. La joven, por el miedo de caer, se sujetó con fuerza a la espalda de su amigo, giró la cabeza y miró hacia adelante; logró ver que al final de los árboles se hallaba un torrente, un río impetuoso, y a medida que se acercaban, el sonido del fluir del agua se hacía cada vez más intenso.
La cuenca del agua era de piedras lisas, con un despeñadero a cada lado que variaba en altura de un modo considerable río abajo. Una vez que llegaron a la orilla, el joven samurái soltó su katana, dejándola caer al suelo.
—¡No, Kentaro-kun, pueden ser aguas profundas! —Gritó Moa, pero podía observarse a través del cristalino fluido que el canal no superaba el metro y medio de profundidad, lo que revelaba un lecho de piedras y guijarros suaves
Kentaro saltó al río con Moa en brazos, ella gritó hasta que ambos se sumergieron. Luego él sacó medio cuerpo y se puso a gritar de alegría, alzando los brazos al aire con un gesto triunfal. La joven braceó con fuerza contra la corriente, luchó un poco por hacer pie en el lecho de piedras. Finalmente, logró estabilizarse y se acercó a su amigo, abrazándolo por la espalda nuevamente, como si no quisiera soltarlo nunca más.
—¡Ahí te voy Suijin!—fue lo que Ando gritó al saltar hacia el agua, y al caer produjo una ola que salpicó justo en la cara de sus compañeros de viaje. Su maestro tragó un poco de agua de forma involuntaria, y comenzó a ahogarse y a toser desesperadamente. Moa de inmediato se puso a darle palmadas suaves en la espalda, tratando de ayudarlo a escupir el agua que tenía atorada, mientras le hablaba con voz calmada para tranquilizarlo.
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El Espíritu de Chronos
Science FictionUna historia de amor y odio a través del tiempo. ¿Creerías que el futuro de tu descendencia puede modificar el pasado de tus ancestros? Al igual que en una telaraña idílica, cuyos hilos confluyen hacia el centro, las diversas historias dentro de...