"Desnudar el sin razón que modeló nuestras vidas,
parece ser causa perdida"
Otro día para ser
Hermética─Tama─
(Nueva Buenos Aires 05/10/2216)
1
Tama despertó a mitad de la noche, le llevó unos instantes reconocerse despierta. Movió la mano por encima de la mesa de noche buscando su Ptolem, durante varios segundos recorrió toda la superficie sin encontrar el dispositivo, pero estaba segura de que lo había dejado justo ahí antes de dormir.
—Luces —. Le ordenó al dormitorio encendiera la luminaria artificial, pero el dispositivo de la habitación no respondió al comando.
—Habitación, quiero que prendas las luces, por favor —. Sin embargo, el asistente del dormitorio permaneció en silencio, sin siquiera emitir el mensaje de "orden no identificada" que solía decir cuando se le solicitaba un comando fuera de su programación..
En medio de la negrura y el silencio el aire del lugar se tornó más denso, y que la joven comenzó a experimentar temores que nunca antes había sentido. No era habitual que la habitación no ejecutara una orden.
—Bicho, iluminate —le ordenó a su Ptolem, intentando que encendiera la luz de su pantalla.
—Bicho —repitió con voz temblorosa—, vení hacia mí y alumbrá todo alrededor de la pieza.
Uno a uno los segundos fueron transcurriendo sin que el dispositivo diera una respuesta. Tama se sentó en la cama, apoyando la espalda en la cabecera, mientras el miedo crecía en su interior.
—¿Bicho?
Intentó escrutar la oscuridad que la rodeaba, y mientras sus ojos se adaptaban, comenzó a distinguir los contornos de los objetos. Fue entonces cuando vio la figura en pie en uno de los rincones frente a la cama, una sombra viviente que la observaba en silencio. Tama ahogó un grito de susto, apenas audible.
Con un espasmo de miedo, Tama se aferró a las sábanas con fuerza, intentando contener el grito que pugnaba por salir de su garganta. La inspiración larga y temblorosa fue lo único que logró escapar, un susurro desesperado que se perdió en el silencio.
—No tengas miedo, no te voy a lastimar —susurró la figura de ébano, su voz baja y rasposa como el crujido de una hoja seca. Pero Tama no se calmó, su instinto de supervivencia la impulsó a volver a gritar:
—¡Mamá! —exclamó, sin meditar un solo instante que su madre sería incapaz de ayudarla ante alguna amenaza, cualquiera fuese —¡Ayuda!¡Alguien!
El espectro ennegrecido se desvaneció en la penumbra, pero antes de desaparecer completamente, dijo —Luces—, y el dormitorio se iluminó de repente. La voz del parlante en el ángulo resonó: «Bienvenida a tu habitación, Joven Tamaho, Maddre vive». Tama permaneció en silencio, mirando fijo el rincón donde había visto la figura, pero no había nadie. Tras un momento de reflexión, se convenció de que había sido solo una pesadilla, y que en la delgada línea que separa los sueños de la realidad confundió ambos mundos. No era la primera vez que tenía sueños tan vívidos, como aquel en el que fue un samurái, o ahora, con el espectro. La línea entre la fantasía y la realidad se había vuelto borrosa.
—Bicho, vení —el Ptolem de inmediato se iluminó en el suelo a un costado, y se elevó un metro para levitar, luego respondió «A tus ordenes, Tama».
—Revisá los historiales de las dos puertas y de todas las ventanas de la casa. Quiero saber a qué hora se abrieron y cerraron por última vez —ordenó la joven.

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El Espíritu de Chronos
Ciencia FicciónUna historia de amor y odio a través del tiempo. ¿Creerías que el futuro de tu descendencia puede modificar el pasado de tus ancestros? Al igual que en una telaraña idílica, cuyos hilos confluyen hacia el centro, las diversas historias dentro de...