Tama (2)

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"Y tal vez ahora, esté aquí presente,
mientras una Sony nos pasa Chiqué,
alguien allá en Tokyo, elegantemente,
baile a lo 目賀田 sin saber quien fue.
Alguien allá en Tokyo, elegante mente,
baile a lo Megata,
sin saber quien fue"
A lo Megata
Edmundo Rivero


Tama ─

(Territorio desconocido, xxxxx, año xx/xx/xxxx )

1

Tama recobró la conciencia, tendida en el suelo en medio de una oscuridad absoluta. Permaneció inmóvil durante minutos que parecieron horas, sin poder entender qué pasaba. Sentía su cuerpo apoyado sobre un lecho de piedras húmedas y el olor a tierra mojada que llenaba sus pulmones. Cada vez que abría los ojos, su visión giraba como una rueda descontrolada y su cabeza era un torbellino de confusión.

Mantuvo los ojos cerrados, intentando calmar su mente y comprender lo que pasaba. Un suave murmullo de agua llegó a sus oídos, seguido por el resto de los sonidos del lugar. Movió una mano y sintió la suavidad del agua en la punta de sus dedos, con un frescor que envolvía su piel. A medida que su mente se despejaba, la confusión y el miedo empezaron a crecer en su pecho. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado allí? La tranquilidad del agua corriendo fuera contrastaba con la tormenta que se desataba dentro de ella.

Abrió sus ojos, respiró profundo e intentó ahondar su mirada en lo que tenía frente a ella. Era el cielo nocturno, con la luna llena coronándose en la infinita oscuridad salpicada de estrellas.

Se sentó, y el agua a su alrededor apenas le cubría los tobillos. Era el borde de un arroyo de unos veinte metros de ancho, y gracias a la luz de la luna, podía verse la orilla contraria, cubierta de vegetación y árboles que se reflejaban en el agua tranquila

Un dolor insoportable en la cabeza la golpeó de repente, lo que la hizo comenzar a gritar. El dolor no cesaba ante los gritos, era una aflicción física intensa, que jamás se hubiese imaginado que existía. Intentó levantarse, pero los mareos la hicieron caer al suelo, golpeando contra las piedras y provocando más gritos de dolor.

Tama tras mucho esfuerzo consiguió ponerse de rodillas. Luego exclamó: —¡La puta madre!—. La sorpresa la invadió al escuchar su propia voz, torpe y con un timbre grueso que resonaba en su pecho, no en su cabeza. Nunca había sentido su voz vibrar tan abajo. Confundida, llevó las manos al cuello y descubrió una extraña protuberancia. Rápidamente, las alejó, dejándolas abiertas a un lado.

De inmediato entendió que algo no estaba bien. Se miró bajo la luz de la luna y vio que llevaba puesta una hakama, la misma ropa que su madre le hacía vestir cuando era niña, en los actos de la colectividad japonesa. Siempre había pensado que esa ropa era cómoda, pero con un diseño poco estético. ¿Pero por qué estaba vestida así? Alejó sus manos de la ropa para observarlas y notó que eran diferentes, más gruesas y grandes.

Con desesperación comenzó a recorrer su cuerpo con las manos, descubriendo que sus brazos, hombros, pecho y abdomen también eran diferentes. Se detuvo un momento, dudando, antes de tocar sus partes íntimas. Al hacerlo, el impacto fue total: tenía un pene entre sus piernas. La sorpresa la dejó sin aliento, se tapó la boca con una mano mientras que con la otra exploraba sus genitales. ¿Cómo había sucedido esto? ¿Era esto realmente su cuerpo? La sensación de irrealidad la envolvía.

De inmediato empezó a repetirse a sí misma: —Tranquila, Tamita'—, sacudiendo sus manos como si intentara quitarse de ellas algún tipo de suciedad. —Tranquila..., Ta... mita... —. Se detuvo abruptamente al volver a darse cuenta del tono de voz, más grave, más profunda.

El Espíritu de ChronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora