-Prefacio-
(un lugar en el universo, en el tiempo, desde un corazón)
1
Hace aproximadamente 13.800 millones de años, en medio de la nada, ocurrió un evento único y extraordinario. Un punto infinitesimal, conocido como singularidad, contenía el potencial para crear la existencia, y con ella la energía, la materia, el espacio y el tiempo. Este punto se expandió; dando origen al universo. Este vasto, enigmático e infinito caos, donde ahora nos encontramos encerrados, sin saber casi nada de él.
Tras este evento, que los humanos llamamos: Big Bang, el vacío se llenó de Protones que se desplazaban a velocidades abrumadoras, chocando entre sí en plena gestación del universo. En este torbellino de partículas, los Protones se convirtieron en los protagonistas de una nueva historia. Y a su lado, una fracción aún más diminuta de materia los comenzó a orbitar, los Electrones. Aproximadamente 380.000 años después, en plena época de recombinación, los Protones y Electrones formaron el primer conjunto atómico posible, el átomo de Hidrógeno, el elemento más abundante y vital del universo.
A medida que los primeros 400 millones de años transcurrieron, la gravedad desempeñó un rol fundamental en la configuración de la materia, acoplando a los átomos de Hidrógeno en gigantescos cúmulos que, ante la increíble presión de sus núcleos, comenzaron a irradiar luz. Y así nacieron las estrellas, y con ellas ese universo temprano ahogado en la oscuridad, poco a poco, se llenó de destellos resplandecientes en todas direcciones, convirtiendo el espacio en un paisaje radiante, el más bello de la existencia.
A medida que la presión en el corazón de las estrellas crecía, impulsada por la gravedad, los átomos de Hidrogeno se fusionaron, creando átomos de Helio. Y así, las estrellas se convertirían en autoras de la historia cósmica, transmutando el Helio en elementos aún más nobles como el Litio, Berilio, Carbono y Nitrógeno.
Durante los siguientes 200 millones de años, las estrellas, crearon uno a uno todos los elementos que hoy componen la tabla periódica, es decir, toda la materia conocida y observable. La misma que integra la esencia de todo lo que nos rodea, pero sobre todas las cosas: la materia que constituye cada parte de nuestro cuerpo.
Por eso siempre me gusta decir, por más cursi que suene, que todos nosotros somos un pedacito de estrella.2
De entre todos los astros que integran nuestra galaxia, la Vía Láctea, hay una enana amarilla muy especial, seguramente la más especial de todas. Con ocho planetas, dos planetoides y un centenar de cometas y asteroides en órbitas elípticas, que los llevan a danzar alrededor del sol en una coreografía celestial sin fin.
En uno de los planetas que orbitan esta estrella aconteció un hecho casi inentendible, hace 4.000 millones de años. El calor volcánico de las aguas aunado a la radiación del Sol (la enana amarilla especial), dieron lugar a la aparición de una estructura química simple, pero a su vez compleja. Dicha estructura de proteínas una vez constituida buscó, por alguna curiosa razón, replicarse a sí misma. Para dejar de ser la única forma de vida solitaria y microscópica del planeta.
Nadie sabe por qué surgió la primera forma de vida en el planeta Tierra, ni por qué tuvo el impulso de crear otro organismo similar. Pero si me preguntan, tengo una teoría que calma la incertidumbre en mi cabeza: creo que todo ser vivo necesita de otra forma de vida para dar testimonio de su propia existencia. Como no soy químico ni biólogo, me atrevo a imaginar que si esa bacteria, solitaria y primitiva, no hubiese buscado compañía, ninguna otra forma de vida hubiese llegado a existir jamás. No solo las bacterias, sino también el plancton y los peces en el mar, la vegetación en todas sus formas, los insectos que se arrastran por el suelo y las aves que surcan por el cielo. Y tampoco nosotros, los seres humanos; que amamos y odiamos, reímos y lloramos, soñamos y morimos. Al igual que esa primera forma de vida en el mar, estamos en estado permanente búsqueda de alguien que sepa, a fin de cuentas, que también estamos vivos.
Esta historia se trata de eso, de personas que buscan a otras personas, ya sea cerca o lejos, incluso a siglos de distancia. Tal vez buscan a alguien con quien compartir sus futuras experiencias, o alegrías y desdichas, pasiones y temores. ¿O será acaso que, al igual que la mayoría, solo buscan de la calidez de otro ser humano dispuesto a escucharlos?
3
Estoy seguro que, mientras nuestros corazones sigan latiendo, todos estamos en busca de algo. Algunos persiguen satisfacciones mundanas, otros buscan recompensas espirituales, en creencias o actividades recreativas como la lectura. Y hay quienes, sin posibilidad de consuelo, se esfuerzan por encontrar la respuesta a la pregunta por el sentido de este universo, inaugurado hace 13.800 millones de años, y que algún día también dejará de latir.
Hay quienes afirman que la respuesta al sentido de todo se encuentra en otro ser humano. Muchos de los personajes de esta obra lo creen. A diferencia de mi que, honestamente, nunca supe con certeza en qué creer y en qué no.
No faltarán quienes noten la abrumadora contradicción de creer que la respuesta a la vida es otra vida. Pero, si no es así, ¿por qué una solitaria bacteria en el medio del mar se replicó a sí misma para no estar sola?
Puede ser que los humanos también busquemos esa misma trascendencia; la idea de dejar una huella impresa en la arena, para que otros la vean antes de que desaparezca. Y conseguir así, por un breve periodo de tiempo, pertenecer a la posteridad. Puede que sea a través de los hijos, y tal vez, para aquellos que, como yo, no fuimos convocados por el destino a ser padres, encontrar esa trascendencia en las cosas que sentimos, decimos y finalmente escribimos.
No sé si con un simple texto se pueda trascender, y superar así al tiempo y a la nada. Pero creo que vale la pena hacer el esfuerzo de escribirlo. Esta creencia es la principal motivación por la cual un hombre como yo, triste y solitario, decide sentarse por las noches a escribir lo que le susurra el corazón.
Porque si el olvido tarde o temprano nos arrastra a todos, deberíamos tratar al menos de no merecerlo.
Bienvenido estimado lector, esto es El Espíritu de Chronos.
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El Espíritu de Chronos
Science FictionUna historia de amor y odio a través del tiempo. ¿Creerías que el futuro de tu descendencia puede modificar el pasado de tus ancestros? Al igual que en una telaraña idílica, cuyos hilos confluyen hacia el centro, las diversas historias dentro de...