"Vuelvo vencido a la casita de mis viejos,cada cosa es un recuerdo que se agita en mi memoria"La Casita de mis ViejosEnrique Cadícamo
─ Tama ─
(Nueva Buenos Aires 04/10/2216)
1
La cápsula hospitalaria descendió en la entrada del Barrio-41 y se estacionó sobre la plataforma, junto a las aceras. La puerta se abrió, permitiendo que Tama saliera. Al igual que las ambulancias de siglos atrás, las cápsulas hospitalarias transportaban a los pacientes heridos al hospital y los devolvían a sus hogares una vez recuperados y dados de alta
Luego de bajar, Tama se estiró, extendiendo los brazos y ladeando la cabeza. Algunos de sus huesos tronaron con el movimiento, revelando el malestar del viaje, que había sido incómodo debido a las dimensiones reducidas del vehículo.
Por el altavoz de la cápsula, una voz automatizada pronunció la siguiente frase «Precio del viaje: cinco octavos de Mérito».
—¡¿Eh?! —exclamó ella, sorprendida.
Aprovechó que la puerta del vehículo aún estaba abierta, entró y revisó el tablero de información junto a la puerta. El display indicaba que se habían descontado cinco octavos de su cuenta personal, quedándole solo siete Méritos con tres octavos.
La joven volvió a salir, enfurecida por lo dispendioso del viaje. —¿Cinco Octavos?¡Que choreo! —dijo negando al aire con la cabeza y el ceño fruncido. «Su queja será elevada a las autoridades para ser evaluada», respondió el altavoz de la cápsula mientras la puerta se cerraba. «Muchas gracias por haber viajado con nosotros, Miura Tamaho, esperamos que se recupere lo antes posible. Maddre vive». El Vehículo encendió sus turbinas y se elevó para emprender el viaje de regreso al centro de salud.
Tama dio media vuelta, aún molesta por lo recién sucedido, y se dirigió hacia su casa, ubicada en uno de los edificios lindantes del barrio. Esto era beneficioso por dos motivos: primero, porque en el hospital le había ordenado reposo y mínima actividad física. Segundo, porque un trayecto breve reducía las posibilidades de encontrarse con algún vecino curioso o chismoso, que la detuviera para preguntarle qué le había sucedido.
2
Al llegar al edificio comenzó a subir por la escalera de metal corroído en forma espiral que conectaba los departamentos. Cada paso hacía rechinar los escalones. En el primer descanso vio a un grupo de chicos reunidos en una esquina del corredor, los mismos que por las tardes se juntaban a holgazanear y a hacer comentarios a las chicas que pasaban. Tama nunca se libraba de recibir algún comentario, generalmente obsceno, de parte de ellos. Entre los chicos estaba Gaspar, un joven del barrio que a ella le gustaba. Aunque nunca habían intercambiado más que saludos esporádicos, sentía atracción por él desde hacía cinco años, cuando se mudó al vecindario con su madre.
Tama sintió vergüenza al reconocerlos, así que aceleró el paso por los escalones.
Uno de los chicos, al escuchar el barullo de los escalones y verla subir rápidamente con la cabeza vendada, se volvió y le gritó:
—¡Hey, China!¿Qué te pasó?
Los demás se volvieron hacia la escalera, y ella, a pesar de la vergüenza, aminoró un poco la marcha.
—Me caí.
—¿De donde te caíste? —Preguntó uno.
—¿Cómo te caíste, China? —Preguntó otro.

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El Espíritu de Chronos
Science FictionUna historia de amor y odio a través del tiempo. ¿Creerías que el futuro de tu descendencia puede modificar el pasado de tus ancestros? Al igual que en una telaraña idílica, cuyos hilos confluyen hacia el centro, las diversas historias dentro de...