Valeria (2)

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"come on baby, light my fire,
try to set the night on fire"
Light my fire
The Doors

Valeria y Herrera─

(Nueva Buenos Aires 04/10/2216)

1

La tarde se desplomaba en una grisura opresiva, la lluvia caía con una intensidad implacable y el viento siseaba entre las gotas. Valeria se acercó con temor, con el corazón acelerado, hasta el cordón policial que rodeaba el perímetro de la antigua fundidora de acero, que ahora era solo un edificio vacío, en ruinas y olvidado. Desde el lado exterior de la barrera holográfica, los centinelas pentápodos custodiaban el paso con una postura inquebrantable.

La joven, completamente empapada, llegó a la entrada de la fundidora con su antiguo paraguas de mano inservible. El viento lo había volteado a mitad de camino, pero ella seguía aferrada a él, sin notar lo ridículo de su situación. Los nervios la dominaban y le impedían pensar con claridad. En ese momento, dos centinelas se interpusieron en su camino, bloqueando su avance.

—«Señorita, no puede ingresar, esto es un cerco policial. » —Dijo uno de los centinelas, con severidad.

—Lo sé —respondió ella, mientras sacaba su Ptolem del interior de su abrigo, con manos temblorosas—. Soy la oficial Ramona Suarez, del Departamento de Ambiente.

Los centinelas se quedaron en silencio mirando la aero-proyección del Ptolem, que contenía los datos que Valeria les proporcionaba. El corazón de ella se agitaba cada vez más fuerte..

—«Oh, lo sentimos oficial —respondió el otro centinela, con amabilidad—. Puede ingresar. No tome en cuenta nuestra intromisión».

—No se preocupen, por favor —contestó Valeria, su voz se quebraba de intranquilidad. —Solo cumplen su trabajo. Permiso, y que tengan buenas tardes.

Pasó entre los dos centinelas, intentando aparentar calma, aunque el terror la consumía por dentro..

2

En el interior de la acería, la luz de los reflectores se derramaba en las paredes de acero oxidado, dibujando un laberinto de sombras y luces. Los caminos estrechos y serpentinos se iluminaban con la frialdad de una luz blanca, que guiaba a Valeria hacia los distintos sectores, donde diversos grupos de la policía que trabajaban. El ruido de las máquinas y el murmullo de las conversaciones llenaban el aire. La muchacha, sumida en su timidez, se perdía en medio de la frenética actividad de la investigación.

—¡Valeria! —Era la voz del oficial Herrera, cerca de una de las columnas de la enorme fábrica. Estaba junto a otras cuatro personas. Hizo unos gestos indicando que regresaría después, a lo que los demás asintieron y prosiguieron con sus conversaciones.

Herrera se acercó a Valeria, que se detuvo al escuchar su nombre.

—¿Cómo andás? Que bueno que pudiste pasar sin problemas —comenzó él.

—¿Cómo me vas a llamar por mi nombre real, pelotudo?¿Qué querés, que me descubran? —respondió ella por lo bajo con cara de enfado.

—Ah, cierto. Perdón.

—Tuve que usar un Ptolem hackeado para poder entrar, con una identidad inventada que caduca dentro de dos horas. Tuve que hacer todo esto porque insististe en que tenía que venir.

—Como te dije cuando te llamé, si querés investigar bien este caso es necesario que veas las pruebas con tus propios ojos. Porque toda información recopilada es clasificada de inmediato —. Herrera guardó silencio y miró en todas direcciones para asegurarse de que no había nadie cerca que los escuchara —Las autoridades toman el caso de Nodriza como un virus, como un germen, y evitar que la información sobre ella llegue a la gente es como, diríamos, poner a la población en cuarentena.

El Espíritu de ChronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora