-Tama-
(Nueva Buenos Aires - 04/10/2216)
1
Después de almorzar las milanesas de berenjena, Miyoshi se retiró a su habitación. Mientras tanto, Tama se ocupó de lavar la loza y luego se reunió con su madre en su habitación para recortarse a su lado. Era habitual que pasaran las tardes sumergidas en el mundo de las viejas cintas del siglo XX y XXI. Esa tarde, eligieron ver El mago de Oz, y la dulce voz de la joven Judy Garland arrulló a Tama hasta llevarla suavemente al sueño.
Unas horas después, la muchacha despertó y, con un gesto ya automatizado, miró a su alrededor en busca de su Ptolem. Era un hábito inconsciente, fruto de la costumbre.
—¿Dormiste bien? —Preguntó la madre.
—Qué boluda, me olvidé que perdí el Ptolem —respondió Tama, golpeándose la frente.
—Esla costumbre.
—Que tortura van a ser estos días sin el Ptolem.
—Si querés, entrá al nexo desde el mío —sugirió la madre, estirando una mano hacia el aparato flotante.
—¿Cuándo termines de ver lo que estás viendo? ¿Qué es? —preguntó la adolescente, curiosa.
—Casablanca.
—¿Nola viste como cien veces ya?
—Si, pero me encanta. Y el final me conmueve.
—¿Porque Humphrey Bogart era un viejo sabroso? —bromeó Tama.
—¡Ay no, nena! Porque el protagonista deja ir al amor de su vida con tal de hacer lo correcto —explicó Miyoshi.
—Es una alegoría de la Segunda Guerra Mundial, mamá, pura propaganda. Ya te conté que tuve una clase sobre eso en la escuela. Al igual que todas las películas que se hicieron durante la Tercera y la Cuarta.
—Bueno, pero ésta me gusta.
Tama se sentó al borde de la cama y entre bostezos puso sus pies en las pantuflas.
—¿Caliento el agua para tomar unos mates? Tuve un sueño en el hospital que te quiero contar.
—Obvio, mona—miró a su hija con ojos afectuosos—, siempre podés contarme todo.
Tama rodeó la cama y se sentó al lado de su madre, para después abrazarla con cariño. —Te quiero, viejita —dijo, besándole la mejilla repetidamente con fuertes muacks.
Cuando la joven dejo de abrazarla cerró los ojos con fuerza, sus dolores volvieron. Miyoshi posó su mano derecha en la frente de Tama y comenzó a acariciarla con el pulgar, mientras susurraba —Sana, sana, colita de rana.
La muchacha se rió entre quejidos y respondió:
—痛いの痛いの飛んで行け
Miyoshi entrecerró los ojos por unos segundos, quitó su mano de la frente de su hija para luego tomarla de la mano con cariño —Mona, ¿no buscaste el reloj de tu padre?
—Lo busqué, mamá. No sé donde puede estar —respondió la joven, cerrando sus ojos y echando la cabeza hacia atrás, abanicando suavemente de abajo hacia arriba.
—¿Buscaste abajo de tu cama? —Insistió la mujer.
—¿Cómo va a estar abajo de mi cama? Hay solamente cajas vacías abajo de mi cama —esta vez frunció el seño e hizo montoncito con los dedos.

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El Espíritu de Chronos
Science-FictionUna historia de amor y odio a través del tiempo. ¿Creerías que el futuro de tu descendencia puede modificar el pasado de tus ancestros? Al igual que en una telaraña idílica, cuyos hilos confluyen hacia el centro, las diversas historias dentro de...