Kentaro (1)

21 9 5
                                    

星の夜に
友と歩く、仲間
道の明り
無名

Kentaro─

(Territorio Tokugawa, Japón, año 1598)

1

La insondable oscuridad bañaba cada rincón del bosque de Tomisaka, y en el cielo la luna y el centelleo de las estrellas interrumpían la negrura infinita.

En medio del bosque, rodeada de árboles, había una cabaña que mostraba signos evidentes de haber sido abandonada años atrás. Bloques de sobresalientes de madera y tablas rechinantes en el suelo, que presentaban diversas grietas producidas por el envejecimiento de la madera. En el techo faltaban varios bloques de paja, dejando huecos que oficiaban de improvisadas lucernarias. A primera vista, solo el cortinado de bambú de la puerta parecía haber presentado resistencia al deterioro.

Aunque era de noche el calor del verano no daba tregua a ningún ser vivo, despierto o dormido, y la opresiva humedad del aire era musicalizada por el incesante coro de grillos nocturnos y cigarras. Aunque dicho concierto fue interrumpido durante un instante por Kentaro, que dio un grito desgarrador al despertar de una tormentosa pesadilla. Agitado, sudoroso y con el torso desnudo se sentó de inmediato en el mismo suelo antes dormía, intentando en vano discernir la realidad a su alrededor, en medio del intersticio del sueño y la vigilia.

—Tranquilo —le dijo Moa, que descansaba cerca de él y despertó cuando lo oyó—, fue otro sueño malo, nada más.

Hacía varios días desde que Kentaro comenzó a tener pesadillas por las noches. No lograba recordarlas luego de despertar, pero le dejaban una angustia profunda que no conseguía abandonar durante el resto del día, ni siquiera cuando se sumergía en otras preocupaciones.

Ando era la tercera persona que dormía en la cabaña, su reposo también fue interrumpido con el grito. Se frotó los ojos y luego miró a través de uno de los huecos de las paredes, al observar la oscuridad que aún reinaba fuera dijo con voz tenue y ronca —Aún no amanece.

Kentaro volvió a recostarse, cerró los ojos y apoyó su antebrazo derecho encima, su respiración temblorosa era la viva prueba de su atribulado corazón. Moa se acercó hasta quedar de rodillas a su lado, sobre las tablas rechinantes y agrietadas, posó sus manos cerradas en su propio regazo y dijo —Vuelve a dormir, Kentaro-san, yo iré al bosque y traeré algunas ramas con hojas para abanicar. Tal vez tus malos sueños se deban al calor .

Kentaro apartó el brazo de sus ojos para mirarla.—Moa-chan, es peligroso caminar sola en la oscuridad, es peligroso. 

—Aún así, Kentaro-san, es necesario que puedas dormir bien.

—Mejor empecemos a preparar todo para irnos, mejor empecemos. Para emprender el viaje antes de que el sol se eleve.

Los tres adolescentes emprendieron la marcha por el bosque antes de que el sol se levantara en el horizonte. El destino era el templo de los Asahi-ikki, al otro extremo del territorio. Era una empresa difícil de conseguir, puesto que debían llegar evitando caminos transitados y los lugares poblados, a fines de evitar ser vistos. Kentaro lideraba la travesía, él había comenzado el viaje días atrás luego de enviar una carta a uno de los monjes solicitando asilo. Su objetivo era encontrar protección dentro del templo, lejos de sus perseguidores, los hombres de Yukimura, soldados de un poderoso clan que lo buscaban para matarlo.

El otro muchacho era Ando, hijo de un ceramista. Desde niño había trabajado llevando mercancía en un carro de mano de un pueblo a otro en las ferias semanales. Fue durante uno de esos viajes que conoció a Kentaro, y decidió unirse a su periplo, con el propósito de abandonar la carga que pesaba sobre su vida. Una carga que no era solo el peso de las vasijas.

El Espíritu de ChronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora