Desde aquella discusión, Gael evitó encontrarse con su hermana; y de eso hacía ya más de cinco meses, y pese a ello, Alexa seguía tocando a su puerta. Era la única que recordaba que él existía.
***
Oliver no pudo concentrarse en el juego de mesa por culpa del peludo ocupante de su regazo. Transcurría el tiempo y el amigo de cuatro patas de Abby seguía inmóvil.
Después de lanzar los dados, tomó la figura del gato y permaneció pausado con la mirada fija en el vientre del animal.
—¿Mamá?
Ese interrogante sonó en su cabeza en compañía de la imagen de la rendija de una puerta abriéndose lentamente. Allí estaba ella, su mamá, tirada sobre la cama, con una expresión de cansancio. Era extraño verla tan tranquila, al menos para Oliver, quien estaba acostumbrado a sus gritos.
—¿Oliver, sucede algo?
La dulce voz de Abby le regresó al presente. Recordar nunca dejaría de doler, ni podía imaginar esa posibilidad, pero ahora podía captar la imagen de Abby, la que le transmitía consuelo.
De forma distraida, Oliver avanzó siete casillas, y el ceño se le arrugó cuando se percató de que había dos casas en la casilla roja donde había caído.
—Así es, mi querido Oliver, —Abby apoyó los codos en el regazo, luciendo aire de satisfacción —me diste la tarjeta que me faltaba a la ligera, y ahora comenzarás a pagar las consecuencias.
Abby soltó una risa traviesa mientras se ventilaba con su exprimida faja de notas, mientras observaba a Oliver contando el dinero que le debía pagar. A causa de la mascarilla, Abby no podía verle la mitad del rostro, pero la minúscula arruga que se formó en su ceño delató su pequeño grado de frustración.
Oliver la miró de nuevo y encogió los hombros.
—Así que te da igual. Eso piensas ahora, pero tú no sabes lo que es perder veces sin cuenta. Créeme que sé de lo que te hablo.
Tomó el dinero que Oliver le tendió y lo juntó a lo poco o nada que tenía haciendo cuestión de verse satisfecha.
El juego prosiguió en un agradable silencio, apenas roto por algún chiste o risa de Abby cada cierto tiempo. Sin darse cuenta, Oliver dejó de prestarle atención al juego, e incluso se olvidó del animal que descansaba, y todo porque le parecía ciertamente agradable observar el rostro de la joven.
—Oliver, te toca —le indicó.
La confianza que Oliver tenía en aquel instante estuvo a punto de quebrarse, pues pensó que aquella era una indirecta para que dejara de mirarla.
—Si caes en uno de mis hoteles, te dejo alojarte gratis por una vez —le dijo Abby con una sonrisa de oreja a oreja.
¿Existía una regla que permitiera perdonar una deuda? Se cuestionó Oliver mirando el folleto de las reglas, el cual estaba junto a la caja del juego.
El juego estaba a favor de Abby; ya poseía hoteles en las tarjetas naranjas y en las rojas, además, tenía las cuatro estaciones y dos casas en cada casilla azul oscura, y por su parte, Oliver apenas poseía hoteles en las tarjetas azules celestes, tres casas en cada amarilla y varias tarjetas hipotecadas.
A Oliver no le importaba perder, sin embargo aquella cuestión de si era legal o no perdonarle la deuda le tenía inquieto, por lo que que estiró el brazo para coger el folleto, pero como no lo alcanzaba tuvo que alzarse,
Segundos después, un sonido de dolor le escaló por la garganta, a causa de las afiladas uñas del felino que se clavaron en su regazo.
Oliver empalideció, no por el dolor, si no por el susto, y Garfield saltó de su regazo y se sentó en el suelo.
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Por favor, mátame o ayúdame [Completa]
RomanceOliver es un joven que tiene una quemadura en su rostro y que sufre de bullying por parte de tres de sus compañeros. Sin embargo, aunque la quemadura les sirve para insultarle, esa no es realmente la causa por la que lo atormentan, al menos no por p...