Oliver abordó el vehículo, colándose entre la fila de asientos que ocupaban los alumnos. Tenía la sensación de que sus compañeros se arrimaban los unos a los otros, evitando que un solo roce con él se hiciera presente.
Halló un asiento vacío junto a una compañera que le pareció que estaba escuchando música por los toquecitos que producía con sus pies, como si estuviera marchando el ritmo.
Pensó en escuchar también algo de música, así que tocó el bolsillo de su polera, deparándose con la ausencia de su MP3. La imagen de Alexa destrozándolo le asaltó de inmediato, en compañía de sus palabras y el balanceo de los audífonos ante sus ojos, que como una imagen, invocaban a su madre muerta.
Se encogió en el asiento, forzándose a olvidar. Buscó centrarse únicamente en el trote del vehículo. En el ruido que formaban las voces. En todo con tal de olvidar.
Después del viaje de unos cuarenta minutos, Oliver descendió del transporte.
—¡Hasta mañana, Oliver! —exclamó Alexa, en pie frente a las escaleras traseras del vehículo —¡Espero te sientas mejor!
El joven hizo sus manos puños en el interior de los bolsillos de su abrigo y siguió caminando, fingiendo que no le importaba. Que aquella chica no le dañaba en lo más mínimo, cuando en realidad siempre lograba hacerle padecer un nuevo dolor. No con sus golpes si no con sus palabras.
Entró en el edificio en donde vivía en compañía de una ráfaga de viento frío que cargaba consigo varios copitos de nieve, una evidencia de que una nevada estaba a punto de hacerse presente.
—Buenas tardes, Oliver.
Halló a su tía en la cocina, ocupada, pendiente de la comida que estaba cocinando en una cacerola.
—Hola —su voz apenas se hizo presente en el ambiente.
Sin nada más que decir se dirigió a su habitación, donde se despojó de su mochila tirándola al suelo. No podía mentir. No a sí mismo. Estaba cansado del dolor. De sufrir en silencio, pero era mayor su sentimiento de culpa. Saber que era la desgracia de no solo una persona, sino de varias.
Se llevó las manos a la cabeza, víctima de las palabras de Alexa. De su afirmación de que él era el culpable de la muerte de su madre. No recordaba haber sido el hijo molesto que ella aseguraba que él había sido, pero como si Alexa tuviera el poder de incrustarle recuerdos falsos, Oliver había comenzado a pensar en que quizás sí había sido un hijo imposible de soportar y que por ello había merecido todos y cada uno de los maltratos por parte de su madre.
Las repetidas veces que Alexa le deseó la muerte arremetieron fuerte contra su mente, robándole las fuerzas para seguir en pie. Se derrumbó en una esquina de la habitación. Iba a terminar enloqueciendo.
La quemadura en su cara le picaba tanto que se vio en la obligación de arrancarse la mascarilla y clavó las uñas en su mejilla, apreciando la textura horrible de su piel.
Deberías tan solo morirte.
Ella tenía razón. Alexa tenía toda la razón.
¡Por tu culpa mi vida es una mierda!
Su madre también era dueña de la razón. Si él no hubiera existido era probable que su padre nunca la hubiera abandonado. Su madre seguiría manteniendo la sonrisa ilustrada en la foto, que, en aquel entonces, ella tenía sobre su mesilla de noche. Una foto en donde el padre de Oliver y ella compartían un abrazo.
—Oliver, ¿te sientes bien? ¿No quieres comer nada? —la voz de su tía se escuchó por detrás de la puerta de su habitación.
—Comeré más tarde.
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Por favor, mátame o ayúdame [Completa]
RomanceOliver es un joven que tiene una quemadura en su rostro y que sufre de bullying por parte de tres de sus compañeros. Sin embargo, aunque la quemadura les sirve para insultarle, esa no es realmente la causa por la que lo atormentan, al menos no por p...