🌿C.6: Monstruo🌿

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🌿 Monstruo 🌿

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— ¡No te atrevas a tocarla! — Matt me chilla desde el rincón donde lo he lanzado. Está tan encabronado que usa sus barreras como golpes, cortándome la piel, quemándome con su invierno.

Se levanta nuevamente del suelo para intentar arremeter en mi contra, uso mis nuevos poderes para detener sus escudos con los míos, no son lo suficientemente fuertes para quebrar sus defensas, pero sí para mantenerlas a raya a duras penas. Si caigo en sus garras usará su Dominio y no podré culparlo por manipularme. Lo siento mucho, amor, pero no quiero que te metas. Cargo un hechizo de ataque y lo libero sobre su estómago, un golpe de viento lo azota contra la pared nuevamente; cae arrodillado, jadeando y furioso, escupe al suelo llevándose su mano sobre la zona golpeada, se levanta nuevamente.

— ¡Alejate de ella o te juro que te dañaré de verdad!

Puedo ver en sus ojos lo decepcionado que está de mí, puedo ver cómo su amor mengua con cada paso que doy hacia la infante que no para de llorar dentro de una caja de madera. Estoy a punto de obligarlo a permanecer quieto cuando llegan el resto de los habitantes del castillo, no es que me importe, pero me alegra que no estén presentes los niños, no necesitan ver el monstruo en el que me he convertido. Matt está derramando dolorosas lágrimas de traición, me ve con sus ojos verdes cargados de odio, me grita y azota con ráfagas hechas de sus muros de voluntad, uno logra cortarme la mejilla derecha. Mi envenenamiento ha oscurecido mis ojos y ahora son negros... como los de Pietro. Ojos negros de demonio. Perdón, mi amor, es solo que no puedo controlar esta repulsión y odio que siento, estoy vacío y en mi alma solo hay silencio. Quiero a esa cría muerta.

Mhatrios me ayuda a controlar a Matt, Ace y la bruja-cuervo detienen a Adalia y a Ecky de entrar al salón donde estamos.

— ¿¡Cómo mierda pueden estar de acuerdo con esto!? — ladra mi ojiverde desde el suelo, donde mi poder y el de Mhatrios lo mantienen... si de verdad quisiera herirnos ya estaría de pie, ya nos habría asesinado.

— Cierra el pico, chico. Es lo mejor, sin cría no habrá guerra con el diablo — mi medio hermano habla convencido y culpable, podrá ser un asesino descorazonado, mas no lo suficiente para mancharse las manos con la sangre de un infante. Está usando mi odio a su favor.

— ¡Es la hija de Lorena, por la puta madre! ¡Detente!

El muro se levanta con esfuerzo, el brujo sombra comienza a sudar en frío, un grito de mi amante basta para hacerlo caer de rodillas, agotado y con las manos quemadas de invierno, entonces se gira a mirarme con unos ojos que no parecen los de él, glaciales como la muerte que le rodea a diario, parece que está hecho de hielo y roca, cada iris verde pasa a verse azulado con brillos celestes y plateados, fragmentos de invierno. Siento en mi carne cómo quema su presencia.

— ¡Matt! ¿Por qué no entiendes que esto es lo mejor? — Ace comienza a usar su magia para dejarme avanzar distrayendo al chico.

— ¿Ace, tú también? ¿¡Cómo puedes estar a favor!? — sin ninguna contención agranda sus barreras lanzando a la bruja lejos de su silla de ruedas. Yo ya estoy a pocos pasos, Adalia brama que me detenga, sus perros han llegado a pelear por ella... escucho sus gemidos de dolor al ser golpeados por Salamandra que no parece estar muy decidida a qué bando pertenecer.

— S-somos criaturas prácticas, Matt. Un sacrificio a cambio de evitar una guerra nos parece justo — Ace realmente intenta convencerlo, mi chico no dará su brazo a torcer, lo conozco. Un nuevo corte frío me llega a la espalda como un latigazo.

— ¡Una mierda! ¡Esto no es justo, no para Lorena! Kai, ¿acaso no lo entiendes? Ella te la encargó a ti. ¿¡Cómo puedes hacer esto!? — sus amargas lágrimas me dolerían, probablemente caería de rodillas pidiéndole perdón, pero tengo el alma vacía. ¡Esa bestia mató a mi hija! Veo que sus suplicas cambian, me odia —. ¡Hijo de puta! ¡Te seguí hasta aquí, no me digas que fue en vano! — sus muros me atacan como golpes, tirándome al suelo como si me dieran patadas —. ¡Si haces esto no te diferencias en nada a tus pútridos padres, miserable! ¡No me obligues a dañarte!

El Brujo y El Muro: Cuando el espejo se quiebra (libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora