El sobre con el dinero mensual estaba en el buzón. Maya lo tomó, cerciorándose de que su madre no estuviera cerca. Entró a la casa con cuidado de no hacer ruido. Abrió el sobre: había una nota de su padre y un fajo de billetes.
"Si suspendes otro examen dejaré de pagar tu matrícula. Considera que tienes 19 años y ya no eres mi responsabilidad. Aun así, nunca he dejado de enviar los pagos, espero la misma retribución. Por favor, no me escribas a menos que sea algo necesario".
Los ojos de Maya se le humedecieron.
—Te extraño papá, aunque me odies —sollozó.
Por su culpa, su padre se había ido de la casa y su madre había caído en una profunda depresión tras su partida. La puerta se abrió y entró una mujer con profundas ojeras y rostro pálido. Maya dio un paso atrás, escondiendo el sobre en su espalda.
—Hola, cariño. He comprado tu postre favorito —dijo su madre con entusiasmo mientras sacaba un trozo de pastel de chocolate del bolso. En algún momento, había sido una mujer viva e inteligente, pero ahora solo se preocupaba por poder levantarse de la cama.
—Gracias mamá, subo un momento y vuelvo enseguida; tengo tarea que hacer —Dijo Maya, sostenido con fuerza el sobre en sus manos.
—Maya, comételo ahora antes... —Los ojos vidriosos de su madre se desviaron hacia su espalda, como si pudiera ver a través de ella. Comprobó la fecha en el calendario colgado en la pared y su expresión cambio—. Dame el sobre, cariño —estiró una mano temblorosa hacia ella.
—No.
—Maya, no seas mala. ¡Dame el maldito sobre! —rugió.
—No. Lo necesitamos —dijo dando otro paso atrás, acercándose más a las escaleras—. Mira a tu alrededor, nos estás destruyendo.
—¿Yo? Fuiste tú quien comenzó esto. No te atrevas a culparme —gritó, arrojando el pastel al suelo—. ¿Quién le dijo a la hija de la periodista que habías visto a tu padre con la artista? Todo por tus deseos de ser el centro de atención. Mírate ahora, Maya. ¡Míranos!
Maya corrió a la habitación y trancó la puerta con el seguro. Su madre golpeó la madera con fuerza.
—Por tu culpa esta familia se destruyó.
—Ustedes discutían todo el tiempo, no les importaba lo que me pasara. Así que cuando lo vi con ella pensé que era su culpa, que ella era la causa de sus discusiones —gritó.
Su madre se echó a reír al otro lado.
—Dame el sobre Maya o te juró que derribaré la puerta.
—No —repitió Maya del otro lado—. No puedo, entiende.
—Maya, necesito eso... lo necesito. Es lo único que me sostiene, por favor —suplicó.
—No la necesitas.
—No sabes nada de la vida, Maya. Siempre has sido una niña malcriada. Nunca debiste nacer.
Las palabras cortaron a través de ella como el filo de un cuchillo.
—Maya cariño, mamá lo necesita, abre la puerta —suplicó.
—Podemos buscar ayuda, juntas. Por favor.
—¡No quiero tu ayuda! —gritó, golpeando más la puerta—. ¡Quiero la maldita cosa! ¡Quiero olvidar!
Maya se sentó en el suelo, con la espalda recostada a la pared y el sobre en la mano. Su madre seguía gritando e intentando abrir la puerta. Esperaría hasta que se calmara y se retirara a su habitación, solo entonces se permitiría dormir.
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N/A: Hola a tod@s. Si has llegado hasta aquí: ¡Gracias por leer! En este capítulo hemos visto un poquito más de la vida de Maya y la culpa con la que carga.
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TITIRITERO
Teen FictionMaya, Elena, Marcus y Javier son cuatro jóvenes que parecen no tener nada en común, y a la vez, lo tienen todo. ¿Cómo lo sé? Porque soy el Titiritero, un ser encargado de narrar historias: El espectador omnipresente. O al menos eso era antes de con...