El ambiente silencioso del apartamento, sin la música habitual de fondo, solo significaba una cosa: su compañero de apartamento no estaba.
La pantalla del teléfono se iluminó anunciando una llamada entrante. Javier decidió ignorarla, necesitaba concentrarse en los próximos exámenes. Conteniendo un bostezo, abrió el temario.
El móvil volvió a sonar. Está vez lo abrió para ver de quién llamaba. Casi se le escapa de las manos al leer el nombre del contacto.
—¿Mamá?
—Ah, hijo —jadeó—. Ya me estaba poniendo la ropa para ir a visitarte.
—Estoy bien, no necesitas venir.
—¿Estás seguro? Te noto la voz cansada.
Javier rodó los ojos.
—Estoy estudiando para los exámenes, es normal.
—Deberías volver a vivir con nosotros. Así tendrías más tiempo para estudiar.
—Mamá, ya hemos hablado de esto —replicó.
—Tú padre está muy molesto contigo, todavía no te perdona por irte de la casa. Piensa en tu futuro, Javier.
Resopló. Era la misma conversación de siempre sobre su futuro.
—Lo sé, pero necesito hacerlo por mi cuenta. Ya me ayudan bastante.
—¿Estás tomando los medicamentos?
—Si.
En realidad, no los estaba tomando. Pero ellos no tenían por qué saberlo.
—¿Tienes tiempo para estudiar, Javier? —preguntó su madre.
—Tendría más tiempo si no estuvieras controlando todo lo que hago.
—Es por tu bien cariño, desde que saliste del hospital actúas diferente.
Javier crispó los puños.
—Tengo que estudiar y descansar para el trabajo —interrumpió.
—Javier, sé que renunciaste al trabajo. No nos engañes.
«¿Cómo se había enterado?»
—No tienes por qué trabajar teniendo una casa. Te podemos ayudar. —Hizo una pausa—. Tú padre está de acuerdo.
—Encontraré otro empleo. Mañana tengo una entrevista.
Javier había asistido a tres entrevistas en línea que terminaron con un: "Lo llamaremos luego". No sé molesto en esperar la respuesta.
—No nos veas como tus enemigos —dijo su madre.
—Lo siento, mamá. Tengo que estudiar. Adiós —se apresuró a responder Javier.
—Óscar Javier Haz, ¡ni se te ocurra colgarme! —exclamó su madre.
Tembló. La mención de su nombre completo aún lo aterraba.
—Tengo que recuperar las materias —le recordó.
—Está bien, pero el domingo disfrutaremos de una cena en familia —respondió su madre con voz cansada.
—Ok, mamá. Ahí estaré —aceptó Javier.
Javier apoyó la cabeza sobre los gruesos libros. Necesitaba encontrar una excusa creíble antes del domingo.
Antes de dormir, colgó en el perchero la camisa de cuello alto y los pantalones de lino. Comprobó que todos los papeles estuvieran en orden, quería causar una buena impresión en la entrevista. La vacante era en un centro comercial. La paga estaba aceptable y los turnos no le interferían con las clases.
—Esta vez sí lo conseguiré, Titiritero —dijo con entusiasmo.
—Descansa, Javi —respondí.
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TITIRITERO
Teen FictionMaya, Elena, Marcus y Javier son cuatro jóvenes que parecen no tener nada en común, y a la vez, lo tienen todo. ¿Cómo lo sé? Porque soy el Titiritero, un ser encargado de narrar historias: El espectador omnipresente. O al menos eso era antes de con...