Acto 11- Maya

11 4 0
                                    

Maya tragó saliva cuando su profesora, Margot, levantó la vista de su examen. La mujer había estado analizándolo durante horas. Margot tenía las facciones afiladas y la piel tan blanca que los rayos del sol que entraban por la amplia ventana de su oficina la hacían lucir como porcelana. Llevaba el cabello rubio recogido en un moño alto y sus ojos oscuros no dejaban de fulminarla.

Margot comprobó la nota una vez más antes de decir:

—Has aprobado el examen.

Maya contuvo un grito de alegría. Se limitó a asentir y dedicarle una ligera sonrisa.

—Aun así, este año suspenderás mi materia. No te alcanza la nota para aprobar —añadió Margot.

Maya se cruzó de brazos.

—¿Pero por qué me hace esto? He entregado todos los seminarios que tenía atrasados y he aprobado los últimos exámenes —replicó Maya—. Sé que tengo algunas ausencias, pero...

—¿Algunas ausencias? Has faltado a clase durante todo el semestre, no te has concentrado en los estudios y no te has preparado para ninguno de mis exámenes. En otras asignaturas estás igual —Margot le sostuvo la mirada—. Se que tu padre es uno de los socios principales de la universidad, pero eso no te da el derecho de actuar así.

Maya crispó los puños. "¿Todo esto era por mi padre?", se preguntó mientras daba un paso al frente. Su padre hacía mucho que no formaba parte de su vida. Él seguía dedicándose a sus negocios y haciendo crecer una fortuna que Maya nunca heredaría.

—Le aseguro que él no tiene nada que ver. Si me da una oportunidad, le prometo mejorar —Hizo una pausa antes de añadir: —Por favor.

—No lo sé, Maya. Eres una chica muy inteligente pero no tiendes a aplicarlo —dijo, cruzando las manos encima de la mesa—. Pero no sabes lo que quieres. Intuyo que estas aquí porque fue la carrera que eligió Elena.

Maya sintió su mandíbula tocar el suelo. Era cierto que en un principio había seguido los pasos de su amiga, pero a medida que el semestre avanzó, su idea había cambiado y se sentía orgullosa de haber elegido bien.

—Quiero estar aquí. Trabajaré duro para merecerlo —dijo con la voz temblorosa. Las palabras de Margot la habían golpeado más de lo que quería admitir.

—Bien —decidió la profesora—. Una oportunidad más. Te advierto que no te la pondré fácil.

Maya asintió y dio las gracias antes de salir. Se dirigió hacia su casillero tarareando, pero se detuvo al notar como todos la miraban y hacían comentarios en voz baja. Mónica les había contado de su ruptura con Marcus y desde entonces todos la miraban con odio por haberle herido el corazón al deportista. Ellos no sabían la verdad y Maya no perdería el tiempo preocupándose por lo que pensaban los demás de ella cuando Margot le había dado otra oportunidad para salvar su carrera.

Apoyó la cabeza en el casillero y cerró los ojos.

—Titiritero, me has dicho es más de una ocasión que no sé lo que quiero. Creo que es verdad —susurró.

—Maya, debes buscar tus propias respuestas —respondí—. No importa quien o quienes te lo digan.

Maya abrió el casillero y una nota cayó a sus pies. Se inclinó para recogerla y leerla. En ella, Mónica le pedía disculpas y le aseguraba borrar todo lo que había publicado si accedía a ayudarla con Hendrix.

Levantó la cabeza para buscar a la chica, la conocía lo suficiente para saber que estaba espiándola detrás de los casilleros esperando ver su reacción. Sin embargo, lo único que vio fue a Héctor que venía arrastrando los pies. Tenía la cabeza cubierta por una capucha y las manos metidas en los bolsillos de su pantalón deportivo.

—Estás pareciendo todo un acosador, gorila —le dijo Maya cuando paso a su lado. El chico pestañeó, reconociéndola. Estaba tan distraído que apenas la había notado.

—Siempre es un placer, Maya —replicó.

—¿Qué haces aquí?

Héctor miró hacia atrás con tristeza, luego negó.

—Nada.

—¿Estás feliz? —le preguntó Maya con ironía.

—No. Y antes de que sigas por donde vas, lo que sucedió entre ustedes es su problema. Les dije que era una mala idea desde el principio —contestó—. Nunca estaré feliz de ver a las personas que me importan sufrir porque se quieren demasiado. Si algún día lo solucionan, estaré para ambos. Disculpa por comportarme como un imbécil contigo, no entendía el vínculo que hay entre los dos.

Maya lo miró sorprendida. Héctor se marchó antes de que pudiera responder. "¿Qué le sucedía?" Estrujó la nota y la arrojó al cesto.

Agarró el bolso y se dirigió a la parada del autobús. Quería llegar temprano a su casa para comprar material para sus dos nuevos encargos de tenis. Su anterior clienta los había publicado en sus redes y ahora tenía que arreglársela para completar la lluvia de pedidos.

Al subirse, caminó hasta los últimos asientos, pero todos estaban llenos. Un amable chico se levantó al verla y le cedió el asiento.

—Gracias —le dijo, sentándose en el lugar que ahora estaba vacío.

—Es un placer, grillo.

Maya levantó tan rápido la cabeza que el cuello le crujió. Sus labios se extendieron en una amplia sonrisa al ver al chico de cabello negro y ojos profundos parado frente a ella.

***🎬***

***🎬***

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
TITIRITERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora