—Javi, ¿qué estás haciendo? —le preguntó Elías, corriendo hacia él bajo la lluvia. El mar embravecido chocó con las rocas, salpicando de agua y sal las tablas cerca de la orilla. Javier observó cómo el cielo se volvía de un gris oscuro. Cubrió su cabello con un pañuelo, las ráfagas de viento comenzaban a aumentar la intensidad.
—Surfear. —Señaló la tabla blanca con dibujos de palmeras.
—¿No te das cuenta de que hay una tormenta? No deberíamos estar ni siquiera en la playa.
—Por si no te has dado cuenta, hay olas perfectas.
—Son olas mortales.
—Hablas como mi abuela. ¿Desde cuándo te volviste tan aburrido? —bufó.
—Desde el día en que perdiste la cabeza. ¿Ves esas olas? —Señaló a lo lejos, donde olas de más de dos metros de altura empezaban a formarse—. No podrás cruzarlas.
—No solo, ven conmigo.
—No tengo ganas de morir hoy, y tú tampoco deberías.
—Quédate en la seguridad de la arena y grábame dominarlas.
Tomó la tabla y se dirigió con determinación hacia el mar. Surfear en las imponentes olas de un huracán era el reto que había estado esperando cumplir desde hacía tiempo.
—¿Todo esto es para impresionar a Hanna? Amigo, no lo necesitas —gritó. Entre el viento y la lluvia, cada vez más intensa, los sonidos se dispersaban.
—No es para impresionar a nadie, es por mí. Necesito hacerlo.
—Hanna se va a molestar contigo, yo ya lo estoy. Déjalo.
—Por favor, Elías, ¿cuándo te has negado a un reto?
Elías se cruzó de brazos. Tenía el cabello negro húmedo contra su frente y sus ojos marrones parecían oscurecerse por la falta de luz.
—¿Vas a arriesgar tu vida por un capricho? —gritó enojado al ver que Javier no cambiaba de opinión.
—Es un riesgo que quiero tomar. Soy adicto a la adrenalina.
—Hermano, tendrás muchas oportunidades de disfrutar de la adrenalina. No vayas hoy.
—Demasiado tarde. Obsérvame renacer.
Ajustó su traje antes de subirse a la tabla.
—Espera, voy contigo.
—¿Me acompañarás en mi locura? —preguntó, enarcando una ceja.
Elías asintió. Buscó una tabla con detalles amarillos y se unió a su amigo.
—No te dejaré solo, somos un equipo.
Javier lo salpicó un poco.
—Estamos locos —gruñó.
—¡Siempre lo hemos estado! —gritó Javi contra el viento—. Dominaremos el mar, hermano.
Javier se despertó desorientado, respirando con dificultad. El sudor corría por su frente, mezclándose con las lágrimas que brotaban de sus ojos.
«¿Dónde estoy?»
—Estás en tu habitación, tranquilízate—le dije.
—¿Titiritero?
—Estoy aquí, Javi.
Javier se frotó el cuello. El sueño había sido tan real que aún tenía la sensación de estar ahogándose. No habían visto la ola hasta que la tuvieron encima. Recordaba haber flotado y luego otra ola vino y los arrastró contra los riscos. Un escalofrío recorrió su cuerpo.
Se levantó de la cama y se dirigió al baño. Abrió la ducha en la temperatura mínima y se metió tan rápido que olvido de quitarse la ropa. Las gotas de agua impactaban como granizo sobre su piel.
Apoyó la espalda contra la pared y se abrazó los pies. Temblaba y no sabía si era por el agua helada o por el dolor del recuerdo.
—Lo siento tanto, Elías —dijo en un susurro mientras se enderezaba.
Al salir se colocó un albornoz y se volvió a acostar en la cama. No saldría de su habitación ese día.
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N/A: En este capítulo vemos lo que sucedió para influir en el cambio que tuvo Javier y como le ha afectado. Si quieres conocer un poquito más de mí o los proyectos en que trabajó te invitó a mi instagram @a_entre_letras
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TITIRITERO
Teen FictionMaya, Elena, Marcus y Javier son cuatro jóvenes que parecen no tener nada en común, y a la vez, lo tienen todo. ¿Cómo lo sé? Porque soy el Titiritero, un ser encargado de narrar historias: El espectador omnipresente. O al menos eso era antes de con...