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JaeBeom, como cualquier hombre, no tenía la capacidad de entender y estaba asustado, por lo que corrió entre la oscuridad, pues se sabía el camino de tanto haber paseado por él a lo largo de esto días.

— ¡todos fuera del desierto! — gritó Lim una vez que salió de la cámara, haciendo un revuelo para que todos hicieran caso. — ¡abandonen este lugar!

La arena empezó a levantarse, formando una tormenta que los atraparía a todos. Lim alcanzó y arrastró a Mr. Músculo hasta una camioneta, y la gente que pudo meterse a un lugar seguro. Por suerte, era de noche y no había muchos trabajadores en el área, salvo él y un par más de científicos, pero no podía ayudarlos a todos ahora. Debía velar primero por su vida para poder reparar sea lo que sea que haya hecho. Lo que acaba de despertar iba mucho más allá de su entendimiento.

— ¿¡qué carajos está pasando!? — le gritó su amigo, intentando ver algo por la ventana, aunque la tormenta de arena cubría su campo visual.

— ¿crees en maldiciones...? — fue su única respuesta, lo único que podía recordar, cuando JinYoung le hizo esa pregunta antes de abrir la caja de Pandora.

Por otro lado, en la entrada de la ciudad, JinYoung se asomó por la ventana ver qué estaba sucediendo. Una tormenta de arena se avecinaba a la ciudad, por lo que corrió a tomar a sus gatos y bajó de ese lugar, ocultándose en un lugar lejos de las ventanas. En el pasillo, tropezó con su amo, quien se veía bastante furioso por verlo de pie a estas horas.

— ¿qué carajos haces aquí?

— hay una tormenta de arena acercándose a la ciudad. — contestó agitado, abrazando a sus 3 gatos. — hay que estar alejado de las ventanas.

— sal de mi vista antes que te eche al patio. — le amenazó.

— sí, señor. — murmuró, yendo a esconderse al baño. Observó por la pequeña ventana, notando que la tormenta estaba volviendo a su lugar de origen; un comportamiento extraño. — al menos ya pasó.

Al momento de  disiparse, JinYoung juró haber visto cómo la arena formaba un rostro humano a medida que se iba esfumándose.

Se acostó en la  ducha, tomando a sus gatos. Se tomaría un segundo.

Golpearon fuertemente la puerta, poniendo nervioso a sus gatos. Ellos gruñían, sacaron sus garras y sus colas estaban alzadas, rígidas y erizadas, más peludas de lo usual; era primera vez que actuaban así. JinYoung también se asustó y dudó en ir a abrir. Su amo si bien acostumbraba a hacer eso, sus gatos nunca reaccionaban así con él. Había alguien más allá afuera.

Los golpes se hicieron más fuertes y más erráticos. Park tenía miedo de abrir.

— señor, está ocupado. — habló, pero los golpes no cesaron, sino que incrementaron al saber en efecto que en ese cuarto yacía alguien oculto de su presencia. — ¡yah! — gritó asustado, cubriendo sus labios para ya no emitir sonido alguno ni permitir que los sollozos escaparan de sus labios; solo le daba paso a las lágrimas.

Sus gatos gruñeron fuertemente, poniéndose frente a la personita que los cuidaba. JinYoung finalmente se armó de valor y fue a abrir, encontrando a una persona de arena frene a él que intentó tocarlo, extendiendo sus estáticas manos de polvo, sin embargo se deshizo rápidamente cuando los gatos le gruñeron, en un intento de defender a su dueño.

El castaño quedó en estado de shock, con el corazón en la boca, por lo que tomó a sus tres mascotas y se fue a esconder a otro lugar. No, no debía esconderse, debía devolver lo que había robado. Sentía que esto era su culpa, por lo que tomaría esos objetos y se los entregaría a JaeBeom. Lim señoreó su título universitario, se restregaba que ya sabía todo lo que Park comentaba. Seguramente, en la universidad le enseñaron a deshacer maldiciones.

Salió corriendo a la sala a buscar esas cosas, pero su amo ya los había guardado, ocultado.

La casa se absorbió en una oscuridad total, extendiéndose en la lejanía. No podía distinguir nada, y al intentar caminar, no se topaba con nada para reconocer en qué parte estaba. Empezó a desesperarse, intentando encontrar a ciegas algún referente de ese lugar, pero parecía haber caído en un vacío.

Su respiración se agitó, sucumbiendo a un ataque de pánico. Rompió en un llanto desesperado, sollozando como si el aire le faltara. La temperatura había decaído, empezando a temblar de frío. Sin embargo, cuando por su mente atravesó la imagen de sus gatitos, su llanto se intensificó, ya dejando de preocuparse de sí mismo, sino que ahora no podía parar de temer por la vida de sus mascotas.

— ¡Georgio; Chrissy; Max, corran! — gritó entre toda la oscuridad, sin obtener respuesta alguna.

En ese vacío, sintió la presencia de algo más, algo que carecía de calor y de vida, algo que no era humano... o había dejado de serlo hace mucho. No sabía hacia dónde dirigirse o si estaba corriendo lejos o hacia aquella entidad que con él estaba en ese limbo.

Entonces entendió, no temía estar en esta oscuridad, temía a que hubiera algo más con él aquí sin saberlo. No sabía si ahora quería saber qué estaba con él aquí o si mantenerse oculto en la sombras. Nuevamente se escuchó el mismo grito, pero esta vez más cerca. Sobre él. Sollozó deshecho. Cubrió sus labios y cerró sus ojos, intentando convencerse de que solo era una pesadilla muy vívida, de que cuando abriera los ojos, seguramente estaría en el baño, con sus tres amigos y la luz apagada. Su silencio era su único escondite.

Sea lo que sea esa cosa estaba sobre él, intentaba tomar posesión sobre su cuerpo, su vida. Este era su fin. Esa cosa tomaría su alma y nadie podría cuidar a sus gatitos. Sintió que algo tomó sus piernas y lo arrastró por toda esa oscuridad, y aunque rogase en todos los idiomas que lo liberara, hizo caso omiso, causándole quemaduras por roce y raspones en su espalda. No sabía quien era su cercelero y asesino, pero si alguna vez fue una persona, intentaría apelar a aquella carente parte humana, mostrándose lo más vulnerable posible para conseguir una mísera empatía y así sobrevivir lo suficiente para dejar a quienes más amaba en un lugar a salvo.

— ¡no, por favor!, ¡ellos me necesitan! — gritó desesperado, hasta que cruzó un umbral de donde se originaba un haz de luz.

Finalmente, pudo conocer el rostro de su secuestrador: JaeBeom. Pese a que su llanto no haya cesado, pudo controlarlo. Bien, estaba en problemas, pero al menos podría solucionarlo para poder volver a casa con sus mascotas.

— mierda, ¿fuiste tú quien organizó todo esto para ahuyentarnos y terminar de robarte todo. — pese a la fuerte acusación de Lim, seguía llorando por el shock y el espanto. Estaba empapado en lágrimas, sin poder entrar en razón, como si esto dejase de ser una pesadilla para pasar a ser una tortura.

— mis gatos... — murmuró asustado, temblando, sin siquiera poder tomar una pausa para respirar. Se sentía asfixiado, lleno de dolor.  — ¿dónde están mis gatitos? — el pelinegro frunció el ceño, apretando sus brazos para ponerlo de pie, pero las piernas del menor temblaban tanto por el miedo que no podía permanecer parado sin apoyo. — quiero a mis gatos, yo no estaba aquí... estaba con ellos, los quiero conmigo otra vez...

— y yo quiero las cosas que robaste. — contestó Lim con pesadez, sin importarle el estado del muchacho. — ¿quién es tu otro amiguito?

— por favor, solo quiero volver a mi casa a ver si mis gatitos están bien. — sollozó Park, limpiándose los moquitos que salían de su nariz.

Estaba tan vulnerable, débil y asustado que apenas podía entrar en razón, ponerse en el contexto de la situación. El aire apenas entraba a sus pulmones, su corazón golpeaba fuertemente contra sus costillas, tenía el pecho apretado. Quería que acabara esta pesadilla.

Sepulcro {JJP}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora