Capítulo 15: Allá en Colina Blanca.

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"A menos que enseñemos a los niños la Paz, alguien más les enseñará la Violencia"

Colman McCarthy

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Colina Blanca – Báishān (principios del Periodo de los reinos combatientes – Dinastía Zhou):

Una gran cantidad de niños en ese momento corrían por las canchas de juegos cercadas, tras trompos o pelotas de trapo, reían con sus mejillas sonrojadas, sus cabellos revueltos y los hanfus blancos con los números bordados que los identificaban cada uno en el lado izquierdo de la tela de sus pechos.

En una esquina, sobre las grandes lozas de piedra, había un pequeño en especial que parecía ajeno a todo lo que sucedía a su rededor, de cabellos negros, ojos grises y un pequeño lunar en el pómulo izquierdo, con una piedra blanca de pizarra, trazaba líneas y símbolos con suma concentración, al final, tras sentirse a gusto, se enderezó y observó aquel amplio esquema cuyos espacios en blanco deberían ser rellenados para así resolver aquel intrincado acertijo numérico. Conforme, Xing elevó los ojos viendo a los que se acercaban, cinco niños, dos niñas y tres niños, entre los primeros, cogiendo la mano de otro pequeño de cabellos negros y ojos castaños, estaba una niña también de melena oscura pero ojos grises como los de Xing, manteniéndose a unos dos metros tras ellos, y mirando todo con curiosidad, habían dos hermanos, Briseida de piel rosada y rubios cabellos, y Millo de pálida piel y cabellos como la pez, por último estaba Mu-li de cabello dorado y ojos rojos como el rubí.

—¿Alguien se atreve a resolverlo? —preguntó entonces Xing.

Los cinco niños intercambiaron una mirada, incluso otros 3 que pasaban cerca y se detuvieron observando todo interesados, entonces la niña de también ojos grises, soltó la mano de su amigo y avanzó.

—Yo puedo —dijo ella acuclillándose al lado de Xing, tras coger una tiza, comenzó a trazar los primeros símbolos—. ¿Es así? —cuando obtuvo la aprobación del desafiante, el amigo de la niña también se acercó.

—Vamos nosotros también —dijo Briseida soltando la mano de su hermano y acuclillándose al lado de Seth—. ¿Tú no lo intentarás, Yang Mu-li?

—No —dijo el aludido—. Yo se lo enseñé a Xing.

—Pero yo lo perfeccioné —repuso el interpelado.

—Pero incluso así ya sé la respuesta.

—Ustedes dos están felices de ser tan listos, ¿no? —rumió Briseida—. No importa, seremos más rápidos, ¡vamos Millo, Beimei! Derrotémoslos.

Xing sonrió feliz frente al hecho que su acertijo matemático comenzaba a captar interesados, incluso esos otros tres chicos que parecían haber querido mantenerse al margen, se habían acercado y daban pistas en base a las posibles secuencias numéricas. Solo Millo se quedó atrás frunciendo los labios, Xing no se sorprendió, después de todo a Millo le gustaba la literatura, las novelas y jugar con los animales.

Entonces, se escucharon unos insultos, el trabajo de los niños se detuvo y miraron en la misma dirección, un niño quizás un poco mayor, había comenzado a gritarle a otro por haber arrojado demasiado lejos la pelota.

—Ahí está de nuevo ese chico... debería matarlo... —comentó Briseida apretando con fuerza su tiza.

En ese momento aquel brabucón empujó al pequeño foco de su rabia, aventándolo fuertemente contra las piedras del suelo, símbolos de energía se dibujaban en su piel y su aura divina se elevaba, acto seguido Xing se puso de pie antes que todos sus amigos y corrió a interponerse frente al desvalido niño.

Secretos en Colina BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora