Capítulo 5.

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Una semana más. Eso fue lo que duramos.

Había oído mil veces eso de que de amor también se puede vivir, que se puede parar el tiempo, que a veces faltaban razones y sobraban motivos. Bien, es mentira. Al final resultó verdad todo a lo que un día le tuve miedo. Tenía miedo de perderle, él decía que no, pero cambiaron tanto las cosas...

Recuerdo, somo si hubiese sido ayer mismo, lo incómodo que se le veía y la de veces que me recordé a mí misma por qué quería seguir con él. No había llegado hasta ahí para tirar la toalla a la primera de cambio. Pero no se puede luchar siempre a contracorriente contra algo que no quiere cambiar su sentido. Estuve demasiado tiempo engañándome a mí misma, fingiendo que no me daba cuenta de que no me quería, haciéndoles creer a todos que sí lo hacía, pero sobre todo a mí misma. No puedes obligar a nadie a que te quiera, por mucha que te duela. Pero es peor todavía ver cómo una persona intenta quererte y no puede. Supongo que las personas te pueden entrar por los ojos, pero al corazón te llegan muy pocas.

No sé si de verdad le importó algo de mí, del poco tiempo que duramos juntos. Lo único que sé, es que no me quería y no sé por qué narices estaba conmigo.

Viernes

La peor semana de mi vida. Matemáticas suspensa, directa al global y si suspendía directa a septiembre. Tenía el examen el lunes y la concentración y las ganas de estudiar en septiembre. Otra vez problemas con Rose: su nueva teoría es que estaba mal con Marcos para...poder tontear con Rice...Tan absurdo como infantil... ¿Y Marcos? Se había superado. Había dejado que su madre y su ex-novia se interpusieran entre nosotros y cada día se veía más cercano nuestro final.

Decidí no salir esa semana para engañarme a mí misma y a todos diciendo que iba a estudiar matemáticas, cuando en realidad lo único que quería era poder estar sola. A veces es peor el remedio que la enfermedad.

Una hora fue lo que aguanté sin ponerme a llorar. ¿Por qué siempre a mí las relaciones desastrosas?, ¿por qué me salía todo tan mal?. Lo único que quería era poder estar a gusto, querer a Marcos y ver cómo me correspondía, pasar un verano tranquilo y disfrutar. Tampoco pedía la maldita luna. Todo mal.

Estuve estudiando cerca de tres horas. Necesitaba tener la cabeza despejada y sobre todo no pensar en el desastre en el que se había convertido mi vida en los últimos meses. Las matemáticas siempre me han parecido una obligación aburridísima pero aquella tarde me ayudó a mantenerme ocupada y a tener una distracción en la cabeza.

Cerca de las ocho de las tarde abandoné la biblioteca con los ojos rojos. No quería que me volvieran a ver llorar así que recogí mis cosas y emprendí camino a casa de mi abuela.

Le tocaba a España jugar su primer partido de la frase de grupos del Mundial de Brasil.

Iba caminando por la calle cuando le vi.

Llevaba esa camiseta azul del Inside que tanto me gustaba, unos pantalones vaqueros cortos y sus deportivas rojas de siempre. Iba riéndose, adoraba esa risa. Le acompañaban tres de sus amigos. Le vi. Paré, mis músculos me abandonaron y me quedé quieta sin capacidad de movimiento, sin saber cómo tenía el día y si ni si quiera iba a saludar a su novia. Me vio. Paró. Pararon sus amigos. Me sonrieron. Me sonrió...sonreí.

Como si acabase de volver a la vida di unos pasos hasta llegar a ellos y con el corazón en un puño les saludé.

-¿De dónde vienes? - me preguntó Marcos antes si quiera de decir "hola".

-De la biblioteca. ¿Vosotros? -respondí ya acostumbrada a su grosería.

-De dar una vuelta. Me habías dicho que no ibas a salir, ¿dónde vas? -curioseó él.

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