Perdón y panquecitos

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Si seguía dando vueltas de esa manera crearía un agujero en bajo sus pies. Nadie puede culparlo, estaba preocupado. Decepcionar y herir a su progenitor definitivamente no era lo que había deseado hacer en lo absoluto, pero estaba hecho, ahora su padre no querría ni verlo a los ojos por lo dicho..

Su madre tenía razón ¿No se suponía qué cuidara a su hermano? ¿No se suponía que no debía tener ideas despectivas hacia los omegas? ¿No había aprendido de ella, de los libros inspirados por Fasta, qué los omegas son sagrados y se les protege a toda costa?

Esas cosas habían sido básicamente grabadas incluso en la sangre que recorre sus venas, imposible que lo olvidará tan de pronto. Debía disculparse, claro que debía disculparse, pero el orgullo le cala hondo.

—Típico de alfa—piensa.

Las feromonas de su hermano solo huelen a tristeza, traspasando las paredes y la puerta, llenando el pasillo con la fragancia lúgubre.

Él nunca le había dicho algo como eso, jamás. Ni cuando ambos eran pequeños y Félix entró en su habitación y rompió todas las figuras de cristal que había aprendido a hacer en casa de Jeongin, un híbrido de zorro de las nieves, cuya familia se dedicaba a trabajar con el vidrio, el cristal y a la alquimia. Esa vez, Minho, había estado tan enojado que su rostro se tornó rojo vivo como el hierro caliente, le gritó un sinfín de cosas a su hermano y arruinó sus postres rellenos de bayas cómo venganza por sus figuras. Aún así, Félix no había llorado ni un poco y luego se reconciliaron.

Sabía que estaba castigado, pero no soporta haber herido a sus dos personas más importantes en el mundo. Así qué, decidido a enmendar un poco su gran metida de pata, fue a la cocina para preparar unos dichosos panquecitos rellenos de bayas dulces.

Las cocineras lo miraron mal  en cuanto hubo puesto un pie dentro de la sofocante y bochornosa cosina, por lo que dijo durante la mañana. Una criada había escuchado y se lo contó a otra y esa otra a otra, siguiendo el ciclo.

—No le digan a mi madre que estoy aquí. Se lo suplico.— el príncipe implora, colocando sus manos entrelazadas frente a la cocinera beta, en busca de favor.

— ¿Porqué haríamos eso? Usted piensa horriblemente sobre su hermano, qué no pensará de nosotros que somos ajenos a su familia— soltó la mujer beta mientras se cruzaba de brazos, desafiando un poco al jóven principe.

— Se lo ruego, mi hermano está muy triste por mi estúpida culpa y debo enmendarlo.

—¿En la cocina? Lo dudo.

— Por favor señoras, yo... yo fregaré la cocina por todo un mes, hasta un año si es necesario.

¿El principe mayor Lee, ofreciéndose para hacer una tarea que detesta desde lo más profundo de su ser?
Las damas debían estar escuchando y viendo mal, ese príncipe testarudo está frente a ellas suplicándoles un perdón y ayuda. Las cocineras se miraron entre ellas, batallando internamente por decidir que era lo correcto.

—No, no su majestad, no diremos nada. Creo que en verdad no miente si está dispuesto a tanto.

—¿Qué va a hacer?, ¿qué necesita?— preguntó una Omega de un hermoso cuerpo robusto y mejillas sonrosadas.

—No se preocupen por esto, puedo hacerme cargo. Ya lo he hecho antes, vayan a descansar.

Las damas cocineras se miraron entre ellas, de nuevo. ¿Ese de verdad era su príncipe? Por qué si no lo era entonces esperan que no lo devuelvan, esta versión del principe les gusta mucho más.

—De acuerdo su majestad, pero si necesita algo llámenos, lo digo en serio.

—Lo sé, si necesito ayuda las llamaré. Váyanse tranquilas.

ᴇʟ ʜᴏᴍʙʀᴇ Qᴜᴇ ᴘʀᴏᴠᴇɴÍᴀ ᴅᴇʟ ᴍᴀʀ [ᴍiɴʙiɴ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora