ᴇʟ ʜᴏᴍʙʀᴇ Qᴜᴇ ᴘʀᴏᴠᴇɴÍᴀ ᴅᴇʟ ᴍᴀʀ [ᴍiɴʙiɴ]

Un gran... ¿gato? en la cuidad

El aire es húmedo, fresco por la reciente llovizna que cayó en la madrugada. Ha salido para encontrar de nuevo al reclamado, para preguntarle su nombre, quizá darle un abrazo o lo que supone que se haga en un caso como el suyo.

Pero se acobardó al verlo bañándose en el río, completamente desnudo, fue una odisea enorme no seguirle los pasos y caer en la tentación de tomarlo como su alfa insistía desde que salió de su cama a hurtadillas.

Decidió esperar y deleitar sus ojos con la vista tan sensual que le estaba dando sin saber el hombre de cabellos azabaches. Deseó ser el agua que escurría desde la coronilla hasta los pies, quiso ser incluso la suave esponja con la que recorría su cuerpo.

Tenía que guardar esas imágenes en su mente porque seguramente no volvería a verlo nunca más.

(...)

MinHo no podía concentrarse en la voz de la princesa, solo podía pensar en el rostro de aquel chico. Algo que si sabía era que de ser el protegido del Sabio lo vería en el bosque muy seguido.

—Entonces mi padre dijo que no volviera a meter la mano en los árboles huecos o perdería la mano.

MinHo solo podría hacer sonidos de aprobación, pensando aún en que era lo que tenía de especial el chico aquél.

Ni siquiera se dió cuenta cuando la princesa se puso frente a el para besarlo, algo que se suponía debía emocionarlo, pero terminó por seguir el beso sin muchas ganas.

—Lo siento, ¿lo he hecho mal?

—No, no. Para nada, es solo que me he sorprendido.

Sonrió de la forma más convincente posible y la tomo por la cintura con su mano izquierda y con la derecha acarició su mejilla, arrastrando su mano hasta la parte posterior de su cabeza para atraerla de nuevo a un beso más profundo que el anterior.

Mentiría al decir que no lo disfrutó, lo que lo "arruinó" fue que durante todo el beso y el tacto proporcionado a la princesa, imaginaba que en lugar de ella era Changbin quien estaba en su lugar.

Dejaron los besos de lado, tomados de la mano siguieron platicando y aprendiendo cosas nuevas uno del otro como hacía ya algunas semanas habían comenzado a hacer después de aceptado el cortejo.

— Fue como siempre un placer estar en compañía de alguien tan grácil y animada como usted.

—Dejemos ya esas formalidades. Yo también divertí mucho contigo MinHo —depositó un suave y delicado besito en la mejilla del príncipe y entró en el carruaje que la esperaba para llevarla de regreso a su hogar.

MinHo hizo lo mismo una vez el carruaje de la princesa se hubo marchado. Los últimos acontecimientos tenía que contárselos sí o sí a su hermano menor, este sabría hacer.

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Félix se notaba muy apagado, incluso si lucía radiante. Su espíritu estaba deshecho, su omega interior lloraba y se negaba a cooperar para lograr el bienestar del humano.

Se sentía tan roto que había quemado en la chimenea su cuento favorito: la historia de amor entre Dendra y la diosa menor Lana.

La historia contaba que en la soledad de dendra y su deseo de ser madre había buscado el cariño de un alfa que la rechazó y la humilló por su apariencia. Desolada, había corrido con su hermana beta a pedir consuelo y se juró venganza. Que aún con el corazón hecho pedazos se aventuró al plano celestial para encarar al alfa, pero en vez de eso se quedó flechada por una bella diosa de piel de durazno, adornada con un vestido de pequeñas y apretujadas flores que parecía que contenía polvo de estrellas por lo mucho que brillaba.