Las partidas duelen

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Changbin estaba mirando a través de la ventana, admirando la quietud del bosque, olisqueando la brisa fría de la mañana otoñal de Lobulalia que ya había tornado su nariz roja y húmeda, escuchando el relinchar de Thunderous y sus pisadas dentro del establo individual; pensando en como cambiaría su vida a partir de su próximo viaje a Pluvilania.

Todo pintaba mal para él.

Debía pensar en que estaba ayudando a alguien o a algunos para no decaer en una inmensa tristeza al pensar en irse y comenzar otra vez. Llegaría a un lugar desconocido, con gente extraña y se desempeñaría en un entorno muy distinto. Pese a ser un omega no tenía idea de cómo tratar con niños y la última vez que lo hizo bañó al pequeño Jake con sus feromonas parentales en un intento desesperado de calmarlo, habiéndolo asustado en primer lugar.

¿Como iba a sobrevivir entre esas bestias? Peor aún ¿Como iba a sobrevivir tanto tiempo sin ver al principe Lee Minho?

Changbin estaba firmemente convencido de que todo iría mal, los números se lo confirmaban y los números no le salían mal, nunca. Jamás.

Tendría que encontrar una forma de decirle a su príncipe que se iría lejos, pero él odia las despedidas y decirle al heredero que se irá le tiene mal.

Changbin, deberías quedarte en casa y decirle a lord Elias que... qué no puedes irte con él. Q-qué eres muy joven para eso... Te lo suplico.— dijo la mujer con lágrimas cayendo sobre sus mejillas aterciopeladas por el maquillaje.

— Madre, tengo que hacerlo ¿No dicen papá y tú qué debería aprovechar mi potencial? Esta es mi oportunidad de hacerlo, no puedo quedarme encerrado con la nariz entre los libros y las manos manchadas de tinta. ¡No! yo debo comenzar a hacer esta clase de viajes para darles una mejor vida.

Changbin sostuvo entre sus brazos aún delgados a la mujer que le dió la vida, mientras ella seguía llorando como si de eso dependiera la estadía de su hijo en la tierra del gremlin, negando su partida a Escocia entre moqueo y sollozos.

El joven con sus dieciocho cumplidos cuatro meses atrás negó con suavidad y peinó con sus dedos tiernos los cabellos negros y canosos de su madre a la vez que acaricia a su mejilla mirándola a los ojos prometiendo volver.

Aún le había faltado una semana para su partida en lo que se preparaba el inventario y se ajustaban los permisos para visitar a la vieja Escocia en compañía de Lord Elías, Lady Anneliese para velar los pormenores de su compañía.
En toda esa semana su madre le pedía llorando que no se fuera, fueron días en los le exigía con voz firme que cambiará de idea, dónde lloraba amargamente, dónde buscaba el apoyo de su esposo e hija para convencer al inexperto y joven muchacho de retractarse, aún sabiendo lo terco que ese muchacho podía llegar a ser.

Changbin sentía el corazón partirse cada vez que su madre le lloraba, sabiendo que ella se preocupaba y le miraba cómo a su pequeño bebé. Ella recordaba las veces en que las cosas no fueron bien y pasaron carencias por los estragos de las guerras y las multiples enfermedades de su hijo menor, Changbin lo sabía.
Y por ello debía dejar también ese miedo a partir y demostrarle a su madre que su hijo era fuerte también para cuidar de ella. Así que, el día de su partida a tierras celtas, se despidió de ella con un simple beso en la frente y una sonrisa inocente.

Tuvo miedo de no volver cada que hacían una parada, cuando caía la noche o incluso de día, pero debía volver para cumplir su comisión. E hizo así.

Lástima que esa promesa no se cumpliera en su último viaje al país de la pólvora.

«¿Me volvería una mala persona si no deseo ir a dónde me dijeron? Yo... No podría.

ᴇʟ ʜᴏᴍʙʀᴇ Qᴜᴇ ᴘʀᴏᴠᴇɴÍᴀ ᴅᴇʟ ᴍᴀʀ [ᴍiɴʙiɴ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora