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Y ahora si, el hard...


Todos los días, al salir de su trabajo en Heibon, Aoba iba a visitar a Koujaku. No importaba como hubiera estado el día, lo aburrido o ajetreado que fuera, ver al estilista siempre lo ponía feliz. Koujaku lo recibía con gusto y ambos cenaban juntos y platicaban hasta que se hacía tarde. Se conocían muy bien, después de todo, no por ser novios habían dejado de ser mejores amigos. Siempre tenían de que hablar, a veces también bebían y jugaban cartas o mahjong, Koujaku era muy tradicionalista en algunas cosas, pero a Aoba le divertía y le parecía interesante.


Cuando no hacían eso, el tiempo se les iba en rodar por la cama en una guerra de cosquillas que Aoba perdía entre carcajadas, jadeos y reclamos a Koujaku, que reía al ver a su novio despeinado y sonrojado entre el desorden de la cama. Después de esto, casi siempre terminaban haciéndolo. Koujaku, amante experimentado de muchas chicas y que ahora solo le pertececía a Aoba, se lo hacía suave pero apasionadamente. Conocía muy bien su cuerpo y sabía como tocarlo, y ambos se deleitaban en amarse lentamente, sin preocupaciones. Koujaku era muy bueno besando, y éste simple placer  encendía el deseo en Aoba, que no se cansaba de estar con él, de comprobar que lo amaba, incondicionalmente. Muchas veces amanecieron entre caricias, enredados en las sábanas, con las manos entrelazadas y con ganas de seguir así aunque afuera el sol ya estuviera en lo alto y la vida siguiera en Midorijima.


Y Tae, aunque no lo decía, sabía de esto, y cuando Aoba avisaba que no llegaría a dormir, sabía bien el porqué, pero Koujaku se le hacía una buena pareja para su nieto y mientras él fuera feliz no se quejaba. 


Pero esa noche Aoba no fue a ver a Koujaku, y el té que éste había preparado para ambos se quedó enfriándose en la mesa. Al revisar su coil el estilista encontró una llamada perdida, pero nada más. Llamó a su amado Aoba incontables veces sin obtener respuesta. Y ahora, que ya era noche cerrada, no podía evitar preocuparse, fumando junto a la ventana. No quería llamarle a Tae, pero terminó haciéndolo, comprobando sus propios temores: Aoba no había llegado a su casa tampoco.


Mientras tanto, ajenos a cualquier cosa, en el mundo de fiesta y noche eternas de Platinum Jail, los no gemelos sonreían ampliamente, saboreando la dulce felicidad de tener al fin junto a ellos al dueño de su amor enfermo. Trip lo tomó suavemente de la barbilla para después besarlo, tomándose su tiempo en disfrutar la sensación de sus labios juntándose, para luego profundizar, explorando y reconociendo con su lengua cada parte mientras Virus atacaba el cuello de Aoba con húmedos besos. 


—Esperen...ahhh...—

Se separaron los tres, agitados. Aoba jadeaba un poco, su mente estaba confundida pero su corazón latía muy rápido, quería más de aquello que acababa de probar. Se tocó la cara, se sentía caliente, como si tuviera fiebre, y de cierto modo la tenía.

—No haremos nada que no te guste—dijo Trip

—Te haremos sentir muy bien Aoba-san, nos haremos cargo de darte placer, como tus fans es lo mínimo que podemos hacer—dijo Virus aflojándose la corbata. 


Era como un sueño. Virus y Trip siempre habían deseado ver a Aoba sin ropa, y ahora lo tenían frente a ellos sin nada más que sus boxers (guardarían lo mejor para el final), habían disfrutado quitándole prenda por prenda, que descartaron en el piso sin ningún cuidado.Lo que no se esperaban era que Aoba deseara verlos a ellos también.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora