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Y los no gemelos sacan el cobre...

Desde la primera vez que lo vio, Koujaku se enamoró de él, aún siendo niños. Aquel era su más grande secreto, un amor que fue creciendo con los años y las experiencias que pasaban juntos como amigos. Por mucho tiempo con eso le bastó, ser amigos.Ambos eran hombres y Koujaku se trataba de convencer de que aquello no era más que el cariño especial que se siente por un amigo muy preciado o por un hermano menor, pero seguido se sorprendía pensando en Aoba, queriendo compartir con él cualquier cosa nueva o interesante que conocía, mirándolo intensamente mientras él no se daba cuenta, incluso avergonzándose de fantasear con él mientras tenía sexo con alguna de las tantas chicas con las que había salido.

Pasaban días, meses y años, y todas aquellas palabras y pensamientos Koujaku se los guardaba. Demasiado tímido para decirle a su mejor amigo lo que sentía por él, prefería quedarse callado. Pero cada vez ese silencio le costaba más. Las oportunidades de estar solos y hablar habían pasado una tras otra, pero el estilista no diría nada, el temor de perder aquella amistad que era tan importante lo traicionaba. ¿Cómo convertir en palabras esos sentimientos que se le apretaban en el pecho?

Pero las cosas se dieron naturales. A pesar de la inesperada timidez e inseguridad de Koujaku, Aoba tomó su confesión con algo de sorpresa pero lo aceptó de inmediato, pues sus sentimientos eran recíprocos. Koujaku era el hombre que más había amado al chico de cabello azul y ahora por fin podía demostrarlo. Se conocían muy bien, y empezar a salir juntos había estrechado aun más su amistad. Koujaku era cursi y protector, romántico y bromista, y aunque Aoba seguido se apenaba y quejaba de todo esto, en el fondo lo amaba e incluso le había dado la prueba de amor y confianza máximas a Koujaku al dejarlo acariciar su cabello. Apenas perdiera por completo la sensibilidad en éste, dejaría al estilista cumplir su sueño de cortárselo.

Pero de pronto la dulce rutina se había roto. ¿De verdad alguien podía desaparecer sin dejar rastro? Ya había habido desapariciones en Midorijima, incluso Mizuki y varios de Dry Juice habían desaparecido un tiempo (Mizuki no hablaba de eso, evitaba a toda costa decir que había sido de él esos días) y después habían vuelto. Morphine, la gente con la mente borrada, el secuestro de Tae, los malditos rubios que parecían gemelos, la búsqueda de Toue... todo esto, que parecía estar en el pasado, había vuelto a la mente de Koujaku, que trataba en vano de explicar lo que le había pasado a Aoba. ¿A dónde podía haber ido? ¿Qué podía haberle pasado?

—¿Y ahora?— preguntó Trip envuelto en la toalla, con el cabello aún húmedo y sin peinar. Virus, que ya estaba arreglado, se preguntaba lo mismo. Aoba despertaría en cualquier momento, ya habían realizado su sueño, cerrando el ciclo de obsesión en el que vivían atrapados. Pero dejarlo ir era tan difícil, y aquel deseo enfermo que ardía dentro de ambos rubios no podía extinguirse tan fácilmente.

Podían, no, debían dejar ir a Aoba ahora, y sus vidas seguirían siendo como siempre, aunque lo hubieran hecho su amistad aun no se dañaba a un punto irreparable. Era algo que podía diluirse en el pasar del tiempo e ir perdiendo importancia. Al principio les incomodaría, pero después podrían verse a la cara y volver a reír y salir como siempre.

Pero antes de que los no gemelos llegaran a un acuerdo, Aoba había despertado, y, tendido sobre la cama, quieto y con los ojos cerrados, en parte debido al dolor de cabeza, los escuchaba hablar desde hacía un buen rato, recostado en el cuarto vecino ¿Tolerancia a la droga? ¿Controlar sus deseos o entregarse a ellos? ¿Un punto de no retorno? ¿De qué demonios estaba hablando ese par? No podía ser nada bueno.

Aoba no aguantó más la incertidumbre y se levantó con trabajos. Además de la cabeza, también le dolía el cuerpo, en especial el trasero, donde un dolorcillo insistente le confirmaba lo obvio. Mientras se ponía su chamarra y caminaba tambaleante fuera de la habitación (limpia y ordenada como si no hubiera habido sexo salvaje en ella) la idea de que los no gemelos lo habían drogado de alguna forma para que se entregara a ellos le parecía cada vez más acertada. En sus cinco sentidos Aoba nunca hubiera sido infiel, mucho menos con Virus y Trip.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora