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De pronto todo era caos. Virus y Trip, indignados y levantados de la cama directo a enfrentarse con una horda de chicos armados que invadían su casa y destruían todo a diestra y siniestra, se defendieron lo mejor que pudieron.

Los yakuzas hirieron a varios, estaban acostumbrados a pelear con varios oponentes a la vez y aunque sabían que estaban en franca desventaja numérica, no se intimidaron. Trip disfrutó al ver como Welter atacaba a los chicos que le salían al paso y huían despavoridos ante el enorme allmate. Luego Clear le hizo frente y el león, mordiéndolo profundamente en el hombro lo arrastró hacia una habitación. Koujaku lo vio de reojo pero no se detuvo. Para él, era como si todo pasara en cámara lenta y los ruidos de la pelea y los destrozos se oían lejanos.

Después de una inspección rápida, Koujaku encontró a Aoba, que, desconcertado sin saber que pasaba, seguía esposado a la cama. La alegría del estilista al verlo de nuevo superó al coraje e indignación de descubrirlo en semejantes condiciones. Le quitó la venda, Aoba parpadeó un momento.

—K-Koujaku...viniste por mí— feliz y todavía incrédulo, sonrió, e inmediatamente sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¡Por supuesto!— Exclamó Koujaku y con su espada rompió las cadenas que sujetaban a Aoba a la cama y lo ayudó a levantarse, para después rodearlo con sus brazos, protectoramente. Estaba tan feliz de al fin tener a su amado junto a él nuevamente.

—T- tenemos que irnos— rompió el encanto Aoba, después de todo lo mejor era huir cuanto antes. Koujaku le puso encima su kimono.

— ¿Puedes caminar?— le preguntó

— Sí— En realidad Aoba se sentía débil y temblaba un poco, pero no era momento de flaquear ¡al fin sería libre!

Cuando salieron, la casa de Virus y Trip era un desastre, y de ellos, para alivio de Aoba, no se veía ni rastro. Algunos chicos aun saqueaban lo que podían, otros rompían muebles y rayaban las paredes, era imposible evitar que lo hicieran, además Koujaku les había prometido que podían hacer lo que quisieran mientras lo ayudaran en el rescate de Aoba y en su venganza.

Casi no cruzaron palabras, apenas sonrisas y miradas que, aunque mostraban la alegría que Koujaku y Aoba sentían al reunirse, tenían un trasfondo de nervios y de no saber que decirse después de lo que había pasado.

—Bienvenido a casa— dijo al fin Koujaku a Aoba cuando entraron a las calles de Midorijima que les eran más familiares, donde habían crecido y pasado un sinfín de aventuras. Se detuvieron un rato, el chico de cabello azul se sentía emocionado, aquellos edificios amontonados, los callejones y locales que había visto tantas veces ahora le parecían tan preciados... Aoba apretó la mano de Koujaku

—Sabes, estuve a punto, pero no me rendí—aun le era difícil creer que había escapado, que estaba de vuelta. —Eso que siempre me dices, tus palabras...pensaba en eso todo el tiempo. Después de todo, siempre terminas salvándome... gracias por estar siempre a mi lado —dijo Aoba en tono dulce, mirando a los ojos a Koujaku, quien se derritió ante estas palabras

—¡Aoba!— y lo besó y abrazó emotivamente, atrayendo las miradas de algunos curiosos.

—¡Basta, no aquí, hipo!— protestó Aoba entre risas, todo volvía, de cierto modo, a ser como antes.

Con bastante esfuerzo y algunas herramientas, Koujaku logró quitar las esposas que aun tenía puestas Aoba, después le curó y vendó las heridas de tobillos y muñecas. Entonces, ya los dos en la intimidad de la casa del estilista, se pusieron serios, Aoba incómodo por la manera en que su novio lo miraba, y él sintiendo la opresión de la ira en el pecho al ver marcas en la piel de su amado de cabello azul. En sí, Aoba no tenía huellas de maltrato, más que las que se había hecho tratando de sacarse las esposas y uno que otro moretón cortesía de Trip y su repentino ataque de ira.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora