22 fue la cantidad de días que bastaron para que ella logrará enamorarse. Los mismos días que tarde para darme cuenta que el sentimiento era mutuo. 22 veces dije que la amaba y fueron las mismas veces que ella aceptó que también lo hacía.
Un número...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
— Maxie.
— Camy.
Nuestros gritos se escucharon por todo el garage, corrí cuál niña de 8 años hasta sus brazos, con facilidad me levantó y dio un pequeño giro.
— Tanto tiempo sin ver estos peculiares ojos.
Max mí única debilidad, desde que teníamos 5 años nuestros padres no paraban de relacionarnos y hacer bromas de que terminaríamos juntos. Tal vez por eso y por la convivencia consideraba al neerlandés mí alma gemela.
— Lo mismo digo.—suspire alegre, era increíble encontrarlo después de tanto tiempo.
— Dime ¿por qué aún no te veo en alguna escudería?.
— Estoy en McLaren.—respondí orgullosa.
— Sabes que no me refiero a encargarte de las relaciones públicas.
— Claro, pues digamos que el sueño de competir contra ti, hace mucho que se esfumó.—solté resignada y aceptando la vida que hasta ahora llevaba.
— Es triste, realmente tenías talento.
— Viniendo de ti, es un halago.—suspire.—Pero digamos que ser piloto por ahora no sería mi mejor opción, tengo cosas que solucionar antes de subirme a un monoplaza.
— Preocura solucionarlas cuanto antes, quiero verte en la parrilla para la siguiente temporada.
— Claro como si fuese tan fácil.—dije irónicamente.
Realmente era difícil entrar a este mundo, más cuando desde muy pequeña los reflectores estaban puestos sobre ti. Cada paso o cada error, cambiaban el rumbo de tu vida al menos para los medios.
Desde muy pequeña soñaba con corre a más de 3000 kilómetros por hora en un monoplaza, a clasificar en la pole y ganar un gran premio, la adrenalina que aquel deporte me brindaba, era lo único que lograba activar mis sentidos. Pero ahora todo ello era una estúpida ilusión que trataba de olvidar.
— Para la gran Carmen Brown, no hay imposibles.
— No lo creo, lejos de mi apellido las personas no confiaría en mí.
— Escucha la única confianza que importa es la tuya. Con eso te bastará.
— Tienes razón, pero lo menos que quiero es formar parte del mundo que me arrebato a mí padre. Sería irónico morir de la misma forma.—articule cansada de tocar el mismo tema.
— No veas al circuito como un enemigo, debes verlo como un aliado. Recuerda que dentro del mismo pasaste buenos momentos a lado de él.
¿Cómo podía no dejar de hacerlo?.Si en el momento en que perdí lo único que amaba. Me alejaron, en mí presencia no se podía hablar de tal deporte ni mucho menos asistir a los premios. Me perdí tantas victorias y posibles aventuras.