221 B

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Eso no era un reto de miradas.

Definitivamente, no es un reto de miradas.

Pero ahí estaban los dos hermanos Holmes mirándose, malditamente mirándose intentando encontrar respuesta de dónde se encuentran John y Greg.

-No tengo idea-susurró Mycroft derrotado.

-¡Por favor!- gritó furioso Sherlock-¡se supone que...!-iba hablando cuando ingresó la señora Hudson con café y galletas.

-Ambos creyéndose inteligentes y no tienen idea-dijo riendo-John está dónde siempre y el inspector también-dijo levantando sus hombros y retirándose del lugar.

Se miraron un segundo más y salieron corriendo.

Mycroft con su elegancia subió a uno de sus autos y dio una dirección, Sherlock simplemente corrió a su habitación.

Sin embargo, ninguno estaba donde correspondía.

Sherlock lo llamó.

-John no está.

-Sé dónde está-susurró su hermano con voz lejana, sintiendo que contaba un maldito secreto, y cuando Mycroft hacía eso era porque tenía miedo.

Eso hacía que Sherlock se sintiera aterrado.

El mayor de los Holmes regresó al 221 B de la calle Baker. Sherlock subió al auto y ambos se dirigieron a su destino, era obvio que John y Greg se encontrarían en los sitios donde se conocieron.

En el caso del menor su amante se encontraba en el Hospital San Barts, mientras en el caso de Mycroft su detective tenía que encontrarse en la escena del crimen en la que pelearon aquella vez hace uno seis años, cuando Sherlock era un dolor de cabeza y el inspector un inexperto en su oficio.

Al menos esperaban que todo se solucionara.

Sherlock corrió por los pasillos del hospital, incluso se encontró con Molly, quien lo miró sorprendida para luego seguir su camino. Él necesitaba encontrar a John.

-¡John!-comenzó a gritar cuando no lo vio en el laboratorio en el que se conocieron-¡John!-siguió gritando cuando no lo vio en la morgue-¡John!-gritó casi sin fuerzas cuando llegó a la azotea y lo vio parado en el borde del edificio.

-Esta es mi nota-susurró suave el rubio, con una sonrisa y citando sus propias palabras.

-¡No!-gritó Sherlock al momento que el médico militar se lanzó desde lo más alto de ese hospital. Era demasiada la ironía de que hiciera algo así.

Lamentablemente, algo similar ocurría al otro lado de la ciudad, en una escena del crimen justo frente al Palacio de Buckingham.

-¡No, Greg!-decía Mycroft al momento que el peliplata ponía un arma contra su sien.

-Es elemental, mi querido Mycroft-susurró con una sonrisa y jalando el gatillo.

Sin embargo, no hubo una detonación.

-¿Qué?-murmuró con suavidad el pelirrojo, asustado por la sonrisa en el rostro de su pareja.

-Eurus me prometió felicidad el día en que ella muriera por tus propias manos.

-Estás vivo-dijo en un hilo de voz y atrapándolo entre sus brazos.

-Ella sabía que si te empujaba lo suficiente acabarías matándola, manchándote las manos y quizás convirtiéndote en alguien similar a ella.

-Jamás seré como ella.

-Eso espero, porque vi cuando la mataste. No sé si lo merecía-dijo separándose un poco y juntando su frente contra la del político.

-Lo merecía, hace mucho tiempo. Al fin tuve la fortaleza de terminar con ella.

Mientras en Barts, Sherlock se asomó al borde del edificio y vio a John, se estaba riendo sobre un gran colchón de rescates que habían dispuesto los bomberos, seguramente haciendo alusión al mismo truco que él usó hace unos años.

-John-susurró suave, aliviado de tener a su médico sano y salgo, vivo.

Volvió a correr, pero esta vez a la salida para reunirse con el rubio, porque de ahora en adelante se preocuparía de que todo a su alrededor estuviera en paz, más tranquilo, menos caótico.

Con Eurus fuera del juego eso realmente sería posible.

Fin

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