Demasiado frío.
Ella tenía que estar demente para ir descalza en un sitio así.
-No estoy demente, simplemente cosas tan mundanas como el frío o el calor no me afectan, inspector-dijo sin llegar a sonreír y sin ser soberbia.
Eurus Holmes era todo un enigma.
-Tendrá que preguntar a Sherlock y Mycroft qué sucedió aquí, dudo que alguno hable. Pero es el único modo de saber. El doctor Watson no hablará.
-No he preguntado ni afirmado nada-dijo Gregory Lestrade acompañándola en el helicóptero, a pesar de que los separaba esa extraña celda.
-No necesita hacerlo, es elemental lo que está pensando, detective-dijo inclinando un poco su cabeza a la derecha y luego curvando su boca en lo que podría ser una sonrisa.
-La llevamos al sitio de donde se fugó.
-Me liberaron, en primer lugar no debería estar ahí. No cuando me dieron libertad sin condiciones-dijo con una sonrisa completa, lo que nunca pensó que podría ser más macabro-revise mi estado en su teléfono, porque seguramente Mycroft aún no lo ha notado.
Y ahí estaba lo que ella afirmó, su estado en el lugar era libre ¿qué hacer en ese caso?
-Llame a Mycroft, sé que se muere por escucharlo y verlo-dijo notando como el hombre se ponía pálido-estoy segura que "mi jefe está bien" no es suficiente respuesta cuando preguntó por él hace una hora.
Suspiró cansado, no se había equivocado en nada. Tomó su teléfono y marcó el número del político, solo bastó un timbre para que respondiera.
-Holmes-dijo suave, casi en un susurro. Mycroft no estaba bien, podía notarlo.
-Gregory Lestrade, Detective Inspector de Scotland Yard. Señor Holmes, vamos rumbo a Sherrinford, pero la prisionera tiene el estado de libre, por protocolo hay que dejarla ir.
Silencio absoluto y luego de unos segundos alguien más tomó la llamada.
-Detective Lestrade, en unos minutos le notificaremos, le pido dirigirse al lugar indicado.
Luego, silencio y cortaron.
-¿No era lo que esperaba?-dijo Eurus con una ceja alzada y el cinismo en su rostro.
-No-susurró mirando su teléfono.
-Inspector, solo le diré un par de cosas antes de que la señorita Anthea lo llame para decirle que "este ya no es su asunto y que se ocupará un equipo especializado".
-La escucho-dijo con un suspiro y una mueca, sintiéndose peor de lo que se había levantado ese día.
-Hace dos años se separó de su esposa y no ha vuelto a tener una relación, ni una cita ni salidas. Está solo, tiene amigos y eventos sociales, pero no compromisos sentimentales. Es romántico y bastante atento, sin embargo, su aspecto no es algo que cuide mucho, menos fumando tanto. Ha tratado de dejarlo, pero entre el café que lo mantiene despierto y la nicotina que lo hace calmarse, sabe que no podría dejarlos a menos que se sometiera a terapia, y no es algo que quiera. Le gusta la adrenalina y está tan deprimido que cree que su sufrimiento es correcto.
-No negaré ni confirmaré-dijo suave y neutralizando su rostro.
-Está enamorado de Mycroft desde hace unos meses y no sabe cómo acercarse. También tiene una lesión en la espalda, que usted cree que son los zapatos nuevos y la ropa estrecha, pero es su peso y la mala postura. Vaya a kinesiólogo, baje de peso, deje el cigarro. Todo eso lo ayudará. La postura correspondiente le permitirá ver todo desde otra perspectiva.
-No creo que sea problema suyo.
-No lo es. Pero la miseria humana es tan divertida de analizar y lo mejor, nadie se da cuenta de lo miserable que es hasta que se lo dicen, sin embargo, usted cree que ese estado es lo natural y de algún modo está cómodo con ello. No ha tratado de suicidarse porque siente demasiada culpa de dañar a alguien a quien le importa. Su madre y padre están muertos, tiene hermanos pero no los ve y tampoco le interesa. Solo tiene amigos que se relacionan con su trabajo y aún así no está seguro de que lo sean, porque cuando se corta con el escalpelo nadie lo nota y tampoco lo llaman cuando toma licencia por unos días para sentirse más miserable.
-¿Terminó?-dijo sintiendo un ligero temblor, se sentía desnudo ante esa mujer y él solo conocía su nombre: Eurus Holmes.
Su teléfono comenzó a sonar y ocurrió todo tal como lo había indicado la azabache.
-¿Qué hago?-dijo luego de colgar, se sintió aún más miserable que en todo ese último año.
-Salte del helicóptero y pruebe su suerte-dijo de forma directa, sin ningún sentimiento de preocupación, enojo o burla. Simplemente era una orden.
-¿Y después?-susurró mirando todo el lugar, nadie trataría de salvarlo, porque lo importante era llevar de vuelta a Eurus a Sherrinford.
-Usted sabe nadar, estas aguas no tienen tiburones y en seis minutos estará a salvo en un barco que está cerca. El resto dependerá de usted, de sus decisiones y las palabras que use.
-No presagia nada bueno ni malo.
-Inspector Lestrade, usted pondrá el contexto, solo me encargo de mostrarle todo.
-Gracias-susurró soltando su cinturón, quitando sus cascos de protección, dejando su teléfono sobre el asiento y abriendo la puerta para luego saltar.
El helicóptero no regresó ni se detuvo por Gregory Lestrade, quien se había hundido en medio del mar.
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Contexto
General FictionAlgo le decía que su hermana no había dejado las cosas al azar y que tanto él como Mycroft estaban nuevamente involucrados en uno de sus juegos.