Chapter two. Arabia Sudita Grand Prix

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𝐃𝐎𝐍'𝐓 𝐁𝐋𝐀𝐌𝐄 𝐌𝐄

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𝐃𝐎𝐍'𝐓 𝐁𝐋𝐀𝐌𝐄 𝐌𝐄.

Capítulo dos

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Capítulo dos. Gran Premio de Arabia Saudita

 Gran Premio de Arabia Saudita

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— Ya te dije que no. Si la gorda puede yo también.

— Ni la casi muerte te hace cambiar a vos, forra del orto.—dijo Valentina tirándole con la almohada.— Y te equivocas, me iré con Susie y Jack a Suiza. Deberías ir conmigo podríamos tomar el té, tocar el piano e ir de compras las tres.

— Preferiría lamer un rallador de queso.— dijo provocando que todos rían.

— Descuida, manifestaré 30 kilos de sobrepeso.

— Sebastián deja de manifestar, pediste vida y casi me matan.— exclamó Rafaela.

— Relájate mujer.— Lewis la abrazó.— Que volátil estas.

—Tu no te quedas por nosotros, culera.— exclamó Checo, la excusa de Rafaela fue seguir con el equipo aunque ella no corriera.— Tu te quedas porque Russel toma tu lugar hasta que te recuperes.

— Ese culo huesudo va a deformar mi asiento, tengo que asegurarme que no crea que permanecerá mucho tiempo en mi puesto.

Exclamó yéndose hacia el garaje de Mercedes.

— ¡RAFAELA!— exclamó Toto, tomándola de la cintura para alejarla del monoplaza.— Mujer, no te puedes subir. Literalmente hace dos días tuviste dos operaciones en las manos y una en la pierna.

— Necesito subirme.— exclamo frustrada.— No puedo perderme esta temporada.

— Pues te informo que te perderás gran parte. George correrá por ti, te guste o no.

— No quiero, no puedo perder mi puesto.— musito nerviosa.— Me costo muchísimo estar donde estoy.

— ¿Y quien te dijo que perderás tu lugar?— se cruzó de brazos.— Tu y Lewis son mis pilotos, pero necesito que mi campeona se recupere por completo, ¿Esta bien? Recupérate y volverás.

Rafa mordió su labio, sintiendo como los ojos comenzaban a arder.

— Ay no, no llores por favor.— Toto la abrazó.

— No se porque lloro, si estoy enojada.

— Estas sensible, es entendible. Fue horrible para todos, no me imagino para ti. Pero deja que te cuidemos, ¿De acuerdo?

— De acuerdo.















[...]






























Lewis sonrió de lado. Al entrar a la habitación del hotel encontró a Rafaela acostada en el piso junto a Roscoe mientras comía chocolate y jugaba con el perro en silencio empujando una pelota. Ya que sus manos vendadas no le permitían hacer mucho más.

— Koala, ven. Te cambiaré las vendas.

— No se porque quieres hacer eso, es asqueroso.

— Solo son quemaduras, no veo lo malo.— dijo tomándola de la cintura para ayudarla a ponerse d elite y que lo apoyara las manos.— Además te pones nerviosa con la gente que no conoces, prefiero ahorraste eso.

— Contigo no se puede estar de mal humor.

Lewis río.— ¿Porque estás de mal humor?

—No se, estoy de mal humor. Y lloro todo el tiempo, intente subirme a un monoplaza... ok, lo sé fue una estupida decisión, Toto no me dejó y lloré.— exclamó ante la mirada que le mandó Lewis.

— Fue mucho, aún no reaccionas bien.

— Casi me muero, no hay mucho que pensar.— aprovechó el momento libre sin las vendas para tomar un chocolate y llevárselo a la boca.

— Oye, yo te amo, ¿Lo sabes no?— asintió levemente.— Pero si quieres volver, dudo que puedas con 20 kilos de más por el chocolate.

— Es que tengo ganas de comer chocolate, estoy muy nerviosa y ansiosa.— exclamó mirándolo.— Es lo único que evita que llore todo el d.. Ugh, la concha de mi madre.— insulto cuando Lewis comenzó a vendar sus manos.

— ¿Comer chocolate te calma?— indago cuando termino con el vendaje.

— Sip.

Lewis la tomó de las mejillas atrayéndola hacia él para besarla.— Podrías comerme a mi entonces.

— Estupido.— río sintiendo que sus mejillas se tornaban rojas.

— ¿Tu sonrojándote?— preguntó curioso.— ¿Desde cuando?

— No estoy controlando mi cuerpo últimamente.

El moreno suspiró cuando Rafaela se dejó caer de costado en la cama, aunque ella intentaba demostrar lo contrario él podía ver que no estaba bien.

— Todo volverá a su lugar, Koala. Solo debes tener paciencia, ¿Si?— musito acariciando su espalda.

— Si, ya lo sé... ¿Me abrazas?

Lewis se recostó junto a ella y la abrazó, dejando un suave beso en su frente. Cuando sintió que su cuello se mojaba supo que Rafaela estaba llorando, no quiso mencionar nada, solo dejó que la castaña se desahogue el tiempo que necesitara.

— Lo siento, moje toda tu camisa.

— Descuida, de todas formas siempre las terminas usando tu.— Una pequeña risa hizo sonreír a Lewis.

— Te amo, idiota.

𝐃𝐎𝐍'𝐓 𝐁𝐋𝐀𝐌𝐄 𝐌𝐄, Formula 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora