Dinner /Libro #4

17

Jin

A veces no teníamos mucho tiempo libre, nuestra fama estaba subiendo mas rápido de lo que pensaba, asi que cada vez la carga de trabajo era mayor, incluso para ella, con mas grupos en la compañía, tenia que estar mas al pendiente de todo de la cocina, había discutido algún par de veces con Bang Pd porque no me dejaba tener un día libre.

Se que no era la solución, además tampoco puedo pedirle que abandone todo lo que esta haciendo en la empresa porque ella ama la cocina y su trabajo, asi que todo este tema no hace mas que darme dolores de cabeza, sin mencionar que cada vez la prensa esta mas sobre de nosotros porque todos sienten esa curiosidad casi enferma por nuestras vidas amorosas.

Se que romperé corazones de miles cuando se enteren que mi alma tiene dueña y que esta es una bruja amante de la cocina.

—Jin espero, amor tranquilo.

Me pedia que me detuviera pero al mismo tiempo me quitaba la ropa.

—Solo venia hablar contigo, debo regresar a la cocina.

—Puedes hablar, no planeo ocupar tu boca por el momento.

Se acomodo contra la cama, para que yo pudiera entrar desde atrás, poder estar con ella después de dos semanas sin poder siquiera darle un beso era la gloria misma, sus gemidos eran una melodía que quería disfrutar de manera continua, que de sus labios saliera mi nombre era lo mejor de mi mundo.

Arrugaba las sabanas con sus delicadas manos, sus labios temblaban entre jadeos, yo echaba mi cuerpo hacia atrás sosteniéndola de las caderas, me incline un poco para poder besarle la espalda.

—Gírate quiero verte.

Cambiamos de posición, se acomodo mejor en la cama, subí para colocar mis codos a sus lados teniendo cerca su rostro, sus piernas se enredaron en mi cadera para guiarme de nuevo adentro de su vagina. Los movimientos fueron pausados al igual que los  besos que compartíamos, sus manos se aferraban a mi espalda y rasguñaba mis hombros de vez en cuando.

Sus espasmos llegaron un poco mas pronto de lo planeado, entendía eso pues la necesidad de los dos era notoria, al acompañarla en su liberación.

Nos quedamos un rato mirándonos ya acostados, ella acariciaba mi rostro frunciendo el entrecejo de vez en cuando.

—Entiendo que soy hermoso, no lo puedo evitar, pero ¿Qué es lo que quieres decirme? 

Mordió sus labios y trato de huir de mi mirada, pero le sostuve el mentón, preparado para cualquier cosa que quisiera decirme.

—Voy a renunciar...