Octavo capítulo.

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Octavo capítulo.

Al final le hizo caso a Plan porque su mejor amigo era la voz de la razón, no se había vengado ni mucho menos, había jugado con ellos por un rato pero no tenía sentido hostigarlos, los abogados serían quienes se ocuparían de la parte legal a su debido tiempo.
En los días siguientes llenó su mente de los planes de expansión que deseaba, tapó su agenda con reuniones con equipos de trabajo, viajó a deshoras a conocer distintas locaciones y se ocupó personalmente de los diseños de alguna de las habitaciones de sus hoteles. No pensó en el descanso o el sueño, todo fue dejado para más adelante, y casi, casi podía decir que había borrado de su memoria el calor de la piel morena que había saboreado ya hace más de una semana atrás. Se había propuesto olvidarlo, borrarlo totalmente y nada mejor que caer rendido cada noche para no anhelar algo que nunca fue suyo. 

-Señor...
-Prem... -se llevó la mano a los ojos mientras usaba un tono de advertencia.
-Saint -repuso su asistente- quise decir Saint.
-Así esta mejor -despegó la mirada de los planos que tenía delante- dime que pasa.
-Es solo que -tragó fuerte antes de continuar- creo que es mi deber volver a reiterarle que ya pasan de las nueve de la noche.
-Ohhh perdón -se disculpó- ya terminó tu horario laboral, veré que se te liquiden las horas extras.
-No señor, no es eso -lo miró a los ojos- quiero recordarle que es hora de descansar, ya no debería estar aquí. 
-Todavía tengo algunos planos que revisar -suspiró- tu puedes retirarte.
-Pero...
-Es una orden Prem.
-Voy a ordenarle la comida entonces -se apuró a salir antes de ser regañado una vez más.

Esa noche, como las anteriores, no dejó la oficina hasta pasada las doce y no había tocado lo que su asistente había traido para él, tenía la opción de comer y dormir en la habitación del hotel del casino, pero desde aquella vez evitaba hacerlo y prefería una casa en las afueras de la ciudad.
Bajó en el ascensor estirando los músculos tensos del cuello, llevó los ojos a la imagen que le devolvía el espejo, el reflejo era un hombre cansado con ojeras profundas y oscuras, la piel más pálida de lo normal y los labios de un tono enfermizo. En el estacionamiento que solo usaban empleados buscó su auto y lo localizó con facilidad, la mayoría ya se había retirado y solo quedaban los del turno nocturno del casino. Y allí estaba él, apoyado contra una pared, ni siquiera se preguntó como había hecho, como la seguridad no lo había echado a patadas ni porque él tampoco ordenaba que lo hicieran.
Lo observó acercarse con un gesto confiado, como si supiera con claridad que sus escudos estaban bajos y no contaba con la voluntad para rechazarlo. Una vez a su lado, sintió la mano sobre una de sus mejillas acariciando con suavidad mientras él seguía plantado sin mover un músculo, sin fuerza para pedir que se detuviera. 

-¿No vas a decirme tu nombre?

Negó con la cabeza.

-Está bien... -los ojos casi negros se trabaron en los suyos- pareces muy cansado.
-Un poco -susurró intentando no apoyarse más en la mano.
-Iba a rendirme -se sonrió- sales muy tarde.
-No tienes que estar aquí -necesitaba resistirse- sabes que es un error, que no me interesa.
-Lo sé -camino un paso más cerca, los cuerpos casi pegados- pero no puedo evitarlo.
-Vete -fue firme en sus palabras, pero su piel buscaba el tacto.
-Me iré pronto -habló casi sobre su boca- sólo voy a probarte una vez más.

Sin siquiera cuestionárselo separó los labios, la respiración se hizo pesada, casi un jadeo. Lo próximo fue el cuerpo de Perth sobre el suyo, sus piernas haciendo presión obligándolo a apoyarse contra el auto, sus manos sosteniendole la cabeza y llevándolo a donde quería. Comenzó con un barrido con la lengua tibia y exitante, le siguió un mordisqueo sutil antes de que se metiera de lleno a besarlo con voracidad, dándole exactamente lo que necesitaba, él llevó las manos a la cintura del morocho porque sentía que pronto iba a caer, se aferró mientras era devorado, se apretó aún más porque el cuerpo ya no le respondía a sí mismo sino que seguía los dictámenes de Perth. Se dejó hacer, se abandonó al placer, a la sensación del cuerpo duro sobre el suyo, al miembro presionandose a través de capas de ropa generando una presión peligrosa.
De a poco fue parando, pequeños besos que se alargaban y otros dejados con descuido.

-Tienes que descansar -lo escuchó susurrar cuando pasaron segundos sin besarse- ya pasa media noche.
-Me estás deteniendo -respondió sin ánimo- voy camino a casa.

El de pelo oscuro retrocedió unos pasos, dándole espacio para abrir la puerta del auto, por un instante se dedicó a recrearse en la imagen oscura y sexy, tan igual y a la vez diferente de aquel adolescente que lo había engañado, el aire de madurez volviéndolo mucho más peligroso.

-Vas a volverme loco -le susurró antes de separarse y dejarlo subir- conduce con cuidado.

Lo vio dar media vuelta y alejarse sin volver la vista atrás, él debía hacer lo mismo. Esto era lo más estúpido y enfermizo que había hecho en su vida, si se lo contaba a Plan de seguro le daría más que un sermón, estaba agradecido que por lo menos tuviera una semana antes de que volviera de una merecida licencia, tiempo suficiente para que retomara la cordura, esto no podía repetirse, ya no era un niño ilusionado, era un hombre poderoso que podía destruirlo tan sólo con un par de llamadas. Con eso en mente atravesó la ciudad y cruzó el puente sobre la laguna para llegar a su casa, más de cuarenta minutos donde su mente conjugó todo tipo de imágenes eróticas que lo hicieron temblar y correr a la ducha apenas cruzó la entrada.
Una vez que liberó algo de tensión con un orgasmo provocado por su propia mano y el recuerdo de los labios de Perth se miró al espejo, las ojeras eran violetas y las mejillas desprovista de color, debía parar, seguir así era una locura pero no sabía como, se encontraba en un punto de inflexión donde su vida ya no era suya, era lo que su padre había querido para él, a lo que lo había obligado. 
Apenas durmió, aún con el cansancio su mente se resistió a dar paso al necesario sueño, el amanecer lo encontró una vez más con los ojos mirando el techo. Esto no era vida, o por lo menos no la que había querido alguna vez, esta era la existencia que su progenitor había pergeniado para él y quisiera o no, la estaba llevando tal cual fue planeada.
Rodó sobre la cama, llevó la los dedos a su boca, una vez más los ojos oscuros de Perth se colaron en sus pensamientos y esta vez fueron bienvenidos, por unos segundos podía dejarse llevarse y convencerse que todo podía ser diferente.

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Hola gente! Por aquí empezando con frío la primavera pero pronto llegará el calor. Espero se encuentren bien, acá le dejo más de mis bebés, espero les vaya gustando.
Les dejo un beso inmenso, cuidense.

Caída libre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora