Décimo primer capítulo.

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Décimo primer capítulo.

La primera vez que puso los ojos en Saint había sido por casualidad, era apenas un chiquillo al que no habría mirado dos veces, pero el destino no había dejado que fuera así. Hasta ahora, más de diez años después, todavía podía recordarlo, llevaba un swetter azul oscuro que cubría hasta la punta de sus dedos, el cuello de una camisa blanca asomaba por arriba y notó que estaba prendida en su totalidad. Habían tropezado en la fila de una cantina mientras esperaban el almuerzo, más bien, el castaño había sido empujado en su camino por algún idiota al que se le hizo gracioso molestarlo por su aspecto frágil y un tanto nerd. Lo primero que notó fue el gesto de incomodidad, la mueca de vergüenza, las orejas tornándose rojas cuando algo de bebida se derramó sobre la ropa enchastrando el pantalón y los zapatos.

-Hey! -había saltado hacia atrás levantando las mano intentando no mojarse también.
-Lo sie-siento -tartamudeó mirando el suelo.
-No pasa nada -dijo al verlo titubear- sólo ten más cuidado.

Lo observó asentir y salirse de la fila mientras un idiota se reía con disimulo, pensó en ponerlo en su lugar, pero al final no era su problema así que prefirió dejar todo así. Más tarde, cuando se encontró con el mismo tonto molestando al chico en el baño, ya no pensó lo mismo, lo vió juguetear con los anteojos que le había sacado mientras el mucho más delgado se tapaba el rostro con las manos. Tal vez hubiera sido mejor dejarlo a su suerte, a la luz de la distancia podía ver que esos primeros encuentros marcaron el destino que vivirían de ahí en más, una relación donde Saint lo idealizó  tanto que no pudo ver el serco que poco a poco se fue cerrando a su alrededor.

Miró en detalle al hombre que tenía frente a él, de ese adolescente no quedaba mucho, el pelo castaño se había convertido en mechas grises que algún estilista mantenía en un perfecto desorden, los anteojos gruesos habían desaparecido al igual que los braquets de la dentadura, la ropa ya no era un uniforme que quedaba demasiado grande en el cuerpo flacucho y desgarbado, sino que el traje le sentaba de manera deliciosa en un cuerpo bien trabajado.

-Saint... -probó su nombre una vez más después de tantos años.
-Bien, si, soy yo - dijo sin rehuir la mirada.
-Pensé que...
-¿Qué? -dibujó una mueca y usó un tono burlón- a ver... pensaste que me había muerto, que me había matado por ti, no no, mejor, que mi padre me había matado como había amenazado.
-No...
-¿Que me había exiliado, que había huído?
-No -ahora frente a él no le salían las palabras y sólo podía mirar para enumerar las diferencias con el adolescente que en su momento lo había obsesionado.
-¿No te parece un poco extremo seguirme hasta aquí?
-No pude entrar al estacionamiento.
-¿Será porque yo no lo quiero? -caminó un paso hacia él- ¿porque odio tu estúpida presencia?
-No fue lo que me pareció -usó la forma altanera de su juventud- de hecho, creo que fue más bien lo contrario.
-No te confundas -apoyó una mano en el hombro- no fuiste más que un puto con el que me quité la picazón.
-Eso es una mentira.
-¿Y que creías Perth? -volvió a alejarse y mirarlo como si le diera asco- ¿Que quería rememorar nuestro tiempo juntos? Te puedo asegurar que no eres el recuerdo más felíz de mi vida ni mucho menos.
-Podrías darme la oportunidad de hablar contigo.
-¿Sabes que? No pienso darte ninguna oportunidad para hablar porque no tendría sentido.
-Podría explicarte.

Saint se alejó unos pasos más y lo miró como si lo estudiara, como si en el simple gesto pudiera reconocer al Perth del pasado.

-¿Y que crees que ganaría con eso? -ladeó una sonrisa- ya no soy ese niño Perth, pasaron diez años, nada de lo que puedas decir ahora va a cambiar lo que pasó en su momento, pero si quieres, si lo necesitas, te lo digo, te perdono -dibujó una mueca cruel en su rostro antes de seguir hablando- te perdono por usarme, por humillarme, por hundirme, por reirte de mí con el imbécil de Mark, te perdono por el dinero que hiciste vendiendo las fotos, por las palabras que pronunciaste luego de nuestro tiempo juntos.
-No quiero que -intentó hablar pero no lo dejó.
-Te perdono porque al fin y al cabo no eras responsable de mis sentimientos, yo fui el idiota que se ilusionó con un par de palabras bien dichas -lo observó apretar los puños con fuerza hasta volverse rojos- te perdono todo, menos por lo que me quitaste, y te odio por eso, porque me alejaste de la única persona que me había amado, eso es imperdonable.
-No lo hice -intentó decir pero no fue escuchado. 

Saint dio unos pasos y quedó al lado de la lápida con el nombre que reconoció como el de su madre.

-Ese día, ¿te acuerdas? -observó como acariciaba la piedra pulida- yo era tan tonto, tan crédulo y tú eras... era tú, yo me sentí halagado por tu atención, y esa vez... fuiste tan dulce y paciente conmigo, yo no tenía experiencia y me avergonzaba de mi cuerpo, pero me hiciste sentir especial, como si alguien más aparte de mi madre me quisiera, y cuando me dijiste esas palabras... ¿sabes? -miró al cielo como intentando que la gravedad no arrastrara algunas lágrimas por sus mejillas- me dolieron demasiado, pero cuando volví a casa, estaba ella, me abrazó y me hizo sentir que no importaba ¿y qué si no me amabas, si no era más que un juego para ti? Solo eras una primera decepción, luego vendría alguien que me valorara de verdad, que me amara... esas fueron sus palabras y yo las creí.

Se dejó caer de rodillas delante de la tumba antes de continuar con una letanía que no hacía más que hundir sus almas y a la vez liberaba a Saint del peso llevado por tantos años.

-Pero lo de las fotos -arrancó unas hojas de cesped bajo sus rodillas- eso fue un golpe certero, eran tan grotescas y humillantes, mi cuerpo expuesto para que todos se burlaran, allí estaba yo, desnudo mientras me entregaba a ti... sabías de lo que era capaz mi padre y aún así...
-Permíteme explicarte -pidió aunque sabía que ya no tenía sentido, sabía que no existía esa posibilidad.
-Nunca más la volví a ver -apoyó la frente sobre la lápida- ni siquiera se me informó que estaba enferma y murió sin que me permitieran un último beso.
-Saint...
-Y te odio tanto por eso... -por fín dejó las lágrimas surgir libres- te odio tanto que sería felíz si pudiera destruirte, pero a la vez se que es tonto, ya no tendría sentido.
-Puedes hacerlo -se acercó colocándose de cuclillas a su lado- puedes hacer de mi vida un infierno si quieres.
-¿Con qué sentido? -se limpió la nariz con la mano- pensé que lastimarte me haría sentir mejor... y ya me ves.
-Saint -susurró como pidiendo algo.
-Vete -pidió con la voz congestionada-  desaparece para siempre, no permitas que vuelva a verte.
-Pero...
-Si tienes algo de piedad, no por mi, si no por ese niño que un día fui, vete, desaparece para siempre, tu deuda está cancelada.
-Déjame decirte algo antes.
-¿Va a devolverme el tiempo que me robaron? -el silencio de Perth fue toda la respuesta- entonces nunca más aparezcas.

El morocho se levantó porque supo que nada de lo que dijera aliviaría el dolor del otro, hace diez años creyó que nada tendría consecuencias, pero ahora estaba aquí, viendo como sus errores habían costado la felicidad de inocentes, lloró por esa madre que no pudo estar junto a su hijo, por lo menos él pudo despedirse de la suya en el final y lloró por ese adolescente pálido y demasiado delgado, por esa sonrisa que destruyó, por el brillo que apagó en su mirada.
Avanzó casi arrastrando los pies, nunca se había sentido más derrotado.

〰️🖤〰️

Hola!
¿Qué les pareció? Tonto Perth, quien sabe como hace para recuperar a Saint, yo ni idea. 
Les agradezco sus estrellitas y mensajes, me hacen muy felíz.
Les dejo un beso inmenso. Cuidensse.

 

Caída libre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora