Epílogo

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Epílogo

-¿Ya estás listo?

Levantó la vista de los papeles que tenía delante para posar los ojos en el hombre frente a él, el pelo oscuro y el bronceado asentuado de pasar horas trabajando al sol solo lo hacían más sexy.

-Dejame que guarde esto y podemos ir -se apuró a apagar la computadora y cerrar las carpetas antes de salir al encuentro de Perth.

Salieron de la oficina de la mano, sostenerlo era una de las cosas que hacían el sentimiento mucho más real. En el año desde que habían vuelto a encontrarse e iniciado una relación hacían el camino de vuelta juntos, el morocho lo acompañaba a su casa, de vez en cuando se quedaba a dormir o él iba al lugar que alquilaba con Mean para pasar la noche. Funcionaba para ellos, que se conocieran desde la adolescencia, que tuvieran un pasado en común no significaba que se conocieran realmente, y desde el día que se encontraron se dedicaron a aprender uno del otro.

-Necesito que me acompañes -Perth tironeó su mano en un camino diferente.
-¿Un nuevo proyecto?
-Algo así.

Avanzaron por la calle que daba a la costa, un espacio donde se fundía con un área arbolado, hasta llegar a una casa de estilo cabaña que hace años estaba deshabitada.

-¿Vas a remodelarla?
-Si.
-Dime que el nuevo dueño va a respetar el diseño original.

Como respuesta Perth hizo tintinear unas llaves en sus dedos.

-¿Quieres ver como es por dentro?

Abrieron la puerta e increíblemente las luces se podían prender sin inconvenientes y parecía habitable.

-Ya estuvimos haciendo una limpieza inicial -señaló mientras abría un ventanal que daba a un lateral desde donde se veían los árboles.

Lo siguió hasta el piso de arriba, las paredes estaban descascaradas y con algo de humedad, las ventanas un poco desencajadas de las bisagras, pero a través de la voz de Perth pudo ver la belleza que llegaría a ser una vez que la restauración se concretara, el sol entrando a través de la buhardilla, las cortinas meciéndose por la brisa proveniente del mar, el piso de madera cálido al tacto, la bañera antigua como punto central en un baño interior.
Bajaron para pasar por una cocina que necesitaba una nueva disposición y llegaron a la puerta vidriada que daba a un patio posterior.
Salieron y la oscuridad no dejaba ver mucho, por lo que intuía había una piscina en el centro.

-Espera que busco como se prenden las luces.

Sintió la brisa salada proveniente del mar, miró el cielo, la luna apenas en una linea que emulaba una sonrisa en la negrura de la noche, las estrellas titilaban al son de los grillos, chicharras y ranas que cantaban entre los árboles.
La luz se prendió iluminando el espacio. Allí, en medio de un cesped cuidado y bien recortado una piscina con flores blancas flotando en ella, luces colgando en gruirnaldas de una glorieta de madera que se reflejaban en el agua calma.

-Saint...

Se giró hacia la voz que lo llamaba.

-No es mucho, no es a lo que estas acostumbrado -el sonrojo le cubrió las mejillas- pero es algo que quiero darte, algo que quiero compartir contigo.
-Estas diciendo...
-Estoy diciendo que quiero una vida compartida -se acercó y lo tomó de la cintura uniendo sus cuerpos- un lugar nuestro, construir un hogar para ti, para los dos.

No pudo decir nada, la voz se le apretó en el pecho, los ojos solo podían ver los las pestañas tupidas, la respiración solo captaba el aroma de la piel transpirada de un hombre que trabajaba al sol.

-¿Me dirás que si? -sintió el beso en sus labios- la cabaña será tal cual lo decidas, cada planta, cada hoja, la pintura y hasta los almohadones, todo será como prefieras.
-No necesito tanto -alcanzó a susurrar.
-Pero quiero dártelo -le besó la punta de la nariz- y ahora este lugar es nuestro si así lo quieres.
-Si -le sonrió con las pestañas húmedas- si quiero.

No dijo nada más, las manos buscaron bajo la remera negra que se amoldaba a su cuerpo y la tironeó por la cabeza, en segundos los dos pechos se refregaban entre sí, los labios unidos en un beso frenético y hambriento, los jadeos uniéndose a los sonidos de la noche. Pronto sintió ser depegado del suelo.

-Ni se te ocurra -dijo entre risas.

No sirvió de mucho, el pantalón se le pegaba a la piel dentro de la pileta, el cuerpo de Perth volvió a presionarlo, esta vez von el agua danzando a su alrededor, los dedos buscando colarse bajo su cintura para liberar la urgencia de placer. Gimió ante el contacto de la piel tibia de la mano en su miembro endurecido y él hizo la mismo.

-No veo la hora de hacer el amor en cada espacio de la casa -le habló al oido mientras bombeaban al unísono- voy a meterte en la bañera y te voy a dejar todo resbaloso para mí... o puedes tenerme sobre la mesa del comedor, sobre el sofá o el piso de madera.
-Has pensado mucho en ello -gimió acelerando el movimiento, sabía que estaba a poco de perderse.
-Cada maldito día -le mordió el hombro para luego calmar el ardor con la lengua- te quiero tener de todas las formas posibles y quiero sentirte dentro de mi, adoro como me llenas.
-Mierda! -atrapó su boca en un beso que silenció el grito del éxtasis compartiendo el placer que se provocaron mutuamente.

Más tarde, tal vez ya pasada medianoche yacían allí, uno al lado del otro sobre el cesped, la brisa cálida sobre la piel húmeda.

-Saint -se apretó a su cuerpo- gracias.
-¿Por?
-Por no odiarme para siempre, por darme tu perdón.
-Ya es pasado.
-Aún así.

Hicieron silencio mientras la noche seguía su avance, cuerpo contra cuerpo, la luna en una pequeña sonrisa sobre ellos y la promesa de un futuro juntos por delante.

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Espero que hayan disfrutado de este pequeño retacito de su historia.
Saludos

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