Décimo segundo capítulo.

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Décimo segundo capítulo.

Plan se limpió el sudor con la mano y lo miró de mala manera a lo que respondió con una sonrisa mientras transportaba una de las tantas cajas hacia el interior.

-¿Sabes que? -lo escuchó decir unos pasos por detrás- eres el peor jefe que he tenido en la vida.
-Eres el único jefe que tuviste en la vida.
-¡Exacto! -lo ayudó con una caja que se tambaleaba amenazando con dejar un reguero a su paso- tendría que haber sabido que esto era una muy mala idea.
-Prem no se queja y ayuda mucho más.
-Eso es porque te tiene miedo.
-Oh no -comentó el aludido que ya se encontraba desembalando- no me metan en medio de sus disputas.
-Papi -se burló su mejor amigo de las palabras del otro- no peliemos frente al niño...

Plan lo siguió a otra habitación con su constante queja sobre el calor y la humedad, pero no le prestó atención, con el pasar de los días terminaría por acostumbrarse al cambio.

-¿Porqué no podemos quedarnos en el hotel? -preguntó una vez más- ¡es tuyo!
-Porque no quiero volver a vivir de esa forma -dejó la caja junto a un mueble que todavía estaba fuera de lugar- quiero una casa, un patio, un hogar.
-Lo se lo se -sacudió la cabeza- pero ¿tenía que ser aquí?
-Es un hotel de playa, así que el calor es imprescindible -señaló algo que era una obviedad- además, hasta ayer parecía gustarte.
-Eso porque en el hotel no estaba obligado a hacer la mudanza.
-Eres un quejoso, luego lo vas a amar, ya verás -comentó sin siquiera mirarlo.

En los cinco meses que habían pasado desde que se efectivisó la venta de sus acciones, la vida había dado el giro que él había elegido para sí mismo, el hotel era tal cuál lo había proyectado, y ahora compartiría un hogar con Plan y Prem a metros de la entrada al sitio que había elegido para su emprendimiento. Suspiró, por más quejas que hiciera su amigo esto era lo mejor que les podía haber ocurrido, hasta Prem pareció florecer en la ciudad costera a kilómetros del lugar que pretendía olvidar.
Comenzó a sacar los objetos que necesitaba ordenar, las fotos de su madre sonriendo le transmitían paz y fue lo primero que colocó en un mueble antiguo de madera tallada y siguió con fotos que habían sobrevivido a la maldad de su padre.

-Te pareces mucho a ella -habló Plan por detrás- hasta el mismo tono de pelo.

Una sonrisa melancólica se instaló en sus labios, podía reconocer sus propios rasgos en la imagen, el color de cabello era el mismo castaño que llevaba ahora que lo dejó sin teñir y hasta los ojos guardaban la similitud.

-Me gusta que hayas dejado ese color gris atrás -dijo al pasar- creo que el castaño te favorece.
-No se si sentirme alagado o no -bromeó.
-Sabes lo que quiero decir, y en realidad, creo que este lugar te sienta muy bien.

Asintió mientras seguía ordenando reflexionaba sobre las palabras de Plan y sabía la verdad, no era solo el cambio de lugar, desde el momento que se había enfrentado a Perth y descargado toda la tristeza sobre él, se sentía mucho más liviando, liberado de años de un dolor cegador, de la fatalidad de no haber estado con su madre el final, ese enfrentamiento lo había llevado a dejar parte de su pasado atrás y con el, el sentimiento del adolescente dolido que una vez había sido.
Esa tarde, luego del encuentro con Perth y de que lo viera desaparecer y perderse entre la gente, había deambulado por la ciudad, caminó sin rumbo dejando a cada paso un poco de su historia juntos, el recuerdo del primer encuentro en la cola de la cantina, la vez que lo defendió por primera vez en el baño del colegio, el día que lo acompañó todo el camino rosándole los dedos generando un calor desconocido, el primer beso a escondidas entre los árboles de un parque mientras la lluvia le empapaba la ropa, la ocasión en que habían dormido al sol en la playa cuando habían escapado de su horario escolar, dejó atrás la sensación de las caricias, de sus labios juntos, de sus manos desnudándolo en la habitación de la casa a la que lo había llevado en su moto, de su lengua recorriéndole el cuerpo hasta hacerlo vibrar y descubrir algo inimaginable. Enterró los recuerdos del cuerpo de Perth sobre el suyo, la primer punción de dolor antes de sentirlo moverse una vez más con paciencia para no lastimarlo, las palabras que le susurró sobre la boca, los pequeños gemidos y el placer que lo llevó a llorar entre sus brazos.
Caminó y fue suavizando los sentimientos oscuros, liberó al adolescente que había llorado ante el rechazo y la burla, ante las palabras crueles, y mucho más tarde ante las fotos que todos obtuvieron para reirse de él y llamarlo puta. Dejó ir a ese niñito que se aferraba a los brazos de su madre y rogaba a los pies de su padre antes de que lo enviara lejos para nunca volverla a ver.
Ya no era él, todo el trayecto, desde ese primer encuentro hasta el último había sido cosa del destino, un tiempo vivido que por muchos años apretó su pecho ahogándolo en la culpa y el resentimiento.
En el momento que volvió al auto condujo hasta una playa cercana y se quedó allí hasta que el sol pintó de naranja el cielo, las nubes en el horizonte y el olor a tierra húmeda auguraban una lluvia que más tarde se sintió fría sobre la piel, la ropa y el pelo goteando, el agua lavando el último rastro del Saint que alguna vez había sido.

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Hola! Que nos deparará el destino?
Espero lo hayan disfrutado.
Saludos. Cuidense.

Caída libre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora