REVELACIONES - 10 -

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Años atrás...

Era la primera vez que el imperio esperaba a alguien.

Se encontraba por supuesto, en un lugar de lujo a orillas del mar, con un Grecia dormido en su regazo, en una bella noche estrellada, con comida y frutos deliciosos. Acariciaba con cariño el cabello de Grecia, para al final ver una luz en el cielo, y ver a su dios llegar frente a él.

Pudo ver la sangre en su ropa blanca, y lo herido que se encontraba en ese momento. Pero no dijo nada al respecto de ello, solo tomó a Grecia para dejarlo dormido entre las almohadas y levantarse de su lugar, caminando hacia su dios, hacia Júpiter, quedando a unos metros de él.

— ¿Y bien? — preguntó el imperio.

— Lo asesiné. — respondió el Dios.

— Bien, es hora de llevar las embarcaciones por esa tierra y...

— No existe.

El romano cerró los ojos un momento, tensando su mandíbula, la ira que estaba experimentando en ese momento era enorme. Así que miró al dios, y sonrió.

— Voy a aceptar al nuevo dios que menciona la pequeña mierda de Vati, y hacer que te olviden los romanos, si no justificas lo que estás diciéndome. ¿Cómo que esa tierra no existe?

— Sabes que podría matarte si...

— Hazlo, griego ya no existe, quiero ver quien reza por ti. — sonrió el romano. — Quiero verte desaparecer como el polvo, cuando nadie recuerde ni tu jodido nombre. ¿Qué es un dios para no creyentes? Solo polvo de mierda en el aire.

El dios apretó los puños para después relajarse, por mucho que odiara la actitud de Romano, no podía tocarlo, sin seguidores, no podría seguir existiendo en la tierra. Acabó por suspirar, estirando la mano para dejar caer una tela azul ensangrentada.

— Cayó al mar, no tenía idea que, si se iban a la profundidad, su tierra se iba con ustedes. Además, no es como si pudiera sacarlo después de que lo asesiné, con suerte pude huir de su dios amante y su jodido dragón. No puedo curar estas heridas, se harán cicatrices enormes, además no era el único dios queriendo mi cabeza, tuve que salir de allí lo más rápido que pude y desaparecer de su rango.

— ... acepto que debí haberte dicho de ello. — dijo el Imperio tomando dicha tela del suelo. — Perdimos la Atlántida, entiendo. La próxima vez tendré que ir yo en persona a conquistar, si quieres algo bien hecho es mejor que lo hagas tú mismo. Ya puedes irte a lamerte las heridas...

— Espera. — comentó el dios. — Esos dioses no se quedarán tranquilos, atacarán y...

— Entonces los detendrás. — y una simple mirada del romano apareció para el dios. — No hay nadie más poderoso que tú, padre de los dioses.

— ¿Qué pasa si lo hay?

— No existe tal cosa. — respondió el romano. — No pienses mucho en ello, reúne a tus compañeros, y elimínalos. Ataca antes de que te ataquen a ti, así de simple, es como yo conquisté muchas tierras.

Por siempre MéxicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora