PUNTO DE QUIEBRE - 7

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Capítulo 8

"Una vez en diciembre 2"




¿Me amarías en el próximo amanecer que nos ilumine?



Le habían vestido con un traje, mientras ese carruaje los llevaba a su destino.

El frio de la nieve se sentía en sus venas, pero tenía que mantenerse calmado. Ya había visto al hombre que lo compraría, esperaba que lo comprara, porque así no tendría que preocuparse por cualquier cosa que viniera. Pero no era el único a elegir, a un lado de él había una niña, una muy bonita, quien había sido arreglada, así como muñequita salida de cuentos. Tenía miedo de lo que pudiera pasar. ¿Los compraría a ambos? ¿Los tendría a ambos?

– Llegamos, ambos, bajen. – fueron abrigados y escoltados por guardias, hasta llegar a una habitación con una chimenea.

Soltó un suspiró viendo como su cuerpo se calentaba, y sintió un cuerpo pequeño cerca de él, aquella niña se refugiaba con él para general calor, sonrió.

– No quiero quedarme aquí.

– No tenemos opción. – contestó calentando sus manos.

– Quiero irme.

– Te mataran si tratas de huir, y tu pueblo sufrirá. Piénsalo, solo piénsalo.

No pudieron hablar más, la puerta de madera se abrió, y vieron a un joven hombre de cabello gris y ojos del mismo color. Quien sonrió cerrando la puerta tras de sí. El hombre retiró el saco que lo cubría, solo quedando en playera, para al final sentarse en el sofá mientras los niños permanecían en el suelo, sentados juntos en la alfombra. El hombre aparentaba por lo mucho 16 o 17 años, y los niños 8 o 9 años.

– Son más hermosos de lo que me habían mencionado. Bienvenidos. – dijo aquel joven mirándolos. – Ven, acércate tú primero.

– ¿Yo? – el niño sintió sus piernas temblar para después mirar a la niña que asentía. – Sí su majestad.

Caminó dejando caer la cobija que lo cubría, para revelar debajo un coqueto y lindo traje ajustado a su cuerpo, un traje tradicional ruso, a su medida. Sintió las manos del monarca acercándose a su cintura y después sujetándolo, haciendo que se sentara en sus piernas, para después sentir las manos del Zar recorrer sus piernas y pecho, dándole dulces besos en las mejillas. Sintió su cuerpo tensarse, y después solo acabó por mirar esos dulces ojos grises, quienes parecían tan amables, esos ojos engañaban, más cuando la mano del imperio se metió debajo de su ropa.

Cuando terminó de recorrer cada centímetro de él, lo soltó, solo lo estaba examinando, ver si le gustaba o no. Así era, el imperio quería un juguete nuevo.

– Eres lindo, y tu piel tan suave, hazme un favor y vuelve a tu lugar en lo que estoy con ella. – dijo, depositándole un dulce beso en la frente dejándolo libre.

El niño obedeció, solo para mirar como esa misma revisión pasaba por aquella niña, y después ambos quedaron sentados en la alfombra frente a la chimenea, mientras el imperio retiraba su ropa y se ponía algo más cómodo para dormir. Una vez cambiado, abrió la puerta y les hizo una seña a ambos de que lo siguieran.

– ¿Cómo te llamas? – preguntó la niña mirándole de reojo siguiendo el caminar.

– Sovi. ¿Y tú?

Por siempre MéxicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora