HOMOFOBIA - 3

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AÑOS ATRÁS...

Estaba harto de los golpes, así que escapó. Durante 3 semanas.

Vivió en los jardines, donde su pequeño hermano Kazajistán le llevaba comida y lo escondía si su padre comenzaba a buscarlo más. Para URSS, esto solo era una infantil rabieta, pero para Rusia, lo fue todo, fue probar la libertad por esos días, y fue hermoso. Su piel no ardía de golpes diarios, no había sangre en su boca, no había tirones de cabello y más importante aún, no estaba esa sala con esa pantalla, donde era golpeado sin parar en sus partes bajas, si reaccionaba ante algo que veía.

– ¿Chamaco? ¿Qué haces aquí? – sintió sudor frio al verlo. Allí estaba ese hombre, ese hombre hermoso que satisfacía a su padre por las noches. – Entiendo que de adolescentes todos huimos, pero URSS debe estar preocupado y... ¿Qué chingados te pasó?

Era la primera vez, que el mexicano veía al ruso con los moretones y cicatrices sin el maquillaje que su padre le ponía, para ocultarlo. Era la primera vez, pero, aun así, no le importo, solo podía ver esos hermosos colores mirándole. Ignorando que todas esas cicatrices eran notorias, y eso hizo que el latino se preocupara por él.

– Me caí. – respondió levantándose, viendo cómo eran ya del mismo tamaño. – Me caí, por favor, no le diga a mi padre que estoy aquí señor Mesica. Me caí de la ventana de mi cuarto, hay un despeñadero si no aterrizo en los árboles, las rocas me lastimaron, por favor, no le diga a mi padre que estoy herido.

– Es México wey. – dijo riendo el latino, pero la sonrisa se borró cuando miró al adolescente encogerse de hombros haciéndose bola en el suelo. – No mames, no importa si no lo puedes pronunciar wey, no te presiones así, eres prodigio de URSS ¿No? Yo igual lo soy, pero, no mames, tranquilo, ¿Estas bien?

– Perdón, me equivoque, falle, lo lamento, lo lamento, no volveré a cometer un error, lo lamento.

– Wey, no mames te presionas mucho. – dijo el mexicano acariciándole la cabeza. – Tas demasiado bonito pa andar así. Ven.

Fue así como inicio.

México lo dejaba esconderse en su avión, le preparaba comida, lo dejaba comer y le sonreía, dándole suaves caricias en la cabeza. El ruso se quedaba dormido siempre si era entre los brazos del mexicano, siempre, donde ambos permanecían ocultos en el avión, mientras se relajaban, siempre. Hasta que ese siempre, se volvió un problema, cuando el mexicano no le beso la frente, sino, beso suavemente sus labios.

Fue un beso fugaz, que inicio muchos más. Un beso que fue de broma, que inicio un loco romance secreto.

Porque siguieron haciéndolo, el ruso con 15 años, y el mexicano con veinte, siguieron escondiéndose para besarse, porque querían hacerlo, querían besarse, hasta que pasó. El mexicano nunca lo supo, pero el ruso sufrió las consecuencias, cuando sucedió lo que no quería porque mientras besaba a México, en aquel avión que se había convertido en su lugar favorito, notó la mirada de su padre viéndolos a través del vidrio protector de la cabina.

Notó la ira y enojo de su padre, lo noto, mientras besaba al mexicano, notó el infierno que viviría en esos ojos rojos que solo reflejaban ira y odio.

Rusia fue "encontrado" esa tarde por los guardias de su padre. Fue recluido por castigo. Pero no fue exactamente lo que pasó, no fue enviado a su habitación. Fue recluido en una jaula, oculta dentro de la habitación de su padre, detrás de un librero. Donde estaba a prueba de ruido para que no pudiera molestar a su padre con los sollozos o gritos que el ruso daba. En completa obscuridad, con solo un túnel que lo llevaba a un baño simple para hacer sus necesidades, y lo regresaba a la jaula. Tenía poco espacio, apenas tenía comida, le daban entrada de aire mínima, la suficiente para respirar, y le dolían mucho los cortes en su piel. Al igual que sus piernas, de estar hincado y sentado tanto tiempo.

Por siempre MéxicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora