Seis

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I'm sick, yeah, I'm sick
And honestly, I'm getting high off it
Do you wanna see a magic trick?
'Cause you don't know what you don't know
But I know

—Breakfast, Dove Cameron. 

Enero. 

2 meses después. 

Capítulo 6. Dione. 

Me estudié las uñas con detenimiento, en diferentes posturas, hipnotizada por su aspecto. Bryce carraspeó para ganarse mi atención de nuevo, aunque solo brevemente, ya que había algo adictivo en contemplar mi manicura recién hecha.

—Se dice gracias, cerda desagradecida —refunfuñó con humor, descruzando las piernas e incorporándose para despejar la mesa.

—Gracias, cerda desagradecida —obedecí, batiendo las pestañas en su dirección.

Bryce puso los ojos en blanco.

—Tienes suerte de que me de flojera hacer nuevas amigas —. Posicionó una mano sobre su cadera y me condenó con la mirada—. O te echaría a patadas de mi casa ahora mismo.

—No pares —sonreí—, sabes que adoro el trato rudo.

Bryce se rio y me guiñó un ojo con coquetería al retirarse el cabello de los hombros. Tenía una envidiable melena negra cuyas puntas malvas rozaban la curvatura más que pronunciada de su trasero. Empezó a trenzársela con habilidad, dejándose caer en el brazo del único sofá del salón y poniendo una expresión de maquinación absoluta que no sentaba buenos precedentes.

—Explícame otra vez porque no le pediste el número al doctor Cañón —pidió con voz edulcorada.

—Porque no —resolví, mostrando los dientes, ampliando mi sonrisa.

—Mantenemos versión entonces... —asintió antes de morderse el labio inferior—. Y sigue siendo insulsa. Tía —protestó y se estiró para pellizcarme la piel del brazo— tienes que darme algo mejor. Por contrato. Tienes una reputación que mantener.

—¿Una reputación?

—Sí, ¿o no te acuerdas? Los últimos años de instituto y el primero de universidad... éramos diosas, Dione. Diosas. Desenfrenadas, indómitas, guapas de cojones... Pero —compuso una mueca compungida—, solo tú puedes seguir con la leyenda y desde que Ezra entró en tu vida es menos jugosa en cuanto a escándalos se refiere.

—Básicamente... quieres que te entretenga con mis desventuras sexuales.

Bryce se encogió de hombros y lanzó la trenza que había terminado de anudar a su espalda.

—Básicamente. Te hago las uñas gratis para que las pongas ojitos durante una hora seguida. Págame con un chismorreo que me ponga los pelos de punta. Ese doctor...

—Sigues siendo guapas de cojones —contraataqué y me incliné hacia delante, posicionando las palmas sobre los cojines del sofá para acortar la distancia.

Me entrecerró los ojos, de un azul intenso que contrastaba con su tez chocolate.

—En efecto —aceptó sin una pizca de falsa modestia—. Pero...

Miró por encima de su hombro, donde Jacob babeaba uno de sus juguetes, con una de sus manos regordetas sujeta a los barrotes de la cuna. Las facciones de mi amiga se relajaron de inmediato y una sonrisa de pura ternura desplazó el mohín infantil que había estado fingiendo con precisión milimétrica solo un par de segundos atrás.

—Se acabó la vida desenfrenada para mí... Al menos hasta que Jake pueda beber también y desfasemos juntos —sentenció volviéndose hacia mí.

—¿Vas a llevarte a Jake de fiesta?

UltravioletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora