Catorce

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Capítulo Catorce: Hank.

Apreté tan fuerte la mandíbula que los dientes me chirriaron con la mirada fija en el teléfono que descansaba sobre la mesa. Eran las putas tres de la mañana, de lejos una hora razonable para su llamada rutinaria que llevaba ignorando sistemáticamente meses.

Joder, meses.

Muchas cosas podían haber pasado esos meses que justificasen aquello. Y ninguna buena. Conociéndola no... La presión de mi cráneo aumentó tanto que la cabeza me palpitó dolorosamente. Un debate feroz se desarrolló en mi interior, una contienda encarnizada y agotadora que ordenó a mis músculos moverse por inercia. 

Antes de poder arrepentirme me encontraba descolgando la llamada. 

—¿Mamá?

—Ay, Hank —sonó animada y confundida al escuchar mi voz, como si hubiera dado complemente por perdida la posibilidad de que algún día la atendiese. Eso me revolvió el estómago.

—Mamá —tenía la garganta tan tensa que me salió forzado, rozando lo agónico—, ¿qué cojones haces llamando a esta hora?

—¿Qué? Cielo... yo no... —se calló de golpe—. Oh.

—¿Oh? —modulé, entre dientes.

—No he contado con la diferencia horaria —musitó y soltó una risita para rematar la frase y a mí, de paso.

—¿La diferencia horaria...?

—Sí, bueno... —volvió a emitir una risa nerviosa, arrepentida— estoy de viaje, con Charlie y... se me olvidó completamente que allí es otra hora, así que no sé... 

—Son las putas tres de la mañana, mamá.

—¿Te he despertado? Lo siento mucho, cariño no era mi...

—Mamá —la corté, a duras penas contenido—. Vale, está bien, no te disculpes.

—Pero...

—He dicho que no pasa nada —repuse de mala gana, porque mi paciencia empezaba a astillarle y la tensión había alcanzado mis dedos, que apretujaban el teléfono—. Buenas noches.

—No, espera...

—Es tarde y mañana trabajo.

—Ya... pero es que... Hank, hijo llevamos sin hablar mucho tiempo y...

—Voy a colgar mamá.

Suspiró y pude notar como asentía, la resignación en el aire que liberó.

—Te quiero —fue lo último que escuché antes de cortar la llamada.

Dejé el móvil despacio sobre la mesa, la pantalla estaba iluminada y los créditos de la película casi habían llegado a su fin. Me concentré en ellos unos segundos, aún con los nervios de punta. Joder, tenía ganas de vomitar. Por un momento pensé que... resoplé, frotándome la cara con las manos y ocultándola en ellas.

Presioné con tanta fuerza los párpados que vi chiribitas en la oscuridad. Deseé poder abrir un boquete en la tierra con mis propias manos, enterrarme en él, tener un mísero instante de paz. Que todo el puto mundo se detuviese. Olvidar el zumbido constante en mis oídos y descansar. Silencio, necesitaba silencio.

No sé cuanto tiempo me mantuve en esa posición hermética, gruñendo, frustrado, irritado... aliviado; una mezcla ponzoñosa de emociones que puso del revés mi estómago y me abstrajo, focalizó mis problemas en un aspecto tan preciso de la realidad que obvié el resto.

Como el hecho de que no estaba solo.

Dione tampoco se movió, no sé si porque temía hacer un movimiento brusco y perturbarme más o... no tengo ni idea de porqué. Pero cuando por fin caí de vuelta al contexto que precedió la llamada y alcé la cabeza, ahí estaba, mirándome de una forma que me fue imposible sostener.

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⏰ Última actualización: Jan 30, 2023 ⏰

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