Siete

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You take me back and nothing new, please don't be shy
I know that you feel like me too, don't be afraid
Give me your love, baby give me your hand now, yeah 

—Dancer in the Dark, Chase Atlantic. 

Capítulo 7. Hank.

—Venga, Cass, será divertido.

La chica fulminó sin un ápice de paciencia patente en su rostro ante las insistencias de Caleb, al chico, que mostraba una determinación digna de admirar. Al verse acorralada por la temible presión de grupo buscó auxilio en mi mirada, como último recurso. 

—¿En serio? —fue todo lo que moduló, sin dar crédito.

Me encogí de hombros, sin dejar de abotonarme la camisa.

—Será divertido —pronuncié más motivado por el hecho de sacarla aún más de quicio que porque lo pensase seriamente.

—¿Ves? —Caleb me señaló—. Incluso Hank está de acuerdo.

—Pasar nuestra única noche libre de toda la semana en un bar cutre, juntos —enfatizó la última palabra donde radicaba el origen de todos sus males— suena más como mi infierno personalizado que como un plan apetecible.

—Estás llena de prejuicios, Cassie —Caleb no sonó indignado y su ánimo no flaqueó, más bien, se apiadó de ella con una mirada cargada de composición que enfureció a la interna—. No hemos coincidido fuera del hospital, pero ya te has formado una idea consistente de nosotros, sin hacer un mínimo esfuerzo por conocernos.

—A mí me conoce bastante a fondo —intercedí, mientras me arremangaba la camisa.

Sacar nuestro breve y puntual pasado sexual podría haber perdido la gracia después de tantos meses, pero su efectividad no se había diluido con el tiempo y Cassie parecía profundamente mortificada. Tal vez debería escocerme un poco su contundente rechazo moral, pero lo cierto es que solo me divertía.

—¿Si acepto una vez te callarás? —murmuró entre dientes, como último recurso.

—Lo prometo —el chico se golpeó el pecho con la palma abierta para otorgar más parafernalia a sus palabras.

Cassie puso los ojos en blanco, pero accedió con un asentimiento y se colgó el bolso al hombro. Caleb me detuvo cuando la chica salió por la puerta, asiéndome del codo con suavidad.

—No ha especificado durante cuanto tiempo debo callarme —resaltó y la sonrisa que despuntó en sus labios evidenció lo orgulloso que se sentía por la laguna técnica de su acuerdo.

—Disfrutas torturándola, ¿eh?

Caleb desvió la vista hacia la puerta, por donde la chica ya había desaparecido y se encogió de hombros.

—Me gusta.

—¿Ella? ¿O el acto de tortura psicológica?

—Ambas —admitió sin vergüenza de ningún tipo—, un poco más la primera.

Silbé por lo bajo, impresionado.

—Te deseo suerte, amigo —le di un fraternal apretón en el hombro, manteniendo una distancia que me permitió hacerlo de forma más irónica que sincera. Aún así fue un poco extraño que me resultase una acción tan familiar. Ahuyenté ese pensamiento y esbocé una sonrisa intencionadamente perversa—, ¿necesitas algún consejo?

—Gracias, pero no, tengo mis propios métodos.

—Entiendo —asentí.

Cassie eligió ese preciso instante para irrumpir de nuevo en los vestuarios, golpeteando el pie contra el suelo, furiosa e impaciente.

UltravioletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora